Por Rodrigo Durán Guzmán
Algo que cualquier personaje “influyente” debe considerar en la era de la comunicación digital es que no sólo se hace preso de sus palabras o afirmaciones, sino que también éstas serán parte del escrutinio ciudadano. En esa arena, tanto a favor como en contra, la opinión pública construirá sus percepciones y “análisis” desde un sitial que no precisamente abarca la objetividad sino más bien lo contrario. Una regla de oro de la cual los influyentes podrán o no hacerse cargo, considerar o no considerar, pero ciertamente algún coletazo, repercusiones y réplicas traerán consigo.
Esto fue lo que le ocurrió a Fernando Villegas en Tolerancia Cero donde no encontró mejor afirmación que “Pasó la vieja, el país está en otra”. Algo que podría pasar sin pena ni gloria, y a lo cual muchos podríamos adherir y respaldar pero aquí es donde el tacto, tino y criterio no pueden fallar: eso se lo dijo nada más ni nada menos que a Carmen Gloria Quintana, víctima del atentado del 2 de julio de 1986 (en plena decadencia dictatorial) en el que fue rociada con combustible por una patrulla militar, mismo hecho que le costó la vida al fotógrafo Rodrigo Rojas.
¿Resultados de tal afirmación? Una serie de epítetos y demases que no dejaron títere con cabeza en la red social del pajarito. Así también le costó el retiro de la venta de sus libros en una reconocida librería que nos remonta icónicamente a esa clásica novela del escritor británico Anthony Burgess. En fin, tras esa afirmación Villegas se graduó de facho, de momio, de UDIboy y un casi seudo sobrino – hijo – nieto y heredero del apellido Pinochet. Si lo que trató de expresar es que Chile no puede seguir anquilosado a las lógicas del SÍ y el NO, o que a la Nueva Mayoría se le acabaron los argumentos de gobernar y por eso su única salida es reabrir las heridas del pasado retornando una y las veces que sean a esa historia negra de nuestro país, claramente su objetivo fue un epic fail. Porque si Villegas piensa que vive (o vivimos) en un país moderno, reconciliado, tolerante y capaz de avanzar con equidad se equivoca rotundamente y la razón es bien simple: ocurre que la vieja no ha pasado y no tiene, especialmente para quienes vivieron esa época y lucharon contra la dictadura para el retorno a la democracia, porque pasar. Porque eso que gobierno tras gobierno se han esmerado por llamar “reconciliación nacional” no es tal por una cuestión bien sencilla: una reconciliación real, de reencuentro, de cerrar las heridas, de entregar la información completa sobre los hechos ocurridos y de ofrecer el consiguiente perdón no le conviene al establishment tanto de Derecha como de Izquierda. Es, para estos conglomerados, una especie de balanced scorecard que cada cierto tiempo hay que reflotar para alinear a sus bases ya que, y a falta de no tener algún proyecto concreto que ofrecer a Chile y sus ciudadanos, mejor seguir entrampados en lo mismo, marcando el paso y retrotraernos a tiempos oscuros cada vez que sea necesario. Es mucho más fácil apelar a lo emocional que dedicarse a trabajar y pensar en la construcción del país no sólo que queremos hoy sino para los años venideros. Qué importa que las brechas de desigualdad se mantengan y cada vez se hagan más morbosamente elocuentes. Qué importa que las promesas realizadas en campaña no se cumplan. Qué importa evadir impuestos si la justicia no hará su trabajo de manera eficiente. Que importa seguir haciendo negocios a costillas del trabajo y los impuestos que pagan la inmensa mayoría de compatriotas que no necesariamente son parte importante del PIB nacional. Siempre habrá alguna excusa, algo en la agenda, algún tema de coyuntura que desviará la atención con su cosiguiente “Paso”.
Fíjese que la expresión “pasó la vieja” se usa cuando una situación ventajosa, en general de breve duración, ya ha terminado y no se puede sacar provecho de ésta sea cual sea el contexto. Ejemplo de lo anterior es que, al día siguiente de su participación en Tolerancia Cero, Carmen Gloria Quintana recibió los espaldarazos por parte de todos los sectores políticos, incluso de quienes respaldaron la dictadura. Y es que habría que estar muy deschavetado, desde el rol político, para no empatizar su persona considerando la altísima desaprobación de la cual gozan nuestros representantes demostrando su “oportuna” capacidad.
Pero previo a esto no olvidemos que fue ella quien afirmó a los medios de comunicación que la actual presidenta le había salvado la vida en la Posta Central, cuestión que no fue ni confirmada ni tampoco desmentida por la mandataria. Posteriormente sería la prima de la presidenta, doctora Vivianne Bachelet, quien aclararía que ella fue quien atendió a Quintana y Rojas. No olvidemos tampoco su mediático round con Enrique Correa en un toma y dame que quedó sólo en eso. Cambiando de tema, pero en el marco del mismo denominado caso Quemados, resulta imposible pasar por alto las detenciones de los cinco militares en retiro (la funa a Julio Castañer es simplemente memorable) que fueron detenidos para ser interrogados por el juez Mario Carroza en el marco del proceso investigativo. Y esto, que está comenzando, prepara un escenario propicio para las pretensiones divisionistas (el clásico “Divide et impera” usado en su momento por Julio César y Napoleón) de cara a la conmemoración de un nuevo 11 de septiembre pero que no es cualquier 11: la institucionalidad política está por el piso, la aprobación de la presidenta en mínimos históricos, la Derecha – Alianza o como se llame no existe y el 2016 hay elecciones municipales calentando motores para lo que sucederá el 2017. Por eso y tantas otras razones, y aun cuando hay quienes anhelamos una reconciliación real para que Chile salga de una buena vez adelante con principios tales como equidad y justicia social, esa idea de que “pasó la vieja” o “el país está en otra” no son verdad. Y no lo serán porque quienes deciden, por quienes usted legitima con su voto en cada elección, no quieren que esto cambie.
Probablemente podríamos seguir enumerando cosas, hechos, contextos y situaciones pero cuidado: no vaya a ser cosa que por dedicarse sólo a criticar y cuestionar, mientras le restriegan la diuca en su cara a diario, se le vaya a pasar la vieja.
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