Por Sonia Martínez Moreno, académica de la Licenciatura en Historia UNAB, Sede Viña del Mar.
“El amor, como filosofía de vida que todo lo abarca, permite a los seres humanos vivir sus vidas en este universo infinito” (Yayoi Kusama). Siempre es necesario rememorar a todas las mujeres quienes nos anteceden y dan un giro interesante a la historia cultural y científica. Hoy quisiera honrar a una mujer en vida, la artista visual japonesa Yayoi Kusama quien ha sabido de manera multifacética convivir con los medios de comunicación y la publicidad y el desarrollo más introspectivo de su arte.
Yayoi nació el año 1929 en Matsumoto, Japón. Su vida ha estado marcada por un rico mundo interior, cargado de emociones y vaivenes existenciales muy recurrentes en el universo de una mujer artista. Su sensibilidad emocional y la dura infancia vivida fue su catalizador para potenciar su veta creadora, Yayoi como muchas mujeres en la historia debió forjar un carácter fuerte y un discurso visual potente como mecanismo de sobrevivencia. Desde muy joven vivenció el reconocimiento de su arte, pero también grandes turbulencias emocionales, lo cual ponía en un punto de jaque su salud mental, sufría trastorno obsesivo compulsivo, y a lo largo de su vida pudo trabajarlo y canalizar su mundo a través del proceso artístico.
Durante su infancia sufrió de abuso, luego problemas de salud mental que la sumergieron en la depresión e incluso acercarse a la muerte, pero fue el arte quien la rescató. Yayoi a lo largo de su obra ha expresado la importancia de canalizar las fuerzas internas del ser para explorar a través del campo visual la expresión del mundo interior, saber sobrellevar la salud mental por medio de las artes visuales fue su mejor terapia. Cuando pensamos en salud mental, se deja poco espacio para otorgarle la relevancia que tiene, muchas veces en nuestra sociedad es mal visto abrirse y expresarse, inclusive exponer los traumas. A los ojos de nuestra cultura es como si dejaras de ser útil o productivo. La artista japonesa demuestra todo lo contrario, su productividad se centra en la catarsis artística que vive.
Su obra es psicodélica, pero también muestra el carácter existencialista de la presencia de los lunares, como zonas oscuras o autenticas en el universo de nuestra realidad. Su composición abstracta muchas veces hace referencia a las alucinaciones que ella ha tenido en ocasiones producto de su salud. El arte tiene la capacidad de transformar en algo maravilloso y productivo lo que socialmente es cuestionado, que es padecer de depresión, trastornos, traumas y otros. Yayoi ha sabido integrar su universo infinito y estados de alucinaciones con la manifestación de un arte altamente visible, esto porque al final no podemos negar que a través del campo visual podemos experimentar, expresar y desahogar esa inquietud interior que es tan natural en nuestra sensibilidad, justamente en un mundo que cada vez se vuelve más frío en sus relaciones interpersonales.