Año electoral sin huesos ni ideas

Publicado por Equipo GV 11 Min de lectura

Presidente, senadores, diputados, intendentes, consejeros regionales. Usted deberá elegirlos. ¿Lo había olvidado? Es momento de ponerse serio y despertar del letargo.

Por Arturo Alejandro Muñoz
Columnista Granvalparaiso.cl

 

votos-eleccionesNo sé si a usted le ocurre algo similar en su percepción respecto al acontecer político en Chile; supongo que sí, pero no lo puedo asegurar. Hasta ahora me parece que este es un año electoral algo “flojón”, medio deshuesado y muy livianito en cuanto a propuestas, debates e ideas. ¿Me equivoco?

Tal vez, cuando haya debates (si es que los hay), podamos distinguir lineamientos y objetivos de los diferentes candidatos a la presidencia de la república, los que en realidad no son pocos, como bien sabemos, ya que la lista de los postulantes (con o sin primarias de por medio) es llamativa; vea usted: Guillier, Piñera, Sánchez, Goic, Parisi, Kast, Navarro, Ossandon, Canelo, Larraín (el de la tele, para aclarar el asunto), Mayol, ME-O, Velasco… ¿olvidé a alguien? Espero que no. Muchos nombres, pocas ideas, escasas propuestas… no se divisan aún programas serios, salvo mantener lo que hay.

Está bastante fraccionada la política. El alto número de ‘sacrificados’ podría mover a engaño haciendo creer que la democracia protegida  -nuestro sistema criollo, desde 1990- funciona a las mil maravillas. Sin embargo, basta realizar a los candidatos algunas inocentes preguntas para que todo el armatoste que están estructurando para sus respectivas campañas experimente tembladeras, y los postulantes comiencen sus balbuceos poéticos escabullendo el trasero a la jeringa ciudadana.

¿Continuará, tal cual la tenemos hoy, la misma estructura del sistema económico neoliberal? ¿Cambios y mejoras… cuáles? ¿Mantendrá vigente el sistema AFP’s o procurará reemplazarlo por otro más solidario… o sólo buscará maquillarlo para detener parcialmente su desprestigio? ¿Renacionalizará el agua, el cobre y, junto con el metal rojo, nacionalizará todos los recursos minerales, o formará sociedades Estado-Privados en algunos o muchos casos? ¿Eliminará el CAE, o lo mantendrá incólume en beneficio de la banca?  ¿Cuál es su plan para solucionar los graves déficits de la salud pública? ¿Terminará o continuará con las inefables ‘tercerizaciones’ laborales? ¿Propugnará o impugnará la negociación colectiva para la mayoría de los trabajadores chilenos? ¿Solucionará el problema de ‘mar para Bolivia’? ¿Lo plebiscitará o seguirá la línea de los anteriores mandatarios, es decir, escabullir el cuerpo al problema? ¿Cuál será la posición de Chile en el contexto latinoamericano? ¿La misma de hoy, u otra?

La lista es larga, no obstante muchos de los actuales candidatos mascullan una respuesta sin atacar el fondo del problema que cada consulta tiene. Por ahí, buscando y hurgando, uno se topa con novedades poco halagüeñas respecto del nivel que hoy tiene la actividad política en el país, lo cual queda demostrado –en alguna medida- con un postulante a la Moneda, José M. Kast, que recorre canales de televisión y redes sociales pontificando sobre lo que hará en su gobierno, pero, ni siquiera cuenta todavía con las firmas necesarias para constituirse en candidato.

Otros, como Sebastián Piñera, amenazan con devolverse hoja tras hoja en el libro de los escasos avances sociales logrados por el actual gobierno. En consecuencia, la idea de esos caballeros no es otra que regresar al año 2000 y clavar allí la rueda de la Historia a objeto de consolidar –con hormigón armado- el salvajismo del sistema neoliberal. Para ellos, todo está sometido a las leyes del mercado, a la oferta y demanda, a la compra y a la venta… incluyendo las nubes, pues de allí proviene el agua dulce que alimenta a todas las fuentes acuíferas del planeta. Sin embargo, eso no lo dicen, lo hacen, y marean al ‘respetable’ con promesas que en el fondo, más allá de la retórica vana, apuntan a lo mismo.

