Doble estándar internacional

Publicado por Equipo GV 7 Min de lectura

Por Arturo Jaque Rojas.

Charlie HebdoA propósito de la masacre perpetrada en París, en  Charlie Hebdo, ha sido unánime e incondicional la condena- a lo que yo me sumo a rajatabla- por las de víctimas,  por la frialdad de los asesinos, por la barbarie y brutalidad de su accionar que no  responde sino a la lógica del horror y el espanto, que es parte del repertorio de recursos del ser humano, con  los  que a veces trata a sus semejantes. Huelga agregar: otros policías muertos, los fallecidos en el supermercado  judío. Hoy, por demás, mandatarios y mandatarias de Europa, se reunirán en París, para  marchar contra el terrorismo, y a  favor de los  valores de la libertad.

Pero, como un ciudadano de un confín del mundo, me llama a  reflexión que se hable del terrorismo in abstracto, como si éste hubiera surgido de la nada; que se muestre los rostros de los homicidas y criminales una  y otra vez, lo que es una  práctica de manipulación, destinada a aturdir las conciencias,  pues no permite  el ejercicio de la intelección; pero, especialmente, que no haya una mirada  siquiera sobre la causa basal de este fenómeno, aunque  ello no significa  contextualizar en un sentido mañoso y sofístico, practica a que nos tienen acostumbrados, con piel endurecida,  alma  encallecida y sin vergüenza, nuestros representantes, que cometen las bellaquerías y canalladas más grandes; y después  borrón y cuenta nueva, total “la memoria es frágil”; sino permitir que  decanten las emociones, para poder  abordar, con   racionalidad, lo sucedido; y poder  tomar medidas concretas  para apuntar a su combate efectivo y ulterior erradicación definitiva.

Sin embargo, en el mismo tenor planteado y que  implica  el cariz de  este escrito: ¿Es posible imaginar  siquiera que  una persona, “en un arrebato de  integrismo”  tome un rifle kalashnikov, y un  buen día salga  como loco, por la calles y avenidas de una ciudad, decidido a llegar hasta un objetivo predeterminado, a matar a quienes estuvieran por delante, y a rematar a  un policía, completamente  indefenso y entregado a su “misericordia”, o a su absoluta ausencia de ella, que es  la  crueldad pura?.

No digo que no haya acaecido, lo que sería patológico de mi parte; mas, eso sí,  me interesa que se entregue todo la información disponible para poder  formarme una impresión general y ponderada;  no sólo   sufrir  el trauma de la imagen  terrible,  en que   diversos noticieros de nuestro país se han regocijado, una y otra vez, mostrando la escena en que  un  terrorista  remata a un policía.

No obstante lo anterior, cualquiera que haya sido la coartada,   causa que decían propugnar,  seudo-justificación de su  proceder que derivó en degollina, nada  puede validar una acción que  es condenable per se,  ya que destroza todos los criterios, los valores y las normas que posibilitan la convivencia  humana. Y, si por  debilidad o  pusilanimidad, temblamos ante la salvaguardia del acervo universal ético y moral,  para  viabilizar  nuestro modo de vida y la  cohabitación con  culturas heterogéneas, estaremos arriesgando, una vez más, el porvenir, amén de poner en peligro, igualmente, la remota oportunidad de llegar a consensos con la diversidad, sobre la  base de  un mínimo común denominador, que atañe a nuestra humanidad, lo que compartimos con y entre  cristianos,  musulmanes, budistas, taoístas, judíos, ateos, agnósticos, etc..

Ahora bien, ello no puede ser  óbice para desconocer  que como en la mayoría de estos  eventos atroces, en que la opulenta y poderosa sociedad occidental, cuyo líder por excelencia en Estados Unidos, el país vanguardia de la globalización, y que se autoproclama bastión y paladín de la libertad, la democracia y los derechos humanos, con sus países vasallos y satélites,  experimenta, en carne propia, el terror que  ha sembrado por doquier a lo largo de la  modernidad y de la post-modernidad,  se me ocurre pensar que no sabemos ni nos permitirán conocer la totalidad de lo ocurrido, y que sólo manejamos fracciones de información, lo que les conviene a los  mass media, las  ominosas redes del poder totalitario de las   transaccionales, ideológicas y mediáticas, que controlan  los  flujos de información.

Por tanto, con una porción tan endeble como ínfima, las personas se  adhieren a  su fragmento, como si fuera  la verdad absoluta. Recuerdo que en el libro “La Consolaciones de la Filosofía”, de Boecio, hay un pasaje, en que se describe como los filósofos despedazan la túnica de aquella mayestática dama; entonces, que se puede esperar de la turbamulta, que alimenta su entendimiento con  porciúnculas  de los hechos acontecidos, como si fuera   revelaciones de oráculos.

En todo caso, dentro de toda esta conmoción  que se ha suscitado,  y que ha  cundido por el mundo, a través de los canales virtuales, algunos se han enfrascado en la dicotomía se  identificarse con los palestinos que fueron masacrados por el ejército israelí en la última   agresión sionista contra la  Franja de Gaza, ignorando a las víctimas del atentado terrorista consumado contra  Charlie Hebdo.

A mí, en lo personal, en la conciencia, en el alma, me duele tanto la muerte de tantos niños palestinos, y la  indiferencia del mundo entero, y como Estados Unidos, Francia, Inglaterra, y otras  potencias hipócritas, fariseas, hicieron la vista gorda  al respecto,  mientras  las hordas de criminales avanzaban matando a diestro y siniestro, como  quienes fueron asesinados por  defender y encarnar un principio  como es la libertad de  expresión, una de las piedras angulares  de nuestra civilización, la que no podemos imponer por la fuerza de las armas, por la dominación y colonización tanto política, cultural, ideológica, económica, so peligro de   sembrar odio, que luego será retribuido con creces.

Claro  está que me hubiera  gustado  contemplar como los “mandatarios y mandatarias de Europa” así como el presidente de Estados Unidos, hubieran puesto en común su voluntad para detener el genocidio  de los palestinos, marchado por la Franja de Gaza oponiéndose de hecho y de derecho  a la aniquilación de un pueblo; lo que hubiese   provocado una reacción mundial de aprobación y  de  total convergencia, en orden a que nadie,  ningún pueblo puede  sea entregado a la sevicia, a la saña de otro más poderoso que está  compenetrado con el imperativo de exterminarlo.

 

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