Dra. Sonia Fuentes Muñoz
Decana Facultad de Educación y Ciencias Sociales UCEN
Los niños aprenden por observación e imitación, verdad universal conocida por todos materializada al verlos en sus juegos, escuchar sus expresiones reproduciendo el lenguaje que escuchan y las acciones que observan en sus padres y adultos cercanos. Sin duda son excelentes aprendices, lo que es una muy buena noticia para su desarrollo, pero es también un llamado de alerta a la inmensa responsabilidad que ese entorno familiar, educacional y social tiene frente a los patrones de comportamiento y funcionamiento que muestran como “normales en la relación humana”.
Sabemos que la violencia escolar es una manifestación conductual que se vincula con un contexto social y cultural, no podemos ignorar que los últimos años en Chile han estado marcados por situaciones de gran impacto y en los que la violencia ha sido una constante invitada a muchos actos desarrollado por jóvenes y adultos, muchas veces presenciado y vivenciado junto a escolares y niños.
Entonces, ¿Qué hemos enseñado, pasiva y silenciosamente, desde nuestro comportamiento de adultos en estos últimos años? Podríamos sintetizar: los problemas se resuelven mediante la violencia, que el fin justifica los medios y que mis derechos están por sobre el bien común. ¿A alguien le puede sorprender hoy, la violencia instalada en nuestros colegios, en nuestras familias, en nuestra calle, entre los conductores, en el transporte público?
Al plan piloto propuesto estos días por el Ministerio de Salud, Educación y la Subsecretaría de la Niñez, las universidades debemos contribuir desde la tarea educativa a reflexionar sobre el comportamiento adulto (padres, educadores, profesores, familias) y las manifestaciones explicitas e implícitas de violencia en la relación con otros; proyectar cambios a modelos de convivencia respetuosos, regulados y equilibrados, y por otra parte, favorecer la incorporación en el sistema curricular escolar de programas que promuevan las estrategias de autorregulación emocional, cognitiva y comportamental en los estudiantes, para mediarlos hacia el equilibrio emocional, al automonitoreo del comportamiento y hacia la implicación responsable y activa en el manejo de sus frustraciones y emociones.
Es urgente que los que trabajamos formando a los futuros pedagogos y educadores, incorporemos en sus mallas curriculares la formación en autorregulación del aprendizaje (teoría, procesos, programas, estrategias), tanto para sí mismos, como para acompañar adecuadamente el desarrollo de sus futuros estudiantes.
Aspiramos a un mundo de paz, de mayor inclusión y respeto humano, que posibilite la aceptación de la diversidad y la sinergia de los talentos que cada persona posee para contribuir a una mejor sociedad y a un mejor país. Todo esto es tarea de todos, ¡pero atención!, “todos”, es la suma del aporte de cada uno de nosotros, aporte urgente si queremos evitar que nuestros niños sigan aprendiendo violencia.