Continuando la programación de la Sinfónica de Chile, organizada fundamentalmente en dos bloques, se presenció el retorno de Leonid Grin, titular de la agrupación, para dos programas Beethoven.
Gran interés revistió ver a Grin en lecturas beethovenianas, dado que más se le ha presenciado en repertorio ruso, aunque en su último concierto se le pudo ver una notable versión de la Sinfonía N° 9 (7) “La Grande” de F. Schubert, motivando continuar viéndolo en repertorio germano.
Después de una autorizada versión de la Novena Sinfonía “Coral” en el Teatro de Carabineros (del ciclo para Corp Artes), la semana siguiente se retomó la temporada tradicional en el Teatro de la Universidad de Chile, esta vez con otro programa Beethoven.
En cuanto a la visión beethoveniana que posee Grin, imposible escatimar elogios, por cuanto aborda sus obras con una inmanencia estructural de calibrada globalidad, y jamás diluyendo esfuerzos en innecesarias búsquedas de texturas y acentos que puedan desfigurar el discurso musical.
Así, con una impecable versión de la Obertura Egmont, Grin delinea los trazos con notable claridad expositiva, enfatizando con elocuencia las líneas melódicas de los distintos motivos, servidos con precisos acentos, inteligentes progresiones dinámicas y excelentes transparencias. Lamentablemente, se observaron desajustes iniciales en especial en las maderas, que luego se ajustaron como debían.
Anna Lissa Bezrodny, violinista ruso-finlandesa- fue la más notable solista para el Concierto para Violin beethoveniano. Poseedora de gran solvencia técnica y consumada musicalidad, brindó una versión muy personal, aunque en absoluto correlato al requerimiento de la obra. Con tempi más bien reposados, el primer movimiento lo enfrenta con sumo cuidado, respetando los trazos gruesos e íntimos de la obra, no dando pie a cuestionamientos de ininteligibilidad de la misma. Importante lucimiento en la gran cadenza, más un homogéneo desempeño musical y técnico en los demás movimientos (afinación perfecta, articulaciones más una generosa proyección sonora). Y la alada complementación de Grin en el podio, ayudó a un triunfo artístico de gran solidez. Notable la respuesta de los sinfónicos, con innegable hermosura y esmalte sonoro.
Con una esperada Sinfonía N° 3 “Eroica”, nuevamente Grin no decepcionó, validándose otra vez como un verdadero MAESTRO. El respeto hacia la misma música y sus autores es lo que caracteriza a Leonid Grin, entendiendo la verdadera sustancia que esconden las intenciones más efectivas de los compositores, respetando estilos y contenidos, y servidos con refinada sensibilidad. En la Eroica -obra fundamental y revolucionaria no sólo en la literatura beethoveniana, sino en la historia de la música- pudo percibirse en las manos de Grin y sus músicos toda la grandeza que esconde su discurso musical, con una linealidad auditiva sin tropiezos, y con una respuesta comprometida y profesional de la decana sinfónica nacional.
Un verdadero BEETHOVENFEST.
Por Jaime Torres Gómez