Programas y soluciones tipo “más de lo mismo”, es lo único que pueden ofrecer los viejos tercios del duopolio que llevan más de 27 años en el poder. Tocaron techo y tocaron fondo. Su tiempo ya pasó.
Por Arturo Alejandro Muñoz
Columnista Granvalparaiso.cl
Con casi tres décadas enquistados en el ejecutivo y en el legislativo, los viejos y corruptos tercios de la política chilena se atrincheran para defender la última colina que les va quedando en su poder, dispuestos a dar la que podría ser la batalla final luego de una larga existencia de vida dulce y demasiado bien pagada merced a las corruptelas, amiguismos y traiciones al electorado.
Lo que en un primer momento fue para ellos sólo aprensión, se ha transformado en miedo, el cual no se debe únicamente al hecho que muchas personas hayan abandonado sus propios temores que arrastraban desde la época dictatorial, y enfrentan – a veces con violencia física o verbal- a dirigentes y candidatos, sino también a visualizar que como nunca antes (desde el regreso a la democracia en 1990) existe la posibilidad de ser llamados a retiro por el ’respetable’.
La política puede travestirse en vicio, y muchos de los que hicieron de esa actividad una profesión se convierten en adictos a la plata dulce y al trabajo exangüe. Además, si a ello se agregan cuotas de poder, el dolor por perder la categoría se incrementa a grados insoportables. Ante tal posibilidad, los viejos tercios efectúan llamados y toques de reunión para congregarse en la última trinchera del desgastado duopolio, desempolvando los antiguos manuales de la politiquería bravucona y amenazadora que les fueron útiles durante décadas en la preservación de granjerías y turbiedades.
Piñera no le teme a Guillier ni a Carolina, ni a ME-O ni a Parisi, y estos tampoco le temen al ególatra especulador financiero. Sin embargo, los miedos que sacuden a tres candidatos del duopolio (Goic, Guillier, Piñera) –que son a la vez los miedos de sus respectivas coaliciones- se originan por la presencia de otro referente, el Frente Amplio (FA), andamiaje joven e irrespetuoso con sus mayores en el Congreso, que ha recogido buena parte del descontento ciudadano con los gobiernos del duopolio a través de dos de sus candidatos: Alberto Mayol y Beatriz Sánchez.
En pocas semanas, uno de esos candidatos propuestos por el FA, Beatriz Sánchez, pese a no contar con programa propiamente tal (afinado y completo) ni con currículo político de cierta envergadura, comenzó a escalar vertiginosamente en las encuestas de opinión, emparejando a uno de los postulantes presentados por el ex duopolio, Alejandro Guillier, a la vez que se acerca a paso veloz a la otra figura de la maquinaria duopólica, el derechista Sebastián Piñera.
Más rápido que un pestañeo, los viejos tercios comenzaron a desarrollar uno