Por Arturo Jaque
Siendo la democracia, el único sistema político que permite, alberga y cultiva la integridad del ser humano, su dignidad, sus derechos, sus libertades, su intimidad, su libertad de emprendimiento, tal vez habría que defenderlo recurriendo a la historia.
Aunque sé que para algunos será motivo de ludibrio, o de mera descalificación; ya que es inimaginable encarcelar a la élite, o desterrar a los sátrapas o a los demagogos.
Aplicar el “juicio de residencia” a los y las funcionarias, que hayan cumplido un mandato, o el período de un cargo, o una función designada, y a quienes se les haya comprobado algún delito o crimen, pero sin penas alternativas. Pienso yo- al menos lo creo así en lo personal- que hay un asco frente al show que se monta en tribunales para enjuiciar a los criminales de cuello y corbata, para que después queden libres polvo y paja, con salidas alternativas, y con pagos de multas o de indemnizaciones, etc. Ellos abandonan los tribunales, vistiendo sus mejores galas; mientras que, en las cárceles del Estado, se pudren los pobres.
Y consumar el ostracismo, que no es darse un atracón con ostras. Quien llegue acumular demasiado poder económico, político, ideológico o de la laya que fuere; y que según un procedimiento objetivo, llegara a constituir una amenaza para la estabilidad de la democracia, debiera ser juzgado; y, eventualmente, desterrado por un período determinado, aunque sin privarlo de su condición de ciudadano o ciudadana, y sin despojarle de sus bienes; para que se le disipara la ambición por perpetrar el asalto al corazón mismo de este sistema, el único concordante con la naturaleza humana, y que posibilita y viabiliza el despliegue del potencial humano, y la convivencia sin la temida lógica de que el hombre es “ el lobo que devora a los corderos”.