Dr. Sebastián Rumie
Académico Escuela de Gobierno y Comunicaciones UCEN
No ha cumplido aún sus primeros 100 días y podemos recordar que Gabriel Boric asumió la presidencia de Chile, rodeado de ovaciones y esperanzas de cambio. En su discurso inaugural, el nuevo mandatario, además de homenajear a Allende, mostró sus dotes de oratoria y se expresó refinadamente frente a los chilenos, lleno de optimismo y buena voluntad, pero también con moderación en lo que concierne a los plazos de los cambios que tendrían lugar en su gobierno. Se trató de una aproximación discursiva moderada que distó mucho de la narrativa expresada por él mismo en la primera ronda de las presidenciales.
A pesar de dicha moderación, las expectativas relativas a los cambios que tendrían lugar en el nuevo gobierno, sobre todo las de los partidarios de Boric, ya habían sido creadas. Es más, el actual presidente, quién para sus seguidores encarnó la primera posibilidad de un cambio real en Chile desde la dictadura, iba a gobernar en una etapa crucial de la historia del país, a saber: un momento constituyente que, según sus defensores, sentaría las bases de un nuevo Chile. Sin embargo, era evidente que para Boric sería difícil satisfacer las expectativas de sus seguidores, promover la moderación, al mismo tiempo que consolidar la gobernabilidad.
Actualmente, el gobierno ha estado marcado por errores políticos, conflictos internos y baja aprobación. Según Pulso Ciudadano, el presidente posee un 24,2% de aprobación. Según CADEM, un 62% de los chilenos cree que Chile avanza por un mal camino. ¿Era predecible este escenario antes de que Gabriel Boric llegase a la presidencia? Sin duda.
La primera razón es económica. Chile es una economía altamente dependiente del sector externo. Por ende, la pandemia ha contribuido fuertemente al alza de los precios; el retiro de dinero de las APF (factor interno) también; mientras que la guerra en Ucrania empeoró esta situación. En tal sentido, era difícil imaginar que el nuevo gobierno resistiese incólume la crisis. Asimismo, para llevar a cabo los cambios prometidos se necesita dinero y, por mucho voluntarismo que se tenga, Chile no está ni estaba en condiciones de financiar muchas de las promesas que Boric hizo en su campaña. Un ejemplo de esto es la actual posición del presidente frente al CAE y el quinto retiro de las AFP.
La segunda razón tiene que ver con la posición del presidente dentro de su coalición. Boric fue expulsado públicamente de Izquierda Autónoma (2016), fue criticado tras el acuerdo por una nueva constitución (2019) y hasta el día de hoy, parte de su sector lo tílda de ‘amarillo’. A esto se le suman los desacuerdos que ha tenido con Daniel Jadue. En tal sentido, la mayor oposición a Boric se ha encontrado dentro de su propio sector. Esto último, además de ser predecible, ha cobrado aún más prominencia frente a una derecha derrumbada.
La tercera razón tiene que ver con la experiencia en gobernanza. Si bien el edil tenía experiencia política, no tenía gobernando. Esto puede ser ilustrado por el caso Siches, el incidente con el Rey de España o el caso de la primera dama. De hecho, los errores políticos por falta de experiencia han sido recurrentes en este gobierno. Otro aspecto predecible.
Con todo, Boric asumió la presidencia en un contexto complejo tras haber avivado irresponsablemente las expectativas de la ciudadanía. Por ende, ¿qué esperaban sus seguidores? ¿Qué el presidente abriera las alamedas para que pasara el hombre libre con el fin de construir una sociedad mejor? Sinceramente, espero que no.