Por Jaime Torres Gómez
En el marco del ciclo de las 32 sonataspara piano de Beethoven, programado por el Centro de Extensión Artística y Cultural de la Universidad de Chile (CEAC), y bajo la curatoría del destacado pianista Luis Alberto Latorre, la penúltima sesión estuvo a cargo de la decana pianista nacional, la destacadísima maestra Edith Fischer (1935).
Cabe señalar que este ciclo corresponde a su segunda versión y se desarrolla en el Teatro de la Universidad de Chile, convocando a los más destacados pianistas nacionales junto a otros radicados en el país. Además de constituir un foro de innegable protagonismo para los pianistas locales, es un espacio ideal para el completo aprovechamiento del magnífico piano Steinway adquirido hace cuatro años, el cual ha estado magistralmente afinado y entonado por el destacado afinador chileno Iván Trujillo.
Referirse a Edith Fischer, sin duda, es aludir a una de las más gloriosas pianistas surgidas en Chile, avalada por una sólida formación culminada junto al mismísimo Claudio Arrau, más una trayectoria internacional de primer rango. Lamentablemente, tras varias décadas radicada en Europa, su regreso al país, hace poco más de 10 años, no ha tenido debida correspondencia por parte de varias de las más relevantes instituciones promotoras de música docta nacionales, constituyendo esta presentación un justo reconocimiento a una autoridad indiscutida del pianismo chileno.
El programa contempló las Sonatas Nº 28, Op. 101 y la endemoniada Nº 29, Op. 106 Hammerklavier, obras de madurez de Beethoven y puntos de inflexión hacia nuevas exploraciones sonoras en correlato a una soberana libertad formal respecto a los clásicos cánones de la época, denotando una búsqueda de un ideal signado por una irrefrenable voluntad creadora, plasmado en un raro estadio de espiritualidad y humanidad.
De magníficas construcciones -con acabado oficio en el uso del contrapunto y la fuga-, sin duda el compositor se supera a sí mismo. Además, la novedosa gama de timbres y colores en ambas sonatas, como la riqueza armónica (en especial la Hammerklavier, con atrevidas disonancias) son experiencias sonoras únicas e irrepetibles, trasuntando todo academicismo…
Abordar estas verdaderas catedrales requiere de consumados intérpretes en lo técnico y ante todo un cabal conocimiento de las complejidades beethovenianas en su conjunto. De esta forma, Edith Fischer, sin duda autorizada cultora de la literatura beethoveniana (habiendo ofrecido en varias ciudades del mundo el ciclo completo de las 32 sonatas), dictó completa cátedra en el abordaje de estas sonatas tardías.
Así, el concepto interpretativo de la maestra Fischer trasciende toda singularidad de ejecución, servido de una acabada técnica del legato, notable sentido del tempo, inteligente administración del pedal, una incuestionable seguridad de digitación y calidad de sonido -amplio y esmaltado- más un manejo superior del rubato… Notable la administración de los planos sonoros en una galería de pianos y fortes armónicamente contrastados, como impactante la coherencia expositiva del discurso musical en ambas obras. Sin duda, una experiencia única e irrepetible…
En suma, una de las más impactantes presentaciones del año, con una MAESTRA con MAYÙSCULAS como EDITH FISCHER, quien demostró su plena vigencia, demandándose inevitablemente un mayor aprovechamiento de su solvencia en el medio nacional.