En medio de un intenso debate político se presentó en La Moneda la denominada “Comisión por la Infancia”, que pretende dar urgencia, al drama de los niños más excluidos de nuestro país, en particular resolver esta verdadera tragedia institucional, que ha significado el funcionamiento del Servicio Nacional de Menores.
No es una comisión más. Es una entidad con propósitos definidos, transversales que incorpora oficialistas y opositores, por eso mismo, cuestionada por sus detractores, que ven en esta iniciativa una intención de reemplazar al Congreso en el debate público, o de dividir a la oposición. Sinceramente temas tangenciales que develan más bien las pequeñeces humanas y sus grandes egos que la preocupación real y urgente de lo que los convoca.
Pero más allá del debate político, se aprecia una apuesta audaz y original. Se establecen plazos y mecanismos de trabajo consistente. No es una instancia asamblearia, que busca legitimar decisiones, la componen sólo 26 personas, liderada por los ministros de Desarrollo Social y Justicia.
La apuesta por la Comisión de la Infancia, debe generar los resultados que el país reclama, y debiera permitir, frente a graves problemas, ser capaces de enfrentarlos por medio de una forma diferente de construir acuerdos. Es lo que el país espera.
Por Rafael Rosell Aiquel
Decano
Facultad de Derecho y Gobierno
U. San Sebastián