Por Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Conferencista, escritor e investigador (PUC)
Partamos señalando que “nuestro país es el mejor país del mundo… siempre y cuando usted sea rico y poderoso, de otra forma usted se expone al abuso, a la explotación y a las injusticias”.
¿Por qué razón se ha destacado lo anterior? Muy simple: hace un par de años atrás, un reportaje de Televisión dejó estupefacto a miles de televidente al sacar a la luz la insólita situación que vivían “miles de alumnos de escuelas públicas que llegaban a octavo básico sin saber leer ni escribir”. Eran alumnos de comunas vulnerables que estaban a punto de pasar a la educación media, pero que poseían el nivel escolar de niños de segundo básico. Súmele a lo anterior las huelgas y paros –de docentes y de estudiantes– y tendremos el panorama completo.
Lo anterior en pleno siglo XXI y en plena democracia. Algunas preguntas que surgen al respecto son las siguientes: ¿se debe esta situación a una educación de mala calidad, a malas políticas de Estado o existe una agenda oculta por parte de los distintos gobiernos de los últimos 35 años para tener mucha mano de obra barata e ignorante? O… ¿todas las anteriores?
Tal como muy bien lo destacaba el filósofo y escritor italiano Umberto Eco, a “los gobiernos les conviene –y les resulta mucho más fácil– manejar y controlar a una población ignorante, que a gente que usa su cabeza, su inteligencia y que tiene conocimientos y capacidades difíciles de controlar”.
Cuando uno examina la gran cantidad de errores y la pobreza de contenido de lo que escriben jóvenes y adultos en sus comentarios en las redes sociales, uno se pregunta, si la situación que viven los miles de estudiantes en algunas escuelas públicas, es un “caso único” o si se trata de una condición que se repite a nivel nacional e internacional.
Y si hablamos de la capacidad de comprensión lectora, un estudio realizado por el Centro de Microdatos de una conocida universidad, arrojó resultados pavorosos: más del 70% de la población –de todas las edades– no entiende lo que lee, en tanto que otro estudio de la OCDE reveló que el 62% de la población no era capaz de resolver simples problemas matemáticos. Al parecer, en pleno siglo XXI tenemos un número impresionante de gente que puede ser calificada como “analfabetas funcionales”: es decir, perdieron su capacidad para leer y escribir, sumar y restar.
Dicho lo anterior, no hay forma alguna de evitar las grandes dificultades que tendrán miles de jóvenes cuasi analfabetos cuando salgan a buscar trabajo, realidad que representa un claro ejemplo de la total ineptitud, indolencia e impudicia con la cual los diversos gobiernos de turno –dando exactamente lo mismo si son gobiernos de izquierda o de derecha– han “administrado el tema de la educación”, no obstante todas las cientos de promesas que han hecho los distintos candidatos a presidentes, senadores y diputados de “dar un giro de timón a la educación de mala calidad que se imparte en el país”.
Destaquemos, asimismo, que cuando una escuela pierde a “un estudiante por deserción”, lo que está haciendo, es regalarlo, simplemente, a la delincuencia, al narcotráfico y a las organizaciones delictivas, ya que hay que tomar en cuenta que sólo el año pasado desertaron más de 40.000 escolares de los establecimientos educacionales. Complementariamente, el Ministerio de Educación tuvo que reconocer hace un tiempo atrás que “más de 400 mil personas adultas no sabían leer ni escribir” en nuestro país, un país que al ser pequeño, esa gran cifra de gente analfabeta impacta.
En ocasiones, parece un desperdicio de tiempo hablar acerca de la “calidad de la educación, sea que hablemos de educación básica, media o universitaria”, ya que nunca ha existido un verdadero y real interés por parte de las autoridades responsables de la educación por verificar si los estudiantes aprenden algo o salen ignorantes de las instituciones donde, supuestamente, estudian. Recordemos el caso de un Ministro de Educación que señaló que había Universidades –el supuesto Sanctum Sanctorum del conocimiento– que entregaban “títulos de baquelita”, es decir, títulos inservibles. Lo cierto, es que en función de los datos y la información de que se dispone, no cabe duda alguna que habrá abundancia de gente que, en rigor, se convertirá en “mano de obra barata, ignorante y esclava para las élites gobernantes y económicas de este país”.
Cuando uno investiga y analiza lo que ha sucedido en naciones europeas y asiáticas, tales como Finlandia, Suecia, Noruega, Singapur, etc., países que han emprendido una gran cruzada en favor de una educación de calidad para todos los sectores de la población –no sólo para las élites–, muy pronto se advierte algo extraordinario: ese gran objetivo llamado “educación de calidad”, no sólo redujo las desigualdades sociales y económicas entre la población, sino que también redujo notablemente el nivel de la delincuencia, el alcoholismo, la drogadicción y, lo que no deja de ser llamativo, se eliminó el gran resentimiento que los pobres experimentan en contra de los ricos y privilegiados, algo que nuestras autoridades y élite gobernante parecen olvidar constantemente, cuando vemos a millones de trabajadores que apenas logran llegar a fin de mes con el sueldo que ganan. Para qué hablar de las pensiones miserables que reciben las personas jubiladas.
Dadas las circunstancias ¿de qué nos sorprendemos al ver el elevado nivel de violencia, frustración y trastornos depresivos que tenemos? ¿O advertir cómo se disparan los índices de delincuencia y de los numerosos niños y adolescentes de entre 12 y 16 años que son detenidos por la policía asaltando, robando autos y haciendo atracos –pistola en mano– a diestra y siniestra?
De acuerdo con un estudio de Sarah Gammage, Thomas Alburquerque y Gonzalo Durán titulado “Pobreza, desigualdad y empleo en Chile”, alrededor del 70% de la población tiene empleos de baja calidad y mal remunerados, lo que determina que la esclavitud moderna comience y también termine allí, en un círculo vicioso de nunca acabar, porque obliga a los hijos de estos esclavos modernos encadenados a un sueldo miserable, a continuar en el mismo hoyo, por la incapacidad de estos padres de pagarles a sus hijos una educación de buen nivel o de enviarlos a una universidad de prestigio y con calidad certificada.
Es a raíz de este conjunto de cosas que se requiere de forma urgente, que el país emprenda una cruzada en favor de una educación de calidad, una cruzada que se fundamente en acciones concretas y que no se quede sólo en palabras que se las lleva el viento o en grandes promesas hechas en época de elecciones y que nunca se cumplirán.