¿Ciudad de bienestar o malestar?

Publicado por Equipo GV 2 Min de lectura

Por Uwe Rohwedder Gremler
Decano de la Facultad de Ingeniería y Arquitectura de la U. Central


La configuración de nuestros espacios habitables, sea pública o privada, tienen una directa relación en cómo desarrollamos nuestra percepción y nuestros sentidos, y lo más significativo es cómo pueden influir en el desarrollo de malestar, lo cual implica una convivencia poco saludable.

Hace tiempo que nuestras ciudades, por diversas causas, han sufrido una segregación que tiene como consecuencia crear verdaderos mundos paralelos que no conectan con la realidad. En las grandes ciudades muy impersonales, los ciudadanos, jóvenes, familias, entre otros, buscan espacios que les inspiren confianza. En nuestra realidad, más bien, hemos intransitado hacia espacios hostiles que generan poco arraigo y no estimulan los sentidos de bienestar si no al contrario, la sensación de inseguridad ha transformado vastos sectores en barrios cerrados y enrejados. Sumado a ello, la densidad, la pérdida de la calle como lugar de juego o encuentro y la construcción de torres gigantes sin considerar espacios comunes como parques o jardines, han deteriorado nuestra calidad de vida progresivamente.

Con ello, debemos considerar al espacio construido como un factor que nos afecta o contrariamente estimula, tal y como indican investigaciones y estudios que desde la neurociencia detallan cómo nuestras percepciones varían según las características y cualidades espaciales de nuestro contexto construido, así como también en los trayectos caminables y del transporte público.

El no vivir bien, estar expuesto a ruidos molestos y la poca preocupación por generar modelos arquitectónicos que permitan la generación de espacios públicos saludables, tiene consecuencias, primero en la salud mental y luego en la ausencia y descuido al no tomar en cuenta factores en el diseño urbano que facilitan los actos delictuales, el efecto y desarrollo de conductas violentas y más.

Investigar sobre posibles correlaciones entre el aumento de la delincuencia e indicadores socio demográficos y espaciales, sería un buen punto de partida.

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