14 de Julio de 2008. Hotel Crown Plaza. El MINEDUC da cierre al proceso de “diálogos por la educación pública” en los que se pretendía explicar los alcances de la recién aprobada Ley General de Educación. El evento termina con el famoso jarrazo a la ministra Mónica Jiménez.
6 de Junio de 2014. Centro Cultural Gabriela Mistral. El ministro Nicolás Eyzaguirre invita a diversos actores sociales para dar inicio al proceso de diálogos sociales para la reforma educacional. Como será el final de este proceso es algo que hoy es imposible de predecir.
Analicemos el contexto en el que llega esta invitación. El gobierno ha intentado tomar la ofensiva en la discusión educacional, pero limitándose a proyectos de ley en los que se regula al privado, olvidando por completo qué es lo que se entenderá por educación pública, qué rol se le exigirá y cómo se logrará que se vuelva el tronco central de nuestro sistema educacional. Básicamente, se han propuesto iniciativas para regular el mercado en vez de buscar terminar con él.
Aun así, los sectores más conservadores de nuestro país han puesto el grito en el cielo. La derecha política, los empresarios de la educación, la parte más arcaica de la Iglesia y las grandes Editoriales se han aliado para hacer aparentar como que en Chile nadie quisiera la reforma.
Tras las grandes movilizaciones de los últimos años y la tremenda derrota de la derecha en las elecciones, se podría esperar que tal intento sería inútil. Sin embargo, han tenido cierto éxito. Éxito que no se basa en que sus ideas sean recogidas por la ciudadanía, sino que principalmente en que el Gobierno se ha quedado absolutamente solo en esta materia.
En efecto, hoy nadie defiende el accionar gubernamental salvo los propios miembros del Ejecutivo. Incluso desde el interior de la Nueva Mayoría se asoman más y más voces críticas, mientras que el respaldo es prácticamente nulo. Esta soledad no es casual, es producto de la propia soberbia de un MINEDUC que parecía creer que le bastaba con la popularidad de la Presidenta y con la muñeca del ministro para poder avanzar.
¿Significa esto que cualquier reforma transformadora está condenada al fracaso?
En absoluto. La marcha estudiantil del martes pasado mostró una vez más la enorme vigencia de las demandas sociales por una educación en la que el mercado no tenga cabida, sino que sea concebida como un derecho garantizado por el Estado.
La potencia del movimiento estudiantil ha demostrado ser suficientemente fuerte como para hacer avanzar una reforma grande, que apunte a la raíz. Pero esa misma potencia puede convertirse en un freno si la reforma apunta a los excesos del modelo y no a su propia esencia.
La pelota, por lo tanto, está del lado del gobierno. Si la soberbia se acaba, y el gobierno muestra voluntad real de construir una reforma que se base en un consenso social amplio, con participación protagónica del movimiento estudiantil, entonces podremos construir la reforma que todo Chile viene soñando desde hace al menos 4 años.
Si por el contrario, la agenda legislativa del gobierno sigue avanzando en paralelo al proceso de diálogo convocado, y el ministro no manifiesta explícitamente que los pilares de la reforma educacional serán decididos en un proceso democrático, donde el parlamento y los partidos políticos pasarán a un segundo plano, entonces la soledad del ministro sólo se agudizará y la invitación a dialogar será mucho más parecida a una invitación a participar en un reality show.
La voluntad de dialogar de los actores sociales ha estado siempre garantizada, pero cuando esos diálogos son para avanzar e incidir. Que esta reforma no termine con un nuevo quiebre entre estudiantes y el gobierno depende exclusivamente del propio ejecutivo, porque como han mostrado las últimas semanas, sin los estudiantes el gobierno no será capaz de lograr ninguna reforma sustantiva.