No crea usted que hemos olvidado a aquellos postulantes que aseguran ser “novedosos”, “ajenos o distantes del duopolio”, no, claro que no los hemos olvidado.  Su sola presencia resulta atractiva para un electorado que está harto de políticos venales, corruptos y mentirosos, de políticos que han dedicado sus esfuerzos principalmente a la engorda de las  faltriqueras de los poderosos megaempresarios, en especial de las transnacionales. Hablan bonito (bueno, hay uno que habla poco, y se apellida Guillier), tienen un más que rescatable blablá, y representan perfectamente a las mayorías ya que manifiestan desacuerdo con el sistema económico actual. La verdad es que están en completo desacuerdo casi con todo lo que los últimos siete gobiernos han realizado. Pero, ¿cuál es su oferta? Sabrá Dios, ya que ninguno de ellos la ha dado a conocer todavía.

Tampoco falta el candidato que se aprovecha de la mediática elección presidencial realizada recién en Francia, en cuya primera vuelta electoral el triunfo perteneció a Emmanuel Macron, un político socialdemócrata, amigo de la mantención de la Unión Europea y que seguramente obtendrá el triunfo final en la segunda vuelta.

“Andrés Velasco es el Macron chileno”, escuché exclamar a un dirigente regional que apoya a ultranza al ex ministro de Hacienda, y lo repite una y otra vez, convencido quizás de que la mayoría de los electores chilenos saben quién es ese tal Macron. Y ya que desea parecerse al gabacho de marras, el señor Velasco ha borrado, asaz de rápido, su antigua opinión sobre el sistema de AFP’s, el que ahora promete cambiar. Clásico oportunismo de goleador, pero de aquellos “laucheros” (si usted sabe de fútbol, entenderá esto último).

Para mala suerte del ciudadano que gusta en serio de la actividad política, los partidos han llegado a mezclarse formando un cuerpo único en materias económicas y sociales, donde la izquierda se confunde con la derecha y viceversa. Hoy todos son “buenitos”, respetuosos de la democracia, adalides de los derechos humanos, defensores del pueblo, etcétera, etcétera.  Pareciera que alguien hubiese corrido una cortina detrás de la cual quedaron arrumbados los trágicos años de dictadura, de soplonajes, torturas, prohibiciones, clasismo, alta cesantía, regalo de empresas fiscales a familias amigas del dictador, exilios, asesinatos, jueces venales, prensa aherrojada, apagón cultural…¿se percata, amigo lector, que los mismos de ayer –aquellos que apoyaban el totalitarismo y le exigían más mano dura y menos democracia- hoy pontifican lo contrario, como si nunca hubiesen tenido culpas?

Hacer política en Chile se ha convertido en una actividad simplona, en la que basta hablar de corrido para optar a un cargo público, reparando solamente en no agredir a nadie del propio partido ni poner trabas a la consecución de intereses económicos  de los dirigentes principales, ni de los patrones que financian campañas. Todo lo demás se permite.

Hay ciertas prohibiciones que son comunes a muchas de las tiendas partidistas que apoyan a postulantes a la casa de gobierno. Entre ellas se encuentra el no alterar el orden económico imperante, lo que puede y debe ser leído como “jamás afectar –ni en lo más mínimo- a los megaempresarios y dueños de la banca, a los agro exportadores, a inversionistas y especuladores financieros”. Allí se aloja el corazón del sistema. Por ello entonces, todo lo que actualmente algunos candidatos puedan prometer como acción de su posible gobierno, se traduce –para el pueblo- en nada, en cero, en maquillajes y burbujas si ‘al corazón del sistema’ no le canta las cuarenta ni le pone deslindes a sus territorios.

Por cierto, millones de chilenos esperan que lo anterior pueda ser socavado y se inicie una serie de cambios que a mediano y largo plazo beneficie a las mayorías, a esas mayorías que pese a sus gritos y protestas, no son escuchadas ni atendidas por las castas políticas que durante décadas han estado enquistadas en los cargos de representación pública. ¿Qué puede esperar Chile –y esto es un asunto en extremo serio- de personas que llevan un cuarto de siglo –o más- en las esferas principales de los poderes del Estado, y que, en consecuencia, son responsables directos de la situación de desigualdad, expoliación de recursos naturales, explotación de trabajadores y corrupción galopante, que caracterizan al país?

Los electores se preguntan –con un hálito de válida esperanza- si los nuevos rostros, a pesar de aún no ofrecer programas concretos, podrían dar solución a los problemas mal detallados en esta nota. De seguro, los chilenos no sólo esperan que ello sea posible, sino, desean que así sea.

Además, como colofón, recordemos que este 2017 no sólo agenda una elección presidencial, también el pueblo habrá de elegir senadores (en las regiones pares), diputados, gobernadores (intendentes) y consejeros regionales. ¿Lo había olvidado usted? Pocos hablan de ello. ¿Se fija? Un año electoral demasiado importante que, sin embargo, sigue presentándose en paños menores y famélico en cuanto a propuestas, programas e ideas.

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