Por Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Conferencista, escritor e investigador (PUC)
Todo el mundo debería saber, que “aquellas personas que nos rodean de manera habitual, influyen directamente en nuestra forma de ser y de comportarnos en la sociedad en la cual estamos insertos”, por lo tanto, no da lo mismo el hecho de rodearse de gente positiva, valiosa y que suma, a estar rodeado de gente negativa, hipócrita, venenosa y que se empecina en quitarnos esas ganas de disfrutar de la vida y de pasarla bien.
¿La razón? Tener una actitud positiva, es fundamental para encontrar la felicidad, tener éxito y ser una persona que aporta a la sociedad, a raíz de lo cual, rodearse de gente buena y respetuosa aumenta nuestro bienestar y nuestra calidad de vida.
Ahora bien, como consecuencia de lo que estamos viviendo, hoy en día, ya sea como sociedad o como país, donde pareciera que cada uno vela por sí mismo y por sus propios intereses bajo el lema… ¡sálvese el que pueda!, ese deseo íntimo de las personas de rodearse de gente que irradie una energía positiva, inspiradora y que nos ayuda a mejorar nuestras vidas, representa un aspecto relevante y crucial.
Resulta muy sencillo explicar por qué razón lo anterior se hace absolutamente necesario: la relación o contacto con individuos tóxicos y mal intencionados –independientemente del vínculo que una determinada persona pueda tener con este tipo de sujetos– “representa un serio peligro para nuestra integridad física y estabilidad mental”, un peligro que puede conducir, justamente, a una alteración grave de nuestro equilibrio emocional, así como de la paz y la tranquilidad que estamos buscando.
Es por lo mismo, que nadie desea tener a su lado a individuos que nos anulan, que nos desmotivan, que nos hacen infelices o que buscan, simplemente, boicotear nuestro deseo de encontrar armonía y lograr un crecimiento personal. Lo que queremos, es tener a nuestro lado personas que nos ayuden a sumar experiencias que sean positivas y enriquecedoras, y que despierten en nosotros emociones y sentimientos que enaltecen al ser humano y que nos conduzcan a querer convertirnos en mejores personas y, de esta manera, ser un aporte para la sociedad.
Por lo mismo, no podemos arriesgarnos a dejar al descubierto y en peligro nuestro propio bienestar, nuestra estabilidad emocional e integridad, sino que debemos actuar y protegernos de ataques y daños que deben ser evitados, con la finalidad de poder llegar a ser, en palabras de Mahatma Gandhi –un reconocido pensador, líder político y pacifista– “personas justas, equilibradas y que nunca pierdan su sentido y esencia humana”.
Dado el hecho que somos nosotros mismos quienes evaluamos y damos validez a las personas que nos rodean, entonces deberemos preocuparnos de observar atentamente nuestro entorno, ver de elegir bien –y en forma cuidadosa– cuáles son las personas que queremos tener a nuestro lado. La anterior, es una importante tarea, que si bien no resulta fácil de realizar, sí es posible concretarla de buena manera.
¿Cómo hacerlo? Pues bien, una de las fórmulas y/o métodos que recomiendan los expertos en esta materia, es “evaluar y sopesar afectiva y emocionalmente a cada una de las personas que tenemos frente a nosotros” y poner en una suerte de “balanza emocional” a aquellas personas que suman, que nos motivan, nos respetan y que representan un aporte para nosotros, versus aquellas otras que sólo restan, que son tóxicas, que no nos valoran y que están, incluso, en condiciones de hacernos daño.
La idea de fondo, por cierto, es comenzar con un gran desafío o tarea personal, a saber, de mejorar nosotros mismos y, por ningún motivo, perder la esencia que nos distingue como seres humanos, por cuanto, si la perdemos, corremos el riesgo de caer, justamente, en el grupo de aquellos individuos que restan, que envenenan y/o que dañan a otras personas, y que los demás terminen, a su vez, por no apreciar y valorar nuestra compañía, y nos condenen al aislamiento social y a soledad.
En síntesis: si usted está con personas que no suman, que desmotivan y que no aportan en nada, pues entonces… ¡apártelas y déjelas que se vayan!