Por Samuel Fernández Illanes
Académico Facultad de Derecho, UCEN
Se lo pregunta la comunidad internacional. Preocupa por sobre todo a Estados Unidos y a Europa, bastante desorientados. El mundo ha puesto mayor atención y los mercados se resienten, y el futuro es más incierto. Putin trata de ser escudriñado en sus propósitos, una tarea casi imposible.
Si bien desde 2014, con la recuperación de Crimea, regresó a su antigua estrategia de controlar por seguridad, sus países vecinos occidentales, impidiendo lleguen a la OTAN, Bielorusia y Ucrania, para no repetir la pertenencia de Estonia, Letonia y Lituania. Parece dispuesto a todo, aún a riesgo de más sanciones de las que soporta, y abiertamente amenaza con doscientos mil efectivos en la frontera ucraniana. EEUU y la OTAN ya enviaron elementos militares y dinero, asegurando que no tolerarán ningún tipo de invasión. Rusia aprecia a EEUU más débil con Biden, interna y externamente como demostró en Afganistán. A Europa la ve centrada en la pandemia, las elecciones en Francia e Italia, Reino Unido lidiando con las fiestas de Johnson, Alemania con nuevo gobierno y dependiente del gas ruso, y otras prioridades. Mirando a China, su competencia y expansión, oportunidad que podría aprovechar.
Si bien Rusia ya no es la superpotencia pasada, sigue siendo enorme y con muchas cabezas nucleares, y apoyos. Ha vuelto a reeditar políticas soviéticas, pues se siente más importante, y porque pudo controlar zonas y países, con sólo actuar al revés de Norteamérica y aliados. Resultó el siglo XX, y está resultando ahora. Sus amenazas debieran ser tomadas en serio. Al viejo estilo, envió una nota escrita a Biden, conminatoria, que deberá responder. Si es negativa, encontrará el pretexto, a menos que se negocien otras concesiones.
La larga diplomacia de las últimas semanas, hasta ahora, no muestra avances. Cuesta creer que Putin retrocederá sin nada a cambio, y es preocupante. Tiene mucho en juego y occidente sólo prepara sanciones, no operaciones bélicas. Se confrontan dos estrategias, una del pasado y otra actual, que la ONU no es capaz de resolver paralizada por el veto ruso. Ojalá la modernidad supere los viejos esquemas y el mundo presione por la paz, si bien se muestra dividido o prescindente. Nada es inminente, pero hay un serio desafío potencial, a resolverse en corto plazo.