Por Jaime Torres Gómez
Luego de un sólido concierto dirigido por el sueco Ola Rudner, la semana siguiente este mismo maestro abordó, con la misma Sinfónica Nacional de Chile, un desafiante programa Ravel-Debussy.
Cabe señalar que la presente temporada de la Sinfónica ha respondido, en lo macro, a su línea editorial tradicional, contemplando algunos estrenos como obras de repertorio habitual, pero con una merma de música contemporánea y aún más escasez de obras especialmente comisionadas a compositores locales, al focalizarse más a un público consumidor de repertorio más tradicional. Esto, debido a la idea de incrementar audiencias disminuyendo espacios a lo nuevo o menos recurrido, decreciendo el interés de las propuestas programáticas… Así, en tal contexto, este programa impresionista -con importante afluencia de público- contempló obras de amplio gusto, aunque algunas un tanto repetidas…
Abrió con la Suite Mi Madre la Oca (Ma Mère l’ Oye), de Maurice Ravel, obra largamente ausente en las temporadas locales, y por cierto bienvenida… Originalmente escrita para piano a 4 manos, luego Ravel la orquestó y más adelante incorporó las 5 piezas de esta suite a la música del ballet homónimo. La versión del maestro Rudnertuvo completos aciertos de enfoque más una dócil respuesta de los sinfónicos, máxime al tratarse de una obra en extremo delicada e inscrita dentro del impresionismo musical francés, de por sí complejo en timbres y colores. Importantes logros grupales y solísticos, con diáfanas transparencias, contrastes y elocuencia discursiva.
Siguió con el Concierto para Piano en Sol Mayor del mismo Ravel, de notables bondades composicionales. Con sorprendentes hallazgos, posee una inteligente concisión del material temático, cautivante enjundia melódica, interesante variedad estilística influenciada por el jazz más un acendrado espíritu romántico en clave impresionista, revistiéndolo de sólida factura. No obstante su valor intrínseco, debe concederse que ha gozado de amplia frecuencia local en comparación al otro gran concierto raveliano -el de la Mano Izquierda-, que urge ser programado…
Tras una larga ausencia en la Sinfónica, fungió de solista el pianista chileno Javier Lanis, sorprendiendo nuevamente por su solvencia musical y depurada técnica, como años atrás en los conciertos Prokofiev N° 3 y Brahms N°1. Con delicado toucher, hilvanó un discurso interpretativo de completa coherencia y sentido de contexto, compendiando honda expresividad e inteligente espíritu analítico. Por su parte, Rudner y los sinfónicos tuvieron magnífico complemento y fundido diálogo junto al solista, con debido ajuste, calibrados balances y diáfanas transparencias.
Finalmente, una notable versión de El Mar (La Mer) de Debussy, obra de alguna manera asidua en las programaciones de la Sinfónica. Impresionó el escrupuloso trabajo en timbres, colores y matices realizado por Rudner, entendiendo a cabalidad cómo debe abordarse la estética impresionista francesa, logrando el debido sonido esfumado -asociado más a lo insinuado que a lo obvio…-, logrando la etérea atmósfera requerida(entre “flottant et suspendu”). Completos triunfos de conjunto e individuales de los sinfónicos, y en completa sumisión a la excelencia de cátedra brindada por el maestro Rudner.
En suma, un concierto de gran factura, con una Sinfónica espléndida junto a un director y solista de indiscutibles solvencias.
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