Por Jaime Torres Gómez
Columnista Cultura Granvalparaiso.cl
La actual temporada de la Filarmónica de Santiago ha dado saltos cualitativos, aunque riesgosos, respecto al promedio de sus programaciones por décadas.
Debe recordarse que la Filarmónica es ancla de toda la producción del Teatro Municipal de Santiago como factoría artística, ante lo cual sus requerimientos para ensayos de ópera y ballet condicionan inevitablemente a lo restante en conciertos, y de ahí el realismo programático en lo posible de abordar… Por otro lado, considerando parámetros de oferta-demanda, y más puntualmente desde que Juan Pablo Izquierdo dejara el titularato de la Filarmónica en 1986, el grueso del repertorio de conciertos no arriesgó en mayores apuestas de renovación, traduciéndose en la llegada al Municipal de un público muy tradicional y poco abierto a propuestas más osadas.
Hoy debe reconocerse el espíritu de la administración de Frèdèric Chambert, como Director General, en ampliar el repertorio, siendo relevante su apoyo a los compositores nacionales por tener más espacios en el Municipal.
Sin embargo, conforme información pública más trascendidos dentro del ambiente, la situación del Municipal es alarmantemente preocupante en lo económico, razón por la cual se hace imperioso tener un criterio más conservador por fidelizar tanto al público cautivo por años como a las nuevas audiencias, ecuación sin duda complicada de resolver, máxime en períodos de crisis…
A lo largo de la actual temporada de conciertos se ha observado una notoria baja de público, no obstante mantenerse la calidad histórica, en buena parte debido a diseños de programas que no están favoreciendo una masiva llegada al Municipal, asimismo otros elementos condicionantes como el emplazamiento del Teatro y la hora de los conciertos, que hoy en día no son ideales para facilitar un oportuno acceso… Esto quedó en evidencia en el quinto programa de abono, con varios estrenos riesgosos y no traduciéndose en buena convocatoria.
Sólidamente dirigido por el maestro chileno Maximiano Valdés, de magnífica carrera internacional, contempló obras de Alberto Ginastera, Roberto Sierra, Olivier Messiaen y Claude Debussy, dando cuenta de una propuesta no ideal para el tradicional (y mayoritario) público habitual del Municipal. De hecho, la única obra ampliamente conocida era “La Mer” (El Mar) de Debussy, siendo las demás prácticamente desconocidas para la mayoría de los asistentes.
Comenzó con una autorizada lectura de la Suite del balletPanambí Op. 1a de Ginastera(estreno en la Filarmónica), pieza de buen material que fusiona lo indigenista en un atractivo lenguaje de tinte impresionista. Valdés, magnífico y comprometido intérprete de Ginastera como del repertorio latinoamericano, acertó en un excelente trabajo en texturas y claridad armónica, obteniendo lo mejor de los filarmónicos en todo orden.
Seguidamente, el estreno en Sud América del Concierto para Viola del portorriqueño Roberto Sierra (1953), fungiendo de solista el famoso violista chileno-norteamericanoRoberto Díaz, y a quien le fuera dedicada la obra. La formación y trayectoria de Sierra es de importancia, incorporando eclécticamente recursos de la música contemporánea con la de su origen caribeño, como se da en su concierto violístico. Con un orgánico de gran cuerda y un pequeño grupo de percusión, posee interesantes trazos melódicos liderados por la viola junto a una batería de recursos rítmicos, colorísticos, dinámicos y de carácter, con certeros giros y acentuaciones.
Magnífica entrega de Roberto Díaz, con amplio y terso sonido, más una segura dirección de Valdés, proveyendo un marco orquestal de primer orden. No obstante la amplia recepción del público (joven…), y en un contexto de baja asistencia, mejor hubiera sido contar con el mismo Díaz en algún concierto más tradicional para viola (que escasean) como el Bartók, largamente ausente…
La segunda parte contempló la reedición de “Las Ofrendas Olvidadas” (Les Offrandes oubliées) de Olivier Messiaen, estrenada en Chile en 1967 y al parecer nunca más ofrecida hasta ahora. La magnífica música de Messiaen de alguna forma se ha difundido en Chile, como la absolutamente genial Sinfonía Turangalila, el emblemático Cuarteto para el Fin de los Tiempos, La Ascención y el Himno al Santísimo Sacramento, entre otros. Como es recurrente en Messiaen, en Les Offrandes… hay un ascético carácter servido de una desnudez de relato muy bien asentada de un colorido muy particular y de acrisolada luminosidad…. Deslumbrante entrega de Valdés, con un dominio cabal del carácter de la obra y obteniendo plena concentración de los filarmónicos. Injustamente, no hubo correspondencia en la recepción del público…
Finalmente, una solidísima versión de La Mer de Debussy, obra larga e inadmisiblemente ausente en la Filarmónica (a lo menos veinte años)… Valdés, con fortalezas en el repertorio francés, logró transmitir la debida sonoridad esfumada requerida, amén de un enfoque de profunda interioridad donde los elementos evocativos y emotivos tuvieron pleno correlato en la respuesta de los filarmónicos. Muy buen trabajo en balances, texturas y colores, a pesar de la escuálida cantidad de cuatro contrabajos disponibles (¿por falta presupuesto?…), que no afectó el rendimiento global. Sin duda, un buen logro y entusiastamente retribuido por el público.
En suma, una sólida presentación, con indiscutidos triunfos artísticos, no obstante cierta extemporaneidad coyuntural…
Gran inquietud frente del posible despido de 15% de los trabajadores del municipal. La única solución es un cambio del resto de la temporada para obras más accesibles y populares con el fin de fidelizar nuestros públicos