Por Jaime Torres Gómez
Continuando la temporada de abono de la Sinfónica Nacional de Chile, el octavo programa se volvió a realizar en el CA660 de Corpartes, ante los trabajos por cuatro meses del Teatro de la Universidad de Chile.
Conforme el programa de mano, se anunciaban varias presentaciones con especificación de fechas, obras y directores, aunque sin indicar dónde se realizarían. Sin embargo, en un reciente comunicado de prensa, se anunció la cancelación de un importante programa con la Novena Sinfonía de Mahler, largamente ausente y que la dirigiría Paolo Bortolameolli, talentoso maestro chileno de ascendente carrera internacional… Se adujo falta de garantías de seguridad en el Teatro del Instituto Nacional (con repetición en el Aula Magna de la USM en Valparaíso), no siendo novedad ante los permanentes y violentos conflictos que asolan en dicho recinto, reflejando una inexcusable falta de previsión de las autoridades respectivas haber siquiera discurrido trasladarse allí… puesto que más de un año el Instituto Nacional no garantiza la realización de eventos en su teatro. Sólo esperar, como básico, esta obra sea incluida, junto al mismo director, en la temporada 2020.
El programa estuvo deslumbrantemente conducido por el maestro venezolanoRodolfo Saglimbeni, uno de los más relevantes directores latinoamericanos de las últimas décadas y habitual colaborador de la Sinfónica. De hecho, ante la actual acefalía titular de la decana orquestal del país más la excelencia de sus resultados, Saglimbeni ha intensificado su colaboración con esta agrupación, siendo oportuno tener presente su nombre para un pronto (y necesario) status jerárquico que coadyuve a los lineamientos artísticos propios de una orquesta profesional y de tradición, sea como Director Titular o Principal Director Invitado…
Con un tradicional aunque atípico repertorio, se contemplaron obras de Mahler y Tchaikovksy, siendo el “destino” -en su peyorativa acepción- el hilo conductor… y constituyendo máximo interés las piezas mahlerianas ante su escasa frecuencia.
Comenzó con las Canciones de un Caminante (Lieder eines fahrenden Gesellen) de Mahler, obra de juventud, con textos propios e influenciados de la antología del “Cuerno Mágico de la Juventud” (Des Knaben Wunderhorn), y siendo las primeras canciones orgánicamente compaginadas como ciclo. Con citas directas a la Sinfonía Titán (segunda y cuarta canción), esta obra denota la fina sensibilidad del compositor en plasmar musicalmente un desgarro amoroso ante la pérdida de una pareja. De sus requerimientos, alternativamente puede ofrecerse con mezzosoprano o barítono. En Chile pocas veces se ha programado (como habitualmente ocurre en el repertorio de lied…), recibiéndose con vivo interés.
El solista convocado fue el barítono uruguayo Alfonso Mujica, quien no estuvo a la altura de los requerimientos propios del género lied, de especiales particularidades. De hecho, el lied (canción) no está asociado a impostaciones vocales ni otros aditamentos como en la ópera, y el “decir” debe expresarse con una naturalidad y delicadeza al umbral de la desnudez expresiva…
Así, en su conjunto, Mujica no brindó idiomatismo -con carencias en dosificaciones y relieves-, optando por un canto grueso, estentóreo y alejado de una genuina inmanencia poética, amén de algunos problemas de afinación y fraseos descontextualizados. No se entiende no haber recurrido a voces nacionales que en otras oportunidades han funcionado muy satisfactoriamente en la obra, como en general en el campo del lied… Empero, como contrapartida, la dirección de Saglimbeni magistral e idiomática, logrando plena concentración y ajuste de los sinfónicos.
Siguiendo con Mahler, se ofreció un esperado Adagio de la Décima Sinfonía, constituyendo su tercera presentación en Chile (Roberto Abbado con la Filarmónica1989 y Álvaro Albiach con la Sinfónica2013). A diferencia del resto de los demás movimientos proyectados (cinco), Mahler alcanzó a terminar este Adagio, siendo el primer movimiento de su última sinfonía. De complejo contenido -ora reflexivo ora visceral-, refleja la dicotómica relación con Alma, su mujer, a quien nunca dejó de amar a pesar de su traumática relación. Notable la riqueza de precursores recursos musicales, como lo plasmado en el impactante clímax de los dos grandes acordes en tutti -visceral y reflejo del desgarrador sentimiento de dolor por la infidelidad de Alma-, siendo claro presagio del expresionismo musical.
La versión firmada por Saglimbeni, de cabal comprensión del intrincado relato interno y sus complejidades estéticas. Gran sentido del todo más un soberano manejo de los caracteres y transiciones temáticas, como un pleno dominio del uso de la rica paleta de timbres y colores. Notable respuesta de la Sinfónica (bien ayudada por la magnífica acústica del CA660), con un esmalte sonoro no siempre acostumbrado. Triunfaleslogros solísticos y de conjunto, como los expuestos soli de las violas incoando la obra más otros momentos de gran exposición.
Por último, la frecuentemente programada Quinta Sinfonía de Tchaikovsky… dándole completa coherencia al programa (apodada como la sinfonía del destino, con amplia interpretación…). Aunque pudo haberse pensado en otra obra menos recurrida, a la postre, a la luz de la magnífica lectura del maestro Saglimbeni, fue provechoso nuevamente presenciarla.
Con gran sentido unitario, no obstante algunas libertades (segundo movimiento con algunos súbitos cambios de tempi), finalmente cada detalle tuvo pleno correlato respecto al todo, amén de una sentida e idiomática entrega. Gran respuesta de la Sinfónica, haciendo gala de una orquesta madura, de grandes valores artísticos y orgullo nacional.
Agradecemos el servicio que prestan las palabras de don Jaime Torres en su crítica, lamentamos la suspensión de la actividad que sería dirigida por el novel maestro Paolo Bortolameolli…
Amén de que no sea un intérprete chileno de los que tenemos sin duda en muy buen nivel para enfrentar obras de envergadura en el género del lied…