¡¡Un Concierto de Antología!!

Publicado por Equipo GV 8 Min de lectura

  Por Jaime Torres Gómez

 

Captura de Pantalla 2019-06-28 a la(s) 08.44.18Es menester destacar la feliz coincidencia de un programa musicalmente convocante y en manos de indiscutidas autoridades artísticas.

Fue el caso de la Sinfónica Nacional de Chile a cargo del maestro Juan Pablo Izquierdo, decano de los directores nacionales y a la vez de los más relevantes surgidos en Latinoamérica, junto a la soprano Claudia Pereira, de gran solvencia.

La función presenciada (segunda), dio cuenta de una orquesta en magnífica forma producto de un profundo y artesanado trabajo de detalles técnicos que redundaron en logros musicales superiores. De hecho, ha sido recurrente en el maestro Izquierdo, especialmente cuando tuvo titularidades de orquestas, trabajar con ensayos parciales como una forma de desarrollar al máximo las capacidades de los músicos, y de allí la solvencia de resultados de los proyectos artísticos por él liderados. Asimismo, como director invitado, es normal apreciarle resultados con gran calidad de sonido en las orquestas que ha dirigido, amén de una irrefutable consistencia musical.

En Chile la obras del programa habían sido antes conducidas por Izquierdo, varias en similar y otros formatos, y siempre con indiscutible éxito, razón por la cual volverle apreciar un nuevo abordaje de las mismas era de máximo atractivo.

Abrió con una notable versión de la Obertura de la Ópera “Ifigenia en Áulide” de Christoph Willibald Gluck, en la versión revisada y re-orquestada por Richard Wagner. Incluyendo más bronces y maderas, como una mayor cantidad de cuerdas -conforme el orgánico de cada agrupación más el enfoque de la interpretación-, potencia ampliamente lo expresivo, imprimiéndole una sonoridad innegablemente romántica y sin traicionar la estructura armónica de Gluck. De ahí su frecuencia en programas de conciertos.

La interpretación de Izquierdo con los sinfónicos acertó en carácter intrínseco, reflejando canónicamente su clásica estructura en clave romántica. A su vez, muy buena opción de utilizar un orgánico con casi toda la cuerda disponible, obteniendo texturas y sonoridades ad-hoc. Grandes logros en acentos, balances y dinámicas, más buen ajuste grupal a los autorizados requerimientos de la batuta.

Luego, con celebrado sentido de complemento, una esperada y magistral versión de los “Tres Fragmentos de la Ópera Wozzeck” de Alban Berg. Cabe señalar que Berg es un genuino exponente de la Segunda Escuela de Viena, y tiene la particularidad de condensar musicalmente toda la evolución de los grandes maestros. De hecho, el Wozzeck -fiel reflejo del expresionismo alemán-, a la postre constituye una clara extensión del propio romanticismo en su conjunto.

Estos fragmentos (con soprano solista) -de genial organicidad y compaginados por el propio Berg- surgen como difusión previa al estreno de la ópera a sugerencia del antológico director Hermann Scherchen, quien los estrenó.

En Chile pocas veces se han hecho, lo mismo la ópera completa, amén de otras obras del mismo Berg que urgen ser programadas, como sus SieteLieder Tempranos, las Tres Piezas para Orquesta, la Lulú Suite o el Concierto para Violín “A la memoria de un Ángel”. Así, la programación de estos fragmentos sin duda ha constituido un hito fundamental en las temporadas musicales del año.

La versión firmada por Izquierdo corroboró su afinidad y completo entendimiento a la estética de la Segunda Escuela de Viena, logrando extraer la esencia discursiva de la obra. Con un soberano manejo de las texturas (de certero tratamiento camarístico) se resaltó cada sección instrumental con acrisoladas transparencias, balances y sentido del todo, dando cuenta de un trabajo en extremo profundo con la orquesta y la solista vocal. A su vez, impactante la progresividad expresiva en todos los desarrollos más un soberano manejo de las transiciones, llegando a cumbres desgarradoras como en la sección del último interludio de la ópera

Gran cometido de la respetada soprano chilena Claudia Pereira, habitual en las temporadas musicales del país y sin duda con la vocalidad precisada. De afinación perfecta como un pasmoso manejo de los contrastes (amplio rango dinámico y flexibilidad en los puentes), además impactó su profundo sentido del ”decir”, manejando con soltura los cambios anímicos (y de carácter) a lo largo de la obra. Un triunfo inapelable…

Y como colofón, una antológica versión de la Cuarta Sinfonía de Gustav Mahler. De radical contrapunto en carácter y temática a la pieza de Berg, asimismo un paréntesis en la misma producción mahleriana, esta sinfonía no responde a intrincadas temáticas filosóficas ni existenciales como la mayoría de sus obras, discurriendo por una amabilidad temática imbuida en lo bucólico. De gran exposición en lo instrumental, requiere fuerte concentración de los músicos por los ondulantes flujos rítmicos, texturantes y colorísticos. Asimismo, esta sinfonía es muy susceptible de abordarse con erróneas interpretaciones que privilegian los efectos instrumentales en sus diversas formas por sobre su inmanencia de relato (abusos de rubatos, glissandi, portamentos, etc), llegando a excesos de versiones almibaradas o de irritantes superficialidades…

Como gran experto de la literatura mahleriana, la versión del maestro Izquierdo tuvo idiomatismo a borbotones…  brindando, ora amable, ora recio carácter según lo requerido. Notable los tempi adoptados, de completa servicialidad al discurso musical. Magnífica administración de los acentos, timbres y colores, sin caer en efectismos; asimismo, un manejo superior del todo con logros irrefutables en los contrastes de lo amable, sarcástico, melancólico y emotivo.

La respuesta de la Sinfónica, de completa sumisión a las magníficas indicaciones del director. Grandes logros de conjunto y solísticos, como los del violín (segundo movimiento), corno y trompeta, amén de una magistral nueva intervención de Claudia Pereira en el último movimiento, con una vocalidad de “verdadero niño”, acentuando el angelical carácter requerido y en completa consubstanciación a la gran versión de Izquierdo.

En suma, una experiencia única, al punto que para el suscrito le resultó imposible sustraerse en exteriorizar con fuertes -quizás alienados- aplausos y vítores de reconocimiento a la profundidad de lo presenciado en cada una de las obras (al umbral del paroxismo…) lideradas por el decano de los directores chilenos junto a una irreprochable colaboración de una soprano de fuste. Sin duda, de las más impactantes presentaciones en años… y con visos de antología.

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