La Declaración sobre los Derechos del Niño fue aprobada el año 1959 por parte de las Naciones Unidas y ratificada en Chile el año 1990. Estos derechos se rigen por cuatro principios fundamentales: la no discriminación, el interés superior del niño, su supervivencia, desarrollo y protección y su participación en decisiones que les afecten.
El maltrato infantil es uno de los grandes problemas que afectan a niños y niñas de todo el mundo, prácticas arraigadas y naturalizadas culturalmente vulneran sistemáticamente los derechos de niños y niñas en espacios en los que deberían sentirse protegidos. Las consecuencias del maltrato infantil son diversas, entre ellas se ha descrito estrés, trastornos en el desarrollo cerebral temprano, alteraciones en el sistema nervioso e inmune, mayor riesgo de sufrir problemas físicos y de conducta, incremento de conductas de riesgo, deserción escolar, consumo problemático de sustancias, entre otras.
La prevención bajo un enfoque multisectorial parece ser la clave cuando se piensa en abordar el fenómeno del maltrato infantil, a través de políticas y programas que incentiven la educación y apoyo a los padres y cuidadores, sin descuidar la misión imperante de disminuir las desigualdades sociales y de género que fomentan las conductas hostiles y violentas.
Instancias como el desempleo, la pobreza o malas condiciones de vida sumado a la inestabilidad socioeconómica son escenarios propicios para incubar prácticas que fomenten la violencia en las comunidades, con esto el rol del Estado cobra relevancia.
Frente a nuestro escenario país, sumergido en la incertidumbre política y social, en que la inestabilidad económica y sanitaria es pan de cada día, es importante reflexionar sobre las conductas de agresión psicológica y física en la población infantil, no solo de aquellas que nos conmocionan a través de la opinión pública, sino de aquellas que ocurren en nuestros hogares y que se disfrazan de conductas “educadoras”.
Hacernos cargo es urgente, de los niños de hoy depende el país y el mundo que seamos mañana.
Angélica Silva Ríos
Jefa de carrera Fonoaudiología Universidad Santo Tomás sede Viña del Mar