Felipe Guevara
Subdirector de Investigación UCEN
Posiblemente fuera Heródoto uno de los primeros en escribir textos sobre estrategia, pero no sería hasta el siglo XVIII que comenzara a ser utilizada en Europa como una actividad ligada fundamentalmente al campo militar (Estrategia proviene del griego “strategos” que hace referencia al oficio del general, guía del ejército). Sin embargo, no es hasta la publicación de la “Teoría de los juegos” de Von Neumann y Morgenstern a principios de la década de los 40 que se sitúe a la estrategia en un campo fuera de lo militar, en el sentido de tomar decisiones ante incertidumbre estructurada.
Hoy en día podemos entender estrategia como la creación de las condiciones necesarias para conseguir un objetivo mediante actividades concretas que permitan alcanzarlo. Para esto, la palabra clave es coordinación, y los ingredientes fundamentales son recursos, ejecutantes y voluntades.
A principio de la década de los 90 entendíamos que para transitar desde la ciencia a la innovación era necesaria la coordinación de tres ejecutantes, a saber, Estado, Sector Productivo y Academia. Sin embargo, hoy sabemos que no es posible un entorno de innovación completo sin la incorporación de la sociedad junto con la responsabilidad ambiental que acompañe al desarrollo. Hoy hablamos de la necesidad de coordinar Estado, Sector Productivo, Academia, Sociedad y Medio Ambiente.
En junio del presente año fue presentada al país la Estrategia Nacional de Ciencia, Tecnología, conocimiento e Innovación, de cuya estructura se desprende justamente la incorporación de estos cinco actores, planteando una mirada responsable hacia el futuro, y la incorporación de distintas disciplinas en su consecución. En primer lugar, a mi modo de ver muy acertadamente, se prioriza la necesidad de plantear una mirada de la ciencia que haga sentido al país y sus habitantes, a través de un relato propio basado en las necesidades que el país y la ciudadanía requieran. De esta manera, y, en segundo lugar, la ciencia, la tecnología el conocimiento y la innovación deben aportar a la sustentabilidad de los ecosistemas, planteando una mirada de desarrollo sustentable. En tercer lugar, mejorar la interacción de los actores tradicionales del ecosistema de innovación, esto es, la coordinación público-privada. Finalmente, se propone que la Academia, no sea solo un actor de creación de conocimiento desde las Universidades, sino que se promueve la educación en ciencia y tecnología en todos los niveles.
Sin embargo, pese a que estos lineamientos parecen coherentes y necesarios, no podrán tener un accionar correcto sin los necesarios recursos (monetarios y de capital humano, esto es aumentar gasto en I+D y número de participantes), ejecutantes comprometidos, y las voluntades de llevar a cabo las coordinaciones requeridas.
Es necesario entonces, que la estrategia sea asumida como propia por todos los actores involucrados, desde una mirada transversal que trascienda a los gobiernos de turno; solo así podrá ser vista como una guía (aludiendo a su etimología) del desarrollo científico que aporte al desarrollo del país.