Las frases que anticipan –y encubren– una mentira

Publicado por Equipo GV 8 Min de lectura

Por Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)

 

mujer_mentirosa¿Ha escuchado usted frases como: “Con todo respeto, pero…”, “Odio decirte esto, pero…”, “No quiero herir tus sentimientos, pero…”?

Pues bien, si usted presta algo de atención –ni siquiera mucha– a cómo se refiere la clase política a sus oponentes, adversarios y/o enemigos del bando opuesto –¡o incluso del propio bando!– podrá advertir con facilidad cómo se repite el “con todo respeto…” entre esta gente, antes de que el sujeto le lance al otro(a) un puñetazo directo al mentón.

Ahora bien, ya sea con la finalidad de no ser tan desagradable, o bien, para efectos de mitigar el impacto que pudiera tener una verdad que podría considerarse como “demasiado cruda” u “ofensiva”, las personas suelen anteponer ciertas palabras o frases, tales como las señaladas más arriba. Frases que, en realidad, tienen la intención de decir exactamente lo contrario de la frase con la cual el sujeto ha iniciado la conversación. Es lo que asegura la experta lexicógrafa norteamericana Erin McKean, una de las fundadoras del portal Wordnik.com, un diccionario en línea.

El uso de frases que anteceden a una mentira en una conversación, es algo que sucede demasiado a menudo con algunas personas, quienes utilizan este tipo de fórmulas en su interacción con el otro, como una forma de asegurarse una reacción menos violenta y agresiva por parte del sujeto afectado.

Es altamente probable, que todos nosotros –en el proceso de interactuar con diversas personas–, hayamos tenido la experiencia de escuchar cierto tipo de frases que buscan preparar el  terreno, con la finalidad de que uno “no se lo tome a mal” y comprenda, que aquello que están a punto de decirnos, es “sin ánimo de ofender”, e incluso, ¡en el colmo de la hipocresía!, aquello que nos quieren decir es por “nuestro bien”, dada nuestra incapacidad mental para entender las cosas.

Un extenso análisis lexicográfico realizado por Erin McKean nos revela cuáles son las principales frases que preceden, habitualmente, a una mentira, o bien, que son utilizadas como una suerte de anestesia local para lanzar la supuesta “verdad” con la cual el sujeto nos quiere –diplomáticamente– abofetear.

Son frases, que de acuerdo con McKean, podrían asimilarse a una especie de muro invisible que se levanta entre dos individuos para efectos de minimizar o mitigar la reacción de la persona que se tiene al frente, dado el hecho, que el sujeto está a escasos segundos de decir algo que, a todas luces, será negativo, agresivo u ofensivo, y que no será en absoluto del gusto del interlocutor.

Según esta experta lexicógrafa, una de las expresiones más evidentes que buscan ese efecto, es partir la conversación con la frase: “Con todo respeto…”, por cuanto, esta afirmación, lo que hace es encubrir el hecho de que no estamos para nada de acuerdo con nuestro interlocutor, lo que –en la gran mayoría de los casos– implicaría que, en definitiva, no existe –ni se tiene– un gran respeto por el otro.

En este sentido, McKean asegura que con este tipo de diálogo, se podría deducir que nos estamos enfrentando a una mentira o a un falso e hipócrita sentimiento expresado por el otro, especialmente, cuando la frase que viene a continuación, niega lo que el sujeto ha dicho en forma previa.

Un ejemplo habitual que grafica lo anterior, es el siguiente. Una pareja está discutiendo y uno de ellos le dice al otro: “Mira, no quiero herir tus sentimientos, pero me desagrada y…”. En sentido estricto, la frase revela la presencia de rabia, molestia y un conflicto latente al interior del sujeto, en función de lo cual, es altamente probable, que el “no herir los sentimientos” de la pareja sea, en realidad, la última de las preocupaciones de la persona que está criticando, y que su objetivo sea, en realidad, herir a la pareja.

Exactamente lo mismo ocurre con frases tales como: “No soy clasista, pero…”, “Odio decírtelo, pero…”, “Con todo respeto, pero…”, “No quiero ser racista, pero…”. Detrás de todas estas frases existe una dificultad para hablar en forma directa, franca y con honestidad, por cuanto, de alguna manera, lo que se intenta, es encubrir lo que está por decir la persona, buscando la forma de “dorar la píldora” antes de obligar al otro individuo a tener que tragársela.

El hecho de prestar atención a estas frases podría resultar ser más importante de lo que muchas personas creen, por cuanto, ellas revelan mucho acerca de la personalidad del sujeto con el que estamos interactuando.

De modo tal, que si en una conversación alguien comienza con la frase: “Mira, no es un problema de dinero…”, lo más seguro es que sí sea un problema de dinero. Lo mismo sucede con frases como: “No es que me importe demasiado…”, por cuanto, McKean asegura, que a la persona que comenzó su discurso con esa frase sí le importa –y mucho– lo que está a punto de decir.

En este sentido, si advertimos que una persona recurre demasiado a menudo a este tipo de “frases muro”, entonces se puede concluir que: (a) Le cuesta mucho decir las cosas, (b)  no le es fácil ser un sujeto de habla directa, (c) la honestidad y la franqueza no son sus principales fortalezas y/o virtudes, o que, simplemente (d) estamos frente a un sujeto cínico e hipócrita. Usted escoja la alternativa que le parezca la más realista.

Otro tipo de frases que pueden considerarse como frases con cariz de mentirosas, son, por ejemplo: “No te vayas a ofender, pero…”, “No te lo tomes a mal, pero…”, etc., por cuanto, esa persona está a punto de decirnos algo ofensivo, en función de lo cual, se está resguardando ante la posible reacción de la persona que recibe la ofensa.

Por lo tanto, la frase típica: “No es nada personal…” de seguro que sí lo es, en tanto que la frase “No estoy diciendo que…” es que el sujeto que lanza la frase sí lo está diciendo. Por lo tanto, en consideración de lo que se ha planteado hasta aquí, de ahora en más, preste mucha atención a la forma en cómo se dirige a usted la persona con la cual está manteniendo una conversación, porque puede llevarse más de una sorpresa en relación con aquello que nos quiere decir.

En definitiva: no permita que le cuenten cuentos ni que le doren la píldora.

 

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