“Todo lo que temíamos del comunismo –que perderíamos nuestras casas y nuestros ahorros y nos obligarían a trabajar eternamente por escasos salarios y sin tener voz en el sistema- se ha convertido en realidad bajo el capitalismo” (Jeff Sparrow)
Por Arturo Alejandro Muñoz
Las personas mayores de 50 años crecieron escuchando la misma cantinela expresada por economistas, políticos conservadores y empresarios de derecha; que era necesario combatir el temible y temido comunismo porque esa corriente ideológica sentaba sus acciones en la inexistencia de propiedad privada y en el afán prohibitivo de la libre empresa, la libre voluntad, la libre prensa y todo lo libre que se les venía a la cabeza al momento de pontificar sobre las bondades de la otra alternativa, el capitalismo.
Al comenzar la década de 1990 los regímenes socialistas se habían derrumbado y el capitalismo emergía fuerte, voraz y soberbio como el gran triunfador. Las mentadas ‘libertades’ podían desarrollarse entonces a plenitud… según el verso de los dueños del dinero. Pero, en Chile ello ya había ocurrido con cierta antelación, pues a partir del año 1974-75 las impetraciones derechistas -respecto de soltarles las amarras al señor mercado- habían establecido sus bases de manera monopólica gracias a la dictadura de un gobierno militar, el que permitía la ausencia de otras alternativas económicas al nuevo referente de la oligarquía criolla: el neoliberalismo.
En el caso de nuestro país han transcurrido cuarenta años de presencia hegemónica de un neoliberalismo rampante que logró -con bastante facilidad además- atrapar a muchos políticos que años antes decían ser adversarios a muerte de esa corriente económica. Fue cuestión de invitar a estos últimos a visitar la cueva de Ali-Babá, entregarles algunos billetes y otorgarles un puesto en los directorios de ciertas empresas. Tan fácil como coser y cantar.
Entonces, lo dicho: cuatro décadas de neoliberalismo sin cortapisas ni competidores. Cuarenta años de libre ejercicio del delito encorbatado. Cuatrocientos ochenta meses de acción en terreno libre, con apoyo irrestricto de los poderes del Estado, en especial el Ejecutivo y el Legislativo. No obstante, pese a tantas facilidades, el sistema neoliberal tampoco ha sido capaz de eliminar las grandes diferencias económicas de la población. Por el contrario, aunque disfrazadas de carnaval, las ha solidificado, cuando no las ha incrementado.
Todo lo mencionado en las líneas anteriores apunta a sostener que ningún ‘fans’ de esa corriente económica-política puede siquiera explicitar una mínima crítica en cuanto a que “las condiciones nunca estuvieron dadas favorablemente para el desarrollo de las acciones que el sistema requería”. Imposible afirmar tamaña falacia, pues el sistema de marras siempre contó con el cobijo y decidido apoyo de los dos bloques políticos principales: Alianza y Concertación (o Nueva Mayoría), quienes vienen cohabitando en La Moneda desde 1990 a la fecha.
Así planteadas las situaciones, ¿qué nos ha enseñado, qué nos ha dejado como lección el neoliberalismo? Ejemplos hay muchos; me permito exponer solamente aquellos que me parecen relevantes.
Hemos aprendido que en el sistema neoliberal una Deuda de la Banca es Deuda Pública… y hemos aprendido además que también es Deuda Pública: la caída de las exportaciones; la baja del IMACEC; un ‘crack’ (o ‘crash’) bursátil; la baja en la producción industrial; la desaceleración de la economía local y, cómo no, una tormenta de nieve en EEUU, el desborde de un río en China o el resfrío de algún jeque petrolero en Medio Oriente.
Como corolario de lo anterior, tuvimos que memorizar otras lecciones, a saber: que tanto la brecha económica como las pensiones miserables y el grave endeudamiento de los chilenos, NO son Deuda Pública. Finalmente, logramos confirmar que era muy cierto eso de “empresarios y políticos son capitalistas en las ganancias, y socialistas en las pérdidas”.
Descubrimos, tarde en verdad, que aquellos terroríficos avisos sobre las maldades del comunismo eran hechos reales que el capitalismo lograría llevar a cabo, pues tal como afirmó el escritor y ex activista político australiano, Jeff Sparrow : “todo lo que temíamos del comunismo –que perderíamos nuestras casas y nuestros ahorros y nos obligarían a trabajar eternamente por escasos salarios y sin tener voz en el sistema- se ha convertido en realidad bajo el capitalismo”.
Y si usted cree que nada más hay respecto al neoliberalismo salvaje que impera en Chile, afírmese en esa opinión y prepárese para jubilar con una pensión miserable pero, además, luche con denuedo para evitar que una entidad bancaria se apropie de su vivienda entregándole a cambio una exigua cantidad de dinero bajo el dolo apellidado “hipoteca”, mismo que algunos parlamentarios siguen impulsando tozudamente como evidente manera de pagar servicios económicos prestados a ellos por una Banca predadora y avara.
Además de lo ya dicho, ¿qué otras lecciones nos dejan en Chile estos cuarenta años de neoliberalismo? Parece quedar claro que la formación de mafias y el narcotráfico son partes vivas del sistema, el cual no podría prosperar sin esos dos aditamentos criminales. No olvidar tampoco otro perfil que es propio del capitalismo: todo aquello que no pueda ser negociable, comercializado ni transable en la Banca o en la Bolsa de Valores, debe ser dejado de lado por los gobiernos y los parlamentos por constituir “molestia o traba económica”. .
Neoliberalismo y comunismo han logrado, por fin, unirse en ciertos tópicos políticos a tal grado que se confunden y se mezclan en un cuerpo único. En los regímenes comunistas era el Partido quien designaba a las personas que ocuparían los cargos públicos principales (y también los pequeños). En esos procesos, el pueblo no era consultado ni consideradas sus posibles opiniones. Comunismo, le llamaban.
En el sistema neoliberal, afirman sus dirigentes, imperaría la democracia, pero en el caso chileno tal asunto es un mero decir porque al igual que en el comunismo fueron los partidos quienes designaron (a lo largo de cuatro décadas) a las personas por las cuales los electores podían sufragar. Terminada la elección, los ciudadanos debían bajar la cabeza, callar y no entrometerse en las decisiones políticas hasta el día en que, nuevamente, los partidos les convocaran. Democracia protegida, le llaman.
En los tiempos actuales, si uno pone atención a la calidad moral de los más destacados líderes políticos del sistema neoliberal en América Latina, lo más probable es que nos afecte la depresión. Vea usted quiénes son esos líderes hoy día. Álvaro Uribe y José Manuel Santos en Colombia; Peña Nieto en México; Sebastián Piñera en Chile. Falsos positivos, tumbas clandestinas, Ayotzinapa, colusión de farmacias, acción fraudulenta en un Banco, etc., resultan mostrarse como lo más destacado de sus respectivos currículos.
Pero, han privilegiado el derecho a expoliar sus respectivos países y pueblos, por lo que las megaempresas transnacionales les brindan aplausos y vítores. Es el neoliberalismo en acción.