Por Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Conferencista, escritor e investigador (PUC)
Cada 16 de abril se conmemora el “Día Internacional contra la Esclavitud Infantil”, y aunque pareciera que en pleno siglo XXI la esclavitud ya no existe y, menos aún, la esclavitud de tipo infantil, lo cierto, es que la realidad nos da una bofetada en la cara, ya que de acuerdo con cifras documentadas, la esclavitud infantil es “una realidad que afecta a más de 200 millones de niños y niñas a nivel mundial”.
Esta condición de esclavitud se concreta a través de diversas formas de sometimiento: esclavitud doméstica, explotación sexual, trata infantil, matrimonios a la fuerza, trabajos forzados, reclutamiento para convertirlos en niños-soldados, tráfico de órganos, etc. Y al respecto de “la esclavitud doméstica”, hace tan sólo unos días atrás, en el norte de nuestro país, fue rescatada una niña boliviana de ocho años, quien “fue vendida por su abuela a una pareja de la misma nacionalidad como esclava por una suma equivalente a U$ 350 dólares”.
Esta niña de ocho años tenía que levantarse a las cuatro de la mañana para preparar la jornada de esta familia: barrer, hacer la limpieza del lugar, hacer las camas, lavar la loza, lavar la ropa, etc. El trato era brutal, ya que si a la familia no le gustaba lo que hacía la niña, la privaban de comida, la golpeaban o la hacían dormir a la intemperie.
Y si de esclavitud, trabajo infantil y malos tratos –todo en uno– se trata, tenemos el caso de “una madrastra chilena que fue imputada y puesta en prisión hace unos días por cometer graves abusos físicos y psicológicos en contra de su hijastro de 13 años”. Los hechos se extendieron desde noviembre de 2023 hasta el 9 de abril de 2025 e iban desde: sacar al menor del colegio, obligarlo a realizar trabajos de diversa naturaleza para ella, prohibirle juntarse con otros niños u otras personas bajo amenaza de brutales golpizas, obligarlo a dormir y hacer sus necesidades en el patio de la casa, negarle el acceso a alimentación, golpearlo con palos y otros objetos contundentes, asfixiarlo con un cordón y quemarlo con una plancha caliente cuando, según esta “madrastra del año”, el niño se portaba mal o no hacía lo que ella quería.
Ahora bien, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y otras organizaciones sin fines de lucro que luchan en contra del trabajo infantil y de la esclavitud infantil –esta última, naturalmente, es mucho peor–, definen al trabajo infantil de la siguiente manera: “Aquel tipo de trabajo que priva a los menores de su niñez, de su potencial y de su dignidad y que, además, es perjudicial para su desarrollo físico y psicológico”.
Nuestro país, por su parte, se ha convertido en una nación donde el trabajo de menores pareciera haberse normalizado, por cuanto, en un informe de autoridades competentes se consigna que el “trabajo infantil afecta a miles de niños y niñas de entre 5 y 17 años”, en función de lo cual, no resulta para nada extraño ver niños/as en las calles limpiando autos, vendiendo flores, trabajando en los campos, ejerciendo como lustrabotas, haciendo de malabaristas en las esquinas de las calles o siendo reclutados por delincuentes para efectuar robos y asaltos, o bien, para convertirlos en los “soldados armados” de las bandas de narcotraficantes. A raíz de esta reprochable realidad ¿deberíamos hablar de trabajo infantil o, derechamente, de esclavitud infantil encubierta?
Si bien es cierto, que en otros países de Latinoamérica –Brasil, México, Perú, Bolivia, etc.– el número de niños y adolescentes en condiciones laborales y de esclavitud es mucho más elevado, ello no constituye excusa y/o justificación alguna para aceptar o permitir estas condiciones de vida infrahumanas de cientos de miles de niños, a los cuales se les ha coartado su derecho a ser protegidos y se ha conculcado su derecho a una calidad de vida acorde con el siglo XXI y de una sociedad que se considera a sí misma como “desarrollada”.
Un solo dato que puede ser verificado rápidamente: el Ministerio de Educación difundió cifras que sólo pueden ser calificadas de “altamente preocupantes” para el desarrollo integral de una nación, a saber, que en 2021 más de “186 mil niños, adolescentes y jóvenes de entre 5 y 21 años habían abandonado el sistema escolar”. En tanto que en el año 2022 más de 50 mil estudiantes abandonaron el sistema educativo y en el año 2023 fueron 50.814 niños y niñas, quienes salieron del sistema escolar, o bien, no habían sido matriculados en ningún establecimiento educacional. Con estas cifras en mano, la pregunta es una sola… ¿a dónde fueron a parar todos estos niños y adolescentes?
Destaquemos que el “Día Internacional contra la Esclavitud Infantil” se instituyó el día 16 de abril de 1997 como una forma de honrar la memoria de Iqbal Masih, un niño pakistaní, quien, después de escapar del trabajo forzado al que había sido sometido y dedicarse a luchar por los derechos infantiles, fue asesinado el 16 de abril de 1995 a los 13 años.
Cuando Iqbal tenía 4 años de edad su padre se lo entregó –en realidad lo vendió– a un fabricante de alfombras, a cambio de un préstamo en dinero, que luego, a raíz de los intereses de la deuda y de otros préstamos solicitados por el padre, la deuda se hizo imposible de pagar. Durante su corta vida, Iqbal llegó a trabajar hasta 12 horas al día haciendo alfombras, hasta que escapó, para dedicarse a denunciar la situación de abuso y explotación infantil que vivían miles de niños en Pakistán.
Su activismo por los derechos infantiles y las graves denuncias que hizo ante muchos medios de comunicación molestaron a muchas personas importantes que se enriquecían en forma obscena gracias al trabajo infantil, lo que condujo a que en el año 1995, mientras Iqbal viajaba en su bicicleta, fuera asesinado de un disparo.
Sea, entonces, honrada su memoria a través de este breve artículo.