Creo que a aquel SEAMOS REALISTAS, PIDAMOS LO IMPOSIBLE de 1968, le faltó algo así como un…. “y ahí veremos”. Me parece que queda más completo, aterrizado, nada político y menos ideológico, que hoy es tan mal visto. Sin tanta poesía, es cierto, pero adecuado a los tiempos… a estos tiempos, no a aquellos en que aún se podía soñar con un mundo mejor sin que a nadie se le ocurriera que eso insultaba la racionalidad o que iba en contra de la supervivencia del ser humano.
Para reafirmar mi percepción, basta una mirada a los lúcidos aportes políticos de la semana pasada. Inauguró este agosto el ex senador y ex presidente del Partido Socialista (PS), Camilo Escalona, con el lanzamiento de su autobiografía, sugestivamente titulada “Duro de Matar”. Cual superviviente mitológico, entregó su visión de lo que es hoy Chile. Fue, en realidad, un balance algo desbalanceado y abarcó sólo los tiempos de la Concertación. Esas dos décadas más los meses que lleva el gobierno de la presidenta Michelle Bachelet y la Nueva Mayoría. Sus dichos fueron categóricos. Negó que la democracia chilena sea un “arreglín” entre las elites políticas, desechando, por tanto, la llamada política de los consensos. Y dividió a sus críticos entre los jóvenes que recién entran en la política y carecen de experiencia y “los que quieren volver a los 17”. Sus adversarios rechazan la postura centrista de Escalona, más cercana a la socialdemocracia europea y a la Democracia Cristiana (DC) chilena que a los planteamientos históricos de su Partido, el mismo del ex presidente Allende.
En la actualidad, la estrella de Escalona alumbra poco. Perdió la reelección para senador el año pasado y también fue alejado de los puestos hegemónicos del PS.
La semana continuó con el resumen que de la Junta Nacional de la DC hizo su presidente, el senador Ignacio Walker, en una entrevista del diario El Mercurio. Del cónclave salió fortalecido por el voto de sus correligionarios. Además, por primera vez apareció en las encuestas como figura con algún fulgor presidencialista. Poco, pero le sirvió para reafirmar la línea que ha impuesto a su colectividad. Especialmente, frente a las reformas que ha anunciado la administración Bachelet. Una de las más significativas ha sido la Tributaria. Luego de que ésta pasara sin problemas por la Cámara de Diputados, pese a una fuerte campaña en contra de parte de la derecha y del empresariado, en el Senado, donde el oficialismo también cuenta con mayoría, las cosas cambiaron. El gobierno aceptó negociar y se llegó a un acuerdo en el que estuvieron ausentes algunos de los integrantes de la coalición gubernativa. Ni los comunistas, ni los radicales fueron consultados. Y aunque no ha sido confirmado oficialmente, fuentes de la propia Nueva Mayoría han señalado que varios senadores democratacristianos comunicaron su decisión de no apoyar el proyecto si no se negociaba con la derecha. Entre las cabezas de esa maniobra se menciona al senador DC Andrés Zaldívar.
Días antes de la entrevista a Walker, el ministro de Educación, Nicolás Eyzaguirre, había asistido a la reunión anual del Instituto Chileno de Administración Racional de Empresas (Icare), la cuna de lo más representativo del empresariado nacional. Su presencia allí no era nueva. Se le conocía desde la época en que fue ministro de Hacienda, en la administración de Ricardo Lagos. Aunque resultaba innecesario en el ambiente en que se encontraba, Eyzaguirre quiso bajar el nivel de críticas que ha acumulado en su corta gestión como actual ministro de Educación. Resaltó la necesidad de buscar acuerdos y, como reafirmación de la sinceridad de sus palabras, recordó que no venía de Corea del Norte, sino del Fondo Monetario Internacional (FMI), donde ocupó el cargo de Director para el Hemisferio Occidental. Que más credencial. Su paso por el Partido Comunista ni siquiera es un recuerdo.
En la misma reunión de Icare fue galardonado el ex presidente Patricio Aylwin. Al ser consultado por la significación que tenía para él el premio recibido, dijo que era un reconocimiento a los esfuerzos de construir un Chile con el esfuerzo de todos. Y, hombre de convicciones firmes, agregó: “Guste o no, la política consiste en ensanchar los límites de lo posible”. Una reiteración de su máxima que ha marcado los últimos veinticuatro años del devenir de Chile.
Los primeros días de agosto han servido para subrayar que nada ha cambiado. Obviamente no está de moda pedir lo imposible, aunque la imposibilidad sea sólo una ilusión creada por quienes quieren evitar cualquier cambio que afecte sus intereses. Y en eso, la responsabilidad no es sólo de un sector. El análisis de las conductas debe comenzar por la cabeza. En algún momento, aunque sólo sea para la historia, la presidenta Bachelet tendrá que explicar por qué no ocupa en acción política el tremendo poder que siempre le ha entregado la ciudadanía. Eso de mantenerse en el anonimato mientras otros hacen el trabajo sucio, puede ser tácticamente muy beneficioso, y así lo ha sido, pero le resta a Chile a un conductor. A un referente capaz de asumir tareas complejas en pro de cumplir los compromisos con los más vulnerables que vayan más allá de estrechos subsidios.
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