Desde la oposición han cuestionado vehementemente el fallo del TC en materia de educación superior. Sin embargo, lo que este sector olvida es que el rol del Tribunal Constitucional es velar por el cumplimiento y respeto irrestricto a los derechos y deberes contemplados en nuestra carta fundamental, en este caso puntual, el de la libertad de enseñanza. Por lo tanto, los dardos más bien debieran apuntar a Michelle Bachelet y el proyecto de reforma a la Constitución presentado sólo minutos antes de terminar su mandato, entendiendo que la Nueva Mayoria tuvo cuatro años para hacer las cosas bien, en forma seria, pero cuando se privilegia la retroexcavadora por sobre criterios tales como los acuerdos, los consensos y el trabajo bien hecho, sólo queda intentar resarcir el daño causado a las chilenas y chilenos en base a criterios populistas, sin fundamentos ni mucho menos sentido común.
Por Rodrigo Alonso Durán Guzmán