Cuando se contrata, la definición de déficit de habilidades ha pasado de centrarse en habilidades técnicas e informáticas (hard skills) a centrarse en habilidades sociales (soft skills) que engloben la comunicación y la creatividad.
Por Rukmini Banerjee
Sabemos que en la actualidad el crecimiento de puestos de empleo no corresponde al aumento del número de titulados universitarios y que la crisis de desempleo es una gran preocupación para muchos países.
Aun así, las empresas y sus líderes empiezan a insistir en que la oferta actual de candidatos no cubre su demanda de talento. Un estudio realizado por Workforce Solutions Group, en St. Louis Community College, establece que más del 60% de las empresas contratantes afirman que hay una falta de “habilidades comunicativas e interpersonales” por parte de los candidatos. Según Martha White en su artículo “The Real Reason College Grads Can’t Get Hired” (“La verdadera razón por la que no se contrata a los titulados universitarios”), un alto porcentaje de gerentes de diferentes empresas dicen que los candidatos de hoy en día no son capaces de pensar de forma crítica o creativa, resolver problemas o escribir correctamente.
Efectivamente. A pesar de que las empresas son las que están en posición de decidir, siguen sin encontrar lo que buscan, algo que nos plantea la siguiente pregunta: ¿se trata de una crisis de empleo o de educación?
“Resulta curioso ver cómo la definición de déficit de habilidades ha pasado de centrarse en habilidades técnicas e informáticas (hard skills) a centrarse en habilidades sociales o soft skills que engloben la comunicación y la creatividad”, afirma Janette Marx, vicepresidenta de Adecco Staffing US. El déficit actual se refiere, entonces, a una ausencia de aptitudes necesarias tanto para la clase trabajadora como para la clase ejecutiva. Marx afirma: “Las instituciones educativas tal vez enseñen algo de estos elementos en la era digital en que vivimos, pero las escuelas deben incluir tanto habilidades técnicas como sociales en sus programas, lo que derivará en una generación de candidatos mejor preparada y un sector laboral reforzado.”
Aunque algunas instituciones innovadoras ya se centran en estos soft skills, un informe de la SSIR (Standford Social Innovation Review) publicado recientemente, “Educating a New Generation of Entrepreneurial Leaders” (“Educando a una nueva generación de líderes emprendedores”), indica que la gran mayoría de instituciones educativas siguen sin preparar adecuadamente a sus alumnos para liderar, cooperar con compañeros o trabajar por el cambio positivo en el mundo. Habilidades tales como la resolución de problemas, el liderazgo, el trabajo en equipo, la empatía y la inteligencia social y emocional siguen quedando fuera del programa de la mayoría de escuelas, lo cual hace que el déficit de habilidades sea cada vez más grande.
En una entrevista para el New York Times realizada en febrero de 2014, Laszlo Bock, vicepresidente de Recursos Humanos de Google, afirmó que el sistema de evaluación y puntuación de los exámenes son criterios sin valor en el campo de la contratación y que casi el 14% de algunos equipos de Google están formados por trabajadores sin formación universitaria. Aunque las buenas notas no sean algo malo y se requieran aptitudes especializadas para muchos puestos, hay una serie de características que, a la hora de contratar, hacen que las empresas de todo el mundo se fijen más en unos candidatos que en otros: las dotes de liderazgo, la humildad personal e intelectual, la capacidad para atribuirle un propósito al trabajo y la capacidad de tomar posesión en cualquier tarea encomendada. Bock también reflexiona sobre el hecho de que aunque podemos preparar a nuevos empleados para muchas habilidades técnicas, un candidato sin dichas habilidades personales no tiene ninguna posibilidad.
Aaron Hurst es miembro de Ashoka y director ejecutivo de Imperative, una nueva organización dedicada a conectar a las personas con su objetivo profesional. En el Ashoka U Exchange celebrado en la Universidad Brown el mes pasado, Hurst expuso su opinión sobre cómo hemos pasado gradualmente de ser una economía industrial a una economía de servicios, y últimamente a una economía basada en objetivos. Un cambio que sin duda se centra más en las relaciones personales y el trabajo en equipo como los principales pilares de nuestro trabajo, y no tanto en un mero intercambio de bienes o servicios. “No se trata de las habilidades que tengamos”, dijo, “sino de cómo abordemos nuestro trabajo”.
Dicho esto, sigue habiendo determinadas industrias que requieren formación en habilidades técnicas específicas –por ejemplo, en ciencia, ingeniería o contabilidad– como requisito básico para el empleo, pero debido a la incapacidad de comunicar o simplemente cooperar, nos hallamos ante la famosa “crisis STEM” (por sus siglas en inglés, crisis de conocimientos sobre ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas). Parece que estas industrias y las instituciones educativas, que estarían preparando supuestamente a sus futuros empleados, fracasan al no trabajar conjuntamente para proporcionar a los estudiantes americanos la educación adecuada, lo cual plantea otra crisis de educación: no sólo hay muchos titulados universitarios que carecen de la preparación suficiente en cuanto a habilidades sociales, sino que también carecen de las habilidades técnicas que les abrirían las puertas a nuevos empleos. Como resultado nos enfrentamos a una economía laboral que no puede cubrirse, al menos en Estados Unidos.
En respuesta a esto, Rafael Álvarez, miembro de Ashoka, fundador y director ejecutivo de Genesys Works, y también participante en Ashoka U Exchange, inició su organización “para preparar a estudiantes de educación secundaria en posición de desventaja para entrar y prosperar en la economía, proporcionándoles los conocimientos y la experiencia laboral necesarias para alcanzar el éxito profesional”. Álvarez cree que para alcanzar esta meta se necesitará “la unión completa de empresas y educación para incluir a la próxima generación de estudiantes de bajo nivel económico en puestos profesionales” y “un sistema de responsabilidad escolar que mida cómo las escuelas preparan a los estudiantes para la vida una vez terminada la enseñanza secundaria”.
Parece que está claro lo que se necesita: un esfuerzo de cooperación por parte de las empresas y los líderes educativos para diseñar las directrices que más urgen para el futuro de la educación, con un feedback bilateral que apoye todo el proceso. Debido a que la población activa y las habilidades cambian constantemente de forma rápida, los líderes de las políticas educativas, sistemas universitarios e industrias deben trabajar juntos para crear una estrategia de “gestión de talento” a nivel nacional, con el objetivo de construir un sector laboral competitivo. Fomentando proactivamente las habilidades “de cambio” como la empatía, la creatividad y el liderazgo entre los actuales y futuros empleados, y modificando el sistema educativo para proporcionar habilidades técnicas que puedan serles útiles en un futuro de cara al mercado, tal vez consigamos acabar con el creciente déficit de talento.
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