En Latinoamérica existe una esperanza; Trump ya no es presidente

Publicado por Equipo GV 6 Min de lectura

Por Arturo Alejandro Muñoz
Columnista Granvalparaiso

 

 

BYE TRUMPTermina el mandato de Donald Trump y muchos países latinoamericanos parecen respirar con fruición nuevamente. Los cuatro interminables años de la administración Trump mantuvieron con el alma en un hilo a muchos gobiernos que desconfiaban –y con razón- de la inestable conducta del mandatario estadounidense.

Puede ser discutible, pero hay certezas respecto a que mucha gente en el planeta vivió estos cuatro años de administración “trumpista” con temores evidentes por posibles desaguisados graves a nivel internacional, dado que la soberbia y egocentrismo del mandatario estadounidense nutrían a diario conflictos que otros presidentes habrían sorteado con facilidad sin exponer al mundo, y a su propio país,  a ulterioridades inexcusables. Dicho en palabras simples, míster Donald era enemigo de la diplomacia y un abierto fans de la trifulca y la controversia, creyendo siempre que el eje del mundo pasaba por su propio ombligo, y que su palabra era sagrada.

Es también un hecho innegable que la comunidad internacional se sorprendió negativamente con el actuar de EEUU durante el primer año de pandemia Covid-19, ya que se esperaba que, como siempre, la primera potencia económica mundial encabezara la lucha contra el malhadado virus, lo que en absoluto ocurrió. Trump desestimó irresponsablemente la gravedad de la enfermedad, con lo que restó apoyo a laboratorios y universidades de su país para trabajar rápida y eficazmente en la búsqueda de una vacuna. Las banderas tecnológicas de esa lucha las portaron entonces  naciones como Rusia, China, Inglaterra y otras.

Fue así que EEUU, principal potencia económica/tecnológica/científica/industrial del planeta, por inexcusable designio de su mandatario número cuarenta y cinco, renunció a su responsabilidad y ahondó la crisis. El costo ha sido alto para el mismo país de Lincoln y Kennedy.  Las estadísticas de los efectos de la pandemia confirman lo dicho. Y ni hablar de las crisis migratorias que empeoraron con las órdenes del presidente norteamericano, quien se negó a desarrollar un plan específico, una legislación completa, respecto de los migrantes, prefiriendo atacarlos y, peor aún, culpar a los gobiernos de México y de Centroamérica como responsables del tráfico de drogas y de una parte de la violencia al interior de Estados Unidos.

Como si lo anterior no hubiese sido suficiente, Trump nunca cesó de hostigar a la prensa, especialmente a los periodistas de ciertos medios acreditados en la Casa Blanca, provocando quiebres internos que se transformaron en fracturas sociales, culminando ellas con llamados a la turba ultra nacionalista y supremacista local, para rodear el Capitolio a objeto de evitar que el proceso democrático eleccionario siguiera su curso. Eso, en cualquier parte civilizada del mundo se llama “sedición”, cuando no “bandolerismo”.

Por ello, la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca es observada con esperanza y mejor ánimo por muchas naciones. Más de alguien dirá que con o sin Biden, nada cambiará en el escenario mundial. Me permito discrepar de tales opiniones, pues si bien en lo que resulta esencial desde la perspectiva meramente política pocos cambios se avizoran, es también un hecho cierto que desde  Washington el nuevo mandatario abrirá las puertas al dialogo, al entendimiento y a los consensos, basado todo ello en el respeto a las naciones y sus soberanías.

Dura tarea tendrá el nuevo mandatario estadounidense, ya que a los pesados fardos dejados por la administración Trump, deberá extremar sus labores en orden a lograr un adecuado equilibrio en el comercio mundial, donde  la tozuda postura de míster Donald coadyuvó a desencadenar una especie de guerra comercial con China, y un vahído enfrentamiento con la Unión Europea, así como distribuyó a placer decenas de amenazas a los gobiernos latinoamericanos que estrechaban lazos comerciales con China, pero a los que tampoco tendió mano alguna, ni efectuó propuestas atractivas que permitieran incrementar las transacciones con EEUU.

Junto con la imperiosa obligación de ordenar su propia casa, Joe Biden tiene muy claro que hay tareas que le serán ineludibles. Cuba (Guantánamo), Gaza, Irán, Turquía, Venezuela, Norcorea, China, Yemen, y por cierto México, Centroamérica y gran parte de América del Sur, deberán ser materias de estudio y pronta resolución, pacífica y consensuada, en procura de un mejor entendimiento y desarrollo en el mundo que se avizora post-pandemia.

Tareas difíciles, de trabajo arduo y no siempre esperanzador, pero al menos ya no está Donald Trump al mando de la primera potencia planetaria.

Y eso es algo que el mundo agradece,

 

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