Por Guido Contreras Díaz
Académico de Kinesiología, Universidad San Sebastián
Doctor en Biomedicina. Sede De la Patagonia.
Es ampliamente conocido que el sueño es un componente importante para la salud y el bienestar de las personas a lo largo de la vida. Sin embargo, en los últimos años -y después de la pandemia- el insomnio se ha vuelto cada vez más frecuente en los adultos, lo que inevitablemente podría ocasionar efectos negativos en su calidad de vida.
Chile no es ajeno a esta realidad. El uso extendido de dispositivos electrónicos antes de dormir y el abuso de fármacos para conciliar el sueño, han contribuido a empeorar esta situación, afectando no sólo la vida familiar, sino también el rendimiento laboral de muchas personas.
En efecto, problemas como el insomnio pueden derivar en una alteración del estado de ánimo, problemas de concentración, pérdida de memoria e incluso aumentar el riesgo de accidentes. Por eso, abordarlo con opciones farmacológicas como no farmacológicas pueden ser efectivas para tener un descanso reparador.
Lo cierto es que la farmacoterapia puede ser útil a corto plazo, pues su uso prologando conlleva riesgos debido a posibles efectos secundarios. El ejercicio físico como medida no farmacológica resulta excelente para mejorar la calidad del sueño.
Un reciente estudio publicado en una revista española sobre geriatría y gerontología ofrece, de hecho, algunas recomendaciones específicas para aprovechar el potencial del ejercicio aeróbico y de fuerza muscular. Además, se sugieren intervenciones complementarias como pilates, yoga y tai chi, que han demostrado beneficios adicionales para “un buen dormir”. En virtud de lo anterior y, frente al desafío del insomnio, la evidencia apunta a una estrategia clara: menos fármacos y más movimiento. Incorporar hábitos de ejercicio físico adecuados puede ser una herramienta poderosa para mejorar nuestra calidad del sueño y, en última instancia, promover un mayor bienestar general en la población adulta nacional.