Por el legítimo derecho a rendirse y a decir: “ya no más”

Publicado por Equipo GV 6 Min de lectura


Por Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)


En nuestra actual sociedad resulta ser algo bastante habitual escuchar la frase: “¡Te puedes caer mil veces, pero rendirte jamás!”. La razón para decirle esta motivadora y alentadora frase a una persona se debe, generalmente, a los problemas, dificultades y miedos que nos encadenan, nos empantanan y que nos impiden avanzar, crecer y triunfar en la vida.

En esos difíciles momentos, el hecho de recibir algunas palabras de aliento y de apoyo por parte de terceros pueden hacer la diferencia entre el acto de rendirse o de no rendirse ante las dificultades, especialmente, cuando hablamos, por ejemplo, de la práctica de un deporte de alto rendimiento, práctica que implica la realización de grandes sacrificios, mucha disciplina, deseos de superación y una gran fuerza de voluntad para no rendirse nunca.

Todos los grandes atletas y deportistas de la historia han reconocido y han puesto en evidencia que el hecho de no rendirse fue lo que hizo para ellos la diferencia entre recibir la medalla de oro o de ser derrotados. No obstante lo anterior, no todo es blanco y negro al respecto de este importante tema.

La pregunta que hay que hacerse es la siguiente: ¿por qué razón no podemos decir “ya no más” ante, por ejemplo, los infructuosos y dolorosos esfuerzos por tratar de mantener a contrapelo una relación de pareja que se ha vuelto tóxica, violenta y dañina? ¿O de permanecer estoicamente en un puesto de trabajo donde la persona está siendo humillada y abusada por parte de su jefatura?

Hay que decirlo abierta y claramente: la posibilidad –y el legítimo derecho– a decir “ya no más” no es equivalente a una “rendición”, sino que es una decisión consciente que toma una determinada persona, la que tiene como premisa el deseo del autocuidado y de llevar una vida que sea congruente con los propios principios y valores del sujeto, y con aquello que uno considere como una vida digna.

En mi consulta me ha correspondido atender a personas con cáncer, y en relación con este insidioso mal, la cosa no es muy distinta del ejemplo entregado más arriba en cuanto a pretender mantener una relación de pareja que se ha convertido en un verdadero calvario, a raíz de lo cual, coincido plenamente con mi colega Daniela Paz Rojas en cuanto al derecho que le asiste a una persona gravemente enferma de cáncer a  expresar un “ya no más” ante un nuevo tratamiento de quimioterapia, o bien, de someterse a un tratamiento de cáncer con carácter experimental, cuando se sabe que ya no existe posibilidad alguna de recuperación y que los supuestos “beneficios” del nuevo tratamiento no son tan claros o que ponen, incluso, en mayor riesgo la calidad de vida del paciente. En este tipo de situaciones, el hecho de decir “ya no más” no es, en ningún caso, un acto de rendición, sino que es un derecho del paciente que debe ser respetado.

En el caso de un cáncer en una etapa muy avanzada es optar por recibir cuidados paliativos que le permitan a la persona vivir de la mejor forma posible, con alivio del dolor, siendo guiado y bien acompañado en esta etapa avanzada de la enfermedad.

Tal como muy bien lo destaca la psicóloga Paz Rojas en uno de sus escritos: “Muchas de las decisiones que se escapan de aquello que la sociedad espera de las personas, son vistas como el equivalente a ‘rendirse’, ‘tirar la toalla’, ‘bajar los brazos’, e incluso, son vistas como sinónimos de depresión”.

Este es un grave error de apreciación que nada tiene que ver con la dolorosa realidad que le toca vivir a algunas personas, de  modo tal, que si dicha persona quiere llorar, permanecer en cama, desea estar sola consigo misma, pues entonces que se le permita –como persona adulta y consciente de su situación de salud–  hacer como le plazca y decidir cuándo desea tener, nuevamente, la compañía, cariño y afecto de los demás. Muy distinto es el caso, si el paciente es un niño(a) que aún necesita la guía, orientación y acompañamiento de una persona adulta.

El rehusarse a continuar sometiéndose a nuevos tratamientos que no aseguran resultados positivos, pero que sí tienen graves efectos colaterales es, definitivamente, un derecho del paciente y, tal como lo destaca mi colega Paz Rojas, esa decisión del “ya no más”, no tiene “nada que ver con un acto de cobardía, de abandono de sí mismo o de sus seres queridos. Muchas veces ese ‘ya no más’, es decidir por la calidad de vida, por tener un tiempo de tranquilidad con los suyos y por tener una muerte en paz, cuando sea que la muerte llegue”.

Digamos, finalmente, que el hecho de dejar de hacer todo lo posible, cuando “lo posible” le está generando mucho daño y sufrimiento a la persona, no es rendirse, sino que es, simplemente, el legítimo derecho de un ser humano –con sus facultades mentales en perfecto orden– a decir “ya no quiero ni puedo más”.

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