Por Jaime Torres Gómez
Discurrir un título ad-hoc para esta columna no fue ejercicio fácil… replicando finalmente uno de otra crítica que mejor representara la presencia de Edith Fischer -una gloria y decana del actual pianismo chileno- como figura estelar para la conmemoración de los 170 años de la Universidad de Santiago (USACH), en su presentación junto a la espléndida Orquesta Clásica de dicha casa de estudios.
Demás está referirse a la Universidad de Santiago -ex Universidad Técnica del Estado- sobre su inestimable contribución a la formación académica e investigación al medio nacional. Y dentro de su ámbito de extensión, fundamental ha sido su Orquesta Clásica, con más de treinta años de actividad sistemática y semillero de excelentes músicos. Con sede en la fabulosa Aula Magna de la USACH (de las mejores acústicas en Chile), su temporada de conciertos es de las más atractivas del país, especialmente desde la titularidad de Nicolas Rauss por más de cinco años, quien ha programado obras escasamente ofrecidas, y consolidando con altos estándares artísticos a la agrupación.
Este concierto reflejó certeramente los criterios programáticos recurrentes, con obras poco habituales de Beethoven, Mendelssohn y Liszt, junto al Concierto Emperador de Beethoven, siempre apreciado por el gran público.
Comenzó con la poco frecuente Obertura del “Rey Esteban” (König Stephen) de Beethoven. Como parte de la música incidental (con números vocales) en relación a la figura de Esteban I, fundador del Reino de Hungría, la obertura es la pieza que más se ejecuta. La versión de Rauss no necesariamente acertó en el brío requerido, optando por rallentandi (al inicio, especialmente) que hicieron perder cierta unidad, amén de una respuesta no siempre ajustada de la orquesta.
Seguidamente, la “Leyenda de San Francisco de Asís Predicando a los Pájaros” de Liszt, al parecer un estreno en Chile en su versión orquestal del propio compositor (original para piano). Siendo un romántico por excelencia, Liszt en esta obra impregna sonoridades de tintes impresionistas (colores y texturas), lo que la hace muy eficaz en sus descripciones que evocan los cantos y aleteos de los pájaros, aunque plenamente romántico en sus pasajes melódicos que aluden a las palabras del mismo Francisco de Asís (al umbral de lo prosopopéyico en su clímax -muy propio de este compositor, al incurrir en burdos destemples en muchas de sus obras…-, no obstante su genialidad). La versión de Rauss, de completo idiomatismo y con atenta respuesta de sus músicos. Grandes logros en calidad de sonido (texturas y colores) y ensamble.
Finalizando la primera parte, se ofreció una magnífica versión de la Obertura “La Bella Melusina” de Mendelssohn, también poco ofrecida localmente (no se sabe de haberse hecho antes). De carácter feérico, está basada en los cuentos de la princesa-hada Melusina, quien se intercambiaba una vez a la semana en mitad serpiente o sirena. La pieza brinda fuerte protagonismo a los clarinetes, que presentan el primer tema (de Melusina), para luego expandirse ampliamente con magistrales elementos melódicos y rítmicos. La versión de Rauss y sus músicos, de magnífica asertividad de carácter más una respuesta de primer rango en todo orden. Magnífica calidad de sonido, como un notable manejo de las dinámicas, transparencias y firme pulso.
Finalmente, en la segunda parte, una esperada versión del Emperador de Beethoven con la especial participación de la maestra Edith Fischer (1935 y Premio del Círculo de Críticos de Arte de Chile 2018). Muy interesante revestía verla en esta obra al saberse que era la segunda oportunidad que la abordaba, y en plena madurez de su dilatada carrera, no obstante haber hecho la integral de las sonatas y resto de los conciertos beethovenianos en múltiples ocasiones a lo largo del mundo. Siendo quizás el preferido del gran público, en parte se debe a sus atractivos contrastes de carácter -de gran energía virtuosística como de una interpelante serenidad, al umbral de lo ascético (segundo movimiento)-, le otorga al piano un protagonismo a gran escala.
La versión de Edith Fischer -de apabullante servicialidad musical- dio cuenta de su dilatada trayectoria, con irreprochable coherencia de líneas a lo largo de todo el desarrollo de la obra. A pesar del inmisericorde Yamaha dispuesto (urge adquirir para el Aula Magna de la USACH un piano de conciertos que facilite la interpretación de obras para ese instrumento, en consideración a los artistas), la consagradapianista obtuvo magnífica calidad de sonido, notable legato y cantabilidad de las frases más un soberbio manejo de las dinámicas e irreprochable sentido del tempo. El acompañamiento de Rauss, de completa sumisión a los autorizados requerimientos interpretativos de la gran solista. Un triunfo inapelable, esperando contar prontamente con la maestría de Edith Fischer como solista con más orquestas nacionales en reconocimiento a su trayectoria y calidad de resultados.
En suma, una conmemoración sólidamente engalanada por una orquesta de magníficos valores artísticos junto a su solvente titular, más la presencia de una pianista chilena de marca mayor…