Cambio generacional: el descrédito de la política

Publicado por Equipo GV 8 Min de lectura

Por Wilson Tapia Villalobos

Austria ElectionsAún no es fenómeno mundial, pero ya comenzó en Europa. El cambio generacional de los dirigentes va prácticamente de la mano con el descrédito de la política. Por lo cual uno podría pensar que, al menos en el viejo continente -donde nacen las ideas que luego se imponen en estos lares-, ya han encontrado culpables para la inoperancia de las instituciones. Parece asumirse que las ideas democráticas centrales siguen siendo válidas. Y que las ansias de poder son las responsables de la creciente corrupción que lleva al sistema a un colapso en gran escala. Por lo tanto, hay que buscar las soluciones en un recambio generacional. Algo así como poner la esperanza en nuevos aires, no importando mucho hacia donde soplarán.

En Europa, las caras juveniles empiezan a aparecer cada vez más frecuentemente en los principales estrados. En Irlanda, el Primer Ministro es Leo Varadkar (38), gay, médico, hijo de inmigrante indio y enfermera irlandesa. Es líder del Partido conservador democratacristiano, Fine Gael. En Austria, acaba de subir al podio de Primer Ministro Sebastián Kurz (31). Es miembro del Partido Popular Austríaco, de orientación derechista, con fuertes vínculos con el ala más conservadora de la iglesia católica. Es el líder más joven de Europa. En Estonia, el Primer Ministro es Jüri Ratas (39). Encabeza el Partido de Centro de Estonia. En Ucrania, el Primer Ministro es Volodymyr Groysman, principal figura del Partido Bloque Petro Poroshenko, de centro derecha. Es una escisión de la socialdemocracia ucraniana. En Francia, el presidente es Emmanuel Macron (39), líder del Movimiento “En Marche”, una escisión del socialismo francés. En San Marino, su líder es Vanessa D´Ambrosio (29), quien ostenta el título de Capitán Regente. Es economista, y dirigente de la Alianza de Izquierda. En los últimos días, el fenómeno se reprodujo en Nueva Zelandia. Allí fue electa Primera Ministra Jacinda Ardern (37), líder del Partido Laborista, de centro izquierda.

La nueva realidad ha surgido en una Europa en que ya el 25% de la población tiene más de 60 años.

Sin duda, los electores buscan alternativas que le aporten esperanzas. Es un avanzar casi a ciegas, pero nada casual. El viejo esquema conocido -izquierda, centro, derecha- ya no parece operable. La derecha sigue aportando soluciones con urdiembres superadas. En Europa logra buenos resultados acogiendo el temor a la inmigración. Para ello recurre al pavor que, comprensiblemente, provocan los atentados terroristas. O agita el fantasma del desempleo que, supuestamente, trae consigo la mano de obra extranjera.

En Chile, la realidad política está lejos de mostrar este nuevo rostro. Los viejos líderes siguen imponiendo condiciones en que el ego prevalece sobre el necesario remozamiento de ideas. Un ejemplo de ello lo entrega el ex presidente Ricardo Lagos (79), exponente de un nuevo socialismo marcado por la atracción neoliberal. Otro líder de esta camada es el senador democratacristiano Andrés Zaldívar (81), de marcado sesgo personalista en sus propuestas de sello conservador.

En cuanto a las tendencias, aquí la derecha exhibe su distintivo característico de evitar cualquier cambio profundo al esquema que impuso la dictadura cívico-militar. Una voz nueva es la de José Antonio Kast, pero su contenido es el mismo que ha mostrado siempre el sector a que pertenece. Aunque es más joven que Sebastián Piñera, su mensaje es más ríspido: para terminar con la delincuencia, hay que armar a los ciudadanos; la homosexualidad se cura con medicinas; el matrimonio es entre un hombre y una mujer; el aborto es una aberración. Y todas sus propuestas se apoyan en incuestionables leyes divinas. Seguramente, pronto mostrará aportes para terminar, también definitivamente, con la inmigración.

El centro político hace gala de la misma racionalidad que lo ubicó en ese lugar del espectro. Aunque ahora se balancea decididamente hacia el neoliberalismo, sin aportar variantes nuevas.

La izquierda tradicional, por su parte, aún no se repone del derrumbe del mundo socialista. No encuentra soluciones. Sus exponentes, o han traspasado la línea hacia coaliciones de centro derecha, o se encuentran entrampados en un esquema protestatario que no tiene mayor proyección que un fuego fatuo. En cuanto a la “nueva izquierda”, sus militantes más destacados hacen gala de mayor auto referencia que de lucidez innovadora. Sin duda, aún estamos lejos de acercarnos a la renovación.

Esto queda de manifiesto al revisar a los más renombrados aspirantes a llegar a La Moneda: Sebastián Piñera (67), Alejandro Guillier (64), José Antonio Kast (51), Beatriz Sánchez (46), Marco Enríquez Ominami (44), Carolina Goic (44).

Es evidente que Chile tampoco se distingue por entregar propuestas nuevas a la política. Los Partidos parecen no atreverse a buscar, en la renovación de líderes, nuevos caminos. Y cuando se hace algún intento, los “poderes fácticos” reaccionan de manera virulenta y perniciosa. Lo hemos visto en líderes como el ex presidente Ricardo Lagos o como en el propio Piñera. Al primero aún le duele el haber sido descartado, por la centro-izquierda, como candidato presidencial. Y esa culpa la tienen que pagar algunos líderes socialistas, como Alvaro Elizalde, presidente del PS, o José Miguel Insulza. Piñera, por su parte, ha intentado reiteradamente evitar la amenaza de Kast, apuntando a mostrar la falta de experiencia política de éste.

Es posible que el electorado chileno aún no halle preparado para un cambio generacional profundo. Pero resulta evidente que los exponentes de la nueva camada no han dado con las propuestas que puedan encantar a ciudadanos que muestran escaso interés por la política. Y que, cual más cual menos, pone el acento en la duda acerca de la honestidad de los dirigentes. Eso se refleja en los altos porcentajes de ausentismo que muestran las elecciones nacionales. El “no estoy ni ahí con la política” resulta ser un freno a la hora del recambio. Finalmente, esa frase inmovilista la impusieron los jóvenes.

De cualquier manera, el fenómeno que hace eclosión en Europa y otras zonas del mundo, deberá necesariamente ser transitorio. Los problemas que exhibe la estructura social no se resolverán solo con la aparición de jóvenes en cargos de dirección política. Entre otras razones, porque la innovación también requiere de la experiencia. De no ser así, la apuesta resultará en un doloroso fracaso.

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