Por Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Conferencista, escritor e investigador (PUC)
El “estilo de crianza sobreprotector” por parte de algunos padres muestra una clara tendencia hacia el control excesivo de los hijos en relación con lo que piensan, hacen o experimentan los menores, lo que puede traer consigo una serie de consecuencias negativas que podrían limitar de manera notable las oportunidades de los niños y niñas en relación con el objetivo de desarrollar sus habilidades y talentos, así como también corroer la confianza básica del menor en cuanto a ser capaz de afrontar los retos y desafíos que el futuro le depare, dificultando la toma de decisiones, entre otros obstáculos.
No obstante que el pretexto que habitualmente esgrimen los padres para efectos de justificar esta conducta, son las “buenas intenciones de querer velar por la seguridad y bienestar del hijo”, los resultados finales no avalan –ni menos justifican– dicha conducta, por cuanto, el acto de sobreproteger a los hijos genera una serie de problemas que ellos cargarán como una mochila por el resto de sus vidas.
La sobreprotección se define como “el excesivo cuidado por parte de los progenitores, cuidado que se acompaña de una implicación emocional intensa que conduce a los padres a una necesidad de controlar a los hijos”. Sin embargo, los padres no se dan cuenta –o no quieren darse cuenta– que con esta conducta ellos están interfiriendo en el adecuado desarrollo psicológico y emocional del menor. El hecho de “hacerle la vida más fácil” al hijo(a), de que “no le falte nada” o de “prohibirle al menor hacer ciertas cosas propias de su edad”, son claros ejemplos de esta actitud sobreprotectora.
Si bien, es absolutamente normal y natural querer cuidar y proteger a los hijos de posibles daños, tal como sí se espera que hagan los padres con los recién nacidos, quienes vienen al mundo totalmente indefensos, inmaduros y vulnerables, muy distinta es la situación cuando se cae en la sobreprotección, es decir, aquella conducta, donde priman las aprehensiones y el miedo –tanto en el adulto como en el niño–, así como la actitud de mantener un estrecho y excesivo control acerca de lo que hacen y experimentan los hijos, bajo el falso supuesto de que así estará asegurada la felicidad del menor.
Revisemos, entonces, cómo el desarrollo emocional y psicológico del menor puede verse afectado, cuando interfiere el “miedo a soltar” por parte de los progenitores:
- Disminución de la tolerancia a la frustración: (a) el hecho de dar y dar sin limitaciones a los hijos, a fin de que no sufran ni les falte nada, determina que estos niños no serán capaces de tolerar los sentimientos de frustración de manera adecuada cuando de adultos la sociedad no les entregue todo lo que ellos exigen, (b) cuando algo les sale mal o no sale como ellos quieren, tienden a enojarse, a ser agresivos y a exigir, ya que están acostumbrados a no tener que trabajar ni esforzarse por conseguir lo que desean, (c) cuando de adultos deben incorporarse a la sociedad, suelen tener grandes dificultades en su relaciones interpersonales y en la vida, en general.
- Presencia de baja autoestima: el hecho de proteger al menor en forma exagerada conlleva que el hijo se sienta subvalorado en sus capacidades y potencial. Asimismo, el no permitirle experimentar por su propia cuenta las consecuencias de sus actos, ello determina que el menor se sienta como un inválido y no lo suficientemente fuerte y capaz de sobrellevar situaciones difíciles. Lo más negativo de esta vivencia, es que el menor aprende a extrapolar este sentimiento de “invalidez” a todas las áreas de su vida, a raíz de lo cual, su autoestima se ve claramente afectada.
- Alteración de la capacidad de aprendizaje: los niños sobreprotegidos no aprenden de sus errores, por cuanto, sus padres se han anticipado a todo lo que podría o no podría ocurrir, a raíz de lo cual, se merma y se afecta la capacidad de aprendizaje del menor. Si los padres no sueltan el control sobre el niño y no permiten que éste se suba a un árbol o que se caiga de la bicicleta, difícilmente podrá identificar situaciones de peligro y aprender de dichas situaciones.
- Bajo nivel de responsabilidad: dado el hecho que son los padres quienes, regularmente, resuelven los problemas de sus hijos, los menores aprenden a desentenderse de dichos problemas y esperar que sea el padre o la madre quien los resuelva, a raíz de lo cual, su disposición a responsabilizarse por sus actos es, prácticamente, nula, lo que, naturalmente afectará gravemente sus vidas de adultos.
- Aumento de los miedos: la constante sobreprotección carga de ansiedad, temores y miedos a los hijos, debido a que los padres atosigan a sus hijos con una serie de medidas de precaución e inseguridades en todo lo que emprenden, una condición que impide que los niños puedan crear esquemas mentales acerca de sí mismos, de sus capacidades, de su entorno y de la vida, en general.
- Inmadurez: la conducta de sobreprotección está muy relacionada con el hecho de fomentar en los hijos comportamientos pueriles e infantiles, entregando la impresión de que los padres no desean que sus hijos crezcan, se independicen y comiencen a poner en práctica su autonomía. Esto puede provocar que los niños tarden en salir de su inmadurez, no evolucionen emocionalmente y no muestren conductas acordes con su edad.
Es posible pensar que muchos padres han sido educados con un estilo autoritario de crianza y, como una manera de evitar que sus propios hijos sufran o vivan la misma experiencia que ellos, optan por la sobreprotección, sin darse cuenta que con esa conducta le están cortando las alas a los hijos, en lugar de acompañarlos y apoyarlos para que puedan crecer sanos, fuertes, resilientes e interdependientes.
En este sentido, resulta absolutamente contraproducente querer mantener a los hijos en una suerte de burbuja, donde nada ni nadie pueda tocarlos, ya que más tarde o más temprano, esos niños tendrán que salir al mundo y enfrentarse a una serie de desafíos, peligros y situaciones adversas que ofrece la sociedad a las personas que la integran.
Mantenerlos en esta burbuja sólo impide que estos niños aprendan a adaptarse a las circunstancias del día a día de manera adecuada y que su salud mental pueda verse seriamente afectada.