Por Jaime Torres Gómez
La más reciente presentación de abono de la actual Temporada de Corpartes, en el Teatro CA 660, contó con la tercera visita a Chile de la Orquesta Filarmónica de Dresden, dirigida por su actual titular Michael Sanderling.
Con una trayectoria más que centenaria, esta agrupación posee la impronta común de las orquestas germanas de tradición, con sólida robustez de sonido y buen sentido de ensamble, aunque en este caso con obscuridades de color muy características, y a la vez no ciento por ciento flexible en lo estilístico. Por otro lado, debe señalarse que su nivel no es el mismo al de la prestigiosa Staatskapelle de Dresden, famosa por sus grabaciones.
Las veces que ha venido a Chile -en el año 2000 con Gerd Albrecht y luego en 2015 con Michael Sanderling-, ostentó rendimientos variables (con Albrecht hubo serias falencias de ensamble y balance, mientras con Sanderling tuvo mayor ajuste y elasticidad, a pesar de no coincidir con sus enfoques musicales, especialmente en la Primera Sinfonía de Brahms). Y en esta visita, de alguna forma, volvió a exhibir un nivel desparejo, con resultados desconcertantes para una orquesta de larga tradición (y germana) en su abordaje de las obras beethovenianas, aunque curiosamente gloriosa en Schostakovitch…
Consultando en la primera parte un binomio Beethoven, se incluyó la Obertura Coriolano y el Concierto para Piano Nª 5 “Emperador”, junto al rumano Herbert Schuch de solista, ya conocido en Chile.
Así, en la obertura se apreció un enfoque que no privilegió mayor claridad del tejido armónico, acusando crudezas en la calidad y proyección sonora, más ataques destemplados y problemas de balance.…
En el Emperador no mejoraron tanto las cosas, aunque no mayormente por el acompañamiento sino al alambicado enfoque del solista. De hecho, el maestro Sanderling(buen acompañante) obtuvo coherencia, aunque sin mayor ajuste grupal y calidad de sonido, considerando el reciente recuerdo de la extraordinaria versión de Ishay Shaer con la Sinfónica de Chile junto a un inspirado Alexander Mickelthwate meses antes, esperándose ahora una buena versión de Herbert Schuch, conforme sus pergaminos…
No obstante su deslumbrante técnica (prístino toucher, magnífica calidad de sonido e inteligente uso del pedal), lamentablemente no existió correlato discursivo, al optar por una mirada rayana al rebuzcamiento interpretativo, con una suerte de búsqueda de lo inhallable… , tornándose tortuosa la audición. Con un excesivo abuso del rubato y caprichoso desarrollo de las modulaciones, en definitiva se alteró la trama interna (y globalidad de contexto), ofreciéndose literalmente “otra obra”… , no condiciéndose con una verdadera “interpretación”…
Después de tan fastidioso Emperador y antes una mediocre Coriolano, felizmente se ofreció una notable versión de la Sinfonía Nº 12 “Año 1917” de Schostakovitch, tanto por el autorizado enfoque de Michael Sanderling como la excelente respuesta de sus músicos. De hecho, encomiable haber ofrecido esta obra como estreno local, pudiendo experimentar un redescubrimiento de sus bondades compositivas.
Si bien pudiera motejársela de “panfletaria”, dada su explicita dedicatoria a la Revolución Bolchevique de 1917, lo cierto que responde a la constante de la producción musical schostakovichiana… , con sus omnipresentes códigos ocultos en función de una soterrada resistencia del compositor al mismo régimen. En lo formal, a lo largo de sus cuatro movimientos (sin pausa), resulta notable la constante repetición del tema principal (y conductor) a manera de leiv motiv, que de alguna forma representa la personal oposición de Schostakovitch a los sucesos que relata, que no van sino por la senda de un genuino anhelo por una mejor sociedad (revolución como concepto libertario global), independiente de su explícita (y aparente) dedicatoria al régimen soviético desde su génesis…
Todos estos elementos tuvieron la más completa comprensión de Michael Sanderling, firmando una interpretación de notable globalidad, logrando situar una obra algo vilipendiada al estadio de una gran composición. Con tempi reposados (aunque no pesados), logró desentrañar prístinamente la trama interna de la obra, amén de inteligentes acentos y diferenciaciones de planos sonoros según los requerimientos (oposiciones temáticas) que auscultaron las más caras intenciones del compositor allí plasmadas…
La respuesta de la orquesta, magistral, con plena homogeneidad de resultados en cada familia instrumental más un monolítico ajuste de conjunto. Sin duda, un momento relevante de lo visto en el año… La audiencia, completamente atraída por la obra y su gran versión, premió en justicia con largos aplausos a tan importante entrega.
En suma, una presentación definitivamente extraña… , con una primera parte de manifiesta mediocridad, aunque inorgánicamente superada por una segunda, de imborrable recuerdo…
Cuando uno escucha musica clasica, sin mas preparacion que la que uno pueda tener es bueno leer los comentarios de Jaime Torres. Son didacticos, y permiten apreciar que hay interpretaciones de una misma obra que difieren en detalles tecnicos y de emocion. Concuerdo que la musica, en especial la clasica, no es solo un conjunto de notas en el pentagrama esperando ser reproducidas, sino mas bien interpretadas y en esto va no solo el virtuosismo del musico, sino que la emocion que transmita con su interpretacion. Esto se acrecienta cuando la intepretacion es colectiva, como en una orquesta o incluso en un cuarteto, pues el director debe saber calibrar las individualidades y amalgamarlas en un solo cuerpo. Y Jaime Torres percibe eso y lo transmite a sus lectores. Y nosotros aprendemos.