Por Guillermo Fuentes Contreras
Director Carrera Contador Auditor, U.Central
Comenzado el partido, hace un tiempo entraron a la cancha del fútbol tres jugadores que nadie notó: el incentivo, la oportunidad y la autojustificación. Durante mucho tiempo jugaron de titulares, conformando la línea de tres, el triángulo del fraude. Aquí, explicamos porqué hay que marginarlos de futuras convocatorias.
Con triste recurrencia, la sociedad chilena viene enterándose de casos de corrupción, y el deporte más popular y hermoso como el fútbol ha quedado offside, es decir en posición incorrecta. La pregunta es ¿cuánto nos sorprenden los nuevos fraudes corporativos de cuello y corbata?
Otra vez se instalaba el triángulo del fraude corporativo, afectando esta vez, a través del manejo de clubes, venta y representación de jugadores, la contribución a la incredulidad de los amantes de este deporte y la evasión de impuestos.
Este delito obedece a tres factores. En primer lugar, la presión o incentivo interno o externo para cometer el fraude, es decir, desde los propios clubes, los dirigentes pretender alcanzar metas de desempeño altas por venta de jugadores, en función de incremento en las utilidades y, externamente, responder a presiones o compensaciones mediante acuerdo o amenazas de un mismo controlador y/o representante.
En segundo término, concurre la oportunidad percibida, donde existe un entorno favorable para cometer los actos pretendidos. Sin embargo, esta oportunidad se presenta cuando alguien tiene el acceso o la información para realizar sus irregulares acciones. Entonces, es factible pensar que en el fútbol existe un número de personas que manejan información privilegiada y la utilizan para el uso malicioso.
Por último, se da la racionalización, entendida como que el fin justifica los medios, actitud equivocada de quienes cometen o planean un fraude, tratando de convencerse a sí mismos, consciente o inconscientemente, de que existen razones válidas que justifican su comportamiento impropio.
La colusión y el soborno, lejos de quedarse en la banca o ni siquiera ser convocados, fueron jugadores titulares en la cuestionada gestión de las directivas de diferentes clubes y representantes de jugadores, que de alguna manera, manejan las tácticas propias del fútbol.
Como dijo ‘el Diego’, “la pelota no se mancha”, lo que sí parece estar manchado es el partido que se juega fuera de las canchas, es decir, los procesos que administran el fútbol de manera integral.
Finalmente, un tirón de orejas a las autoridades del fútbol, porque las evaluaciones y seguimiento de procesos deben ser permanentes, no porque el maestro está en Miami, hay que relajarse. Tienen que incorporar alertas tempranas en puntos críticos del proceso para evitar actos de corrupción, como técnica preventiva del delito y no como detectora tardía en la lucha contra el fraude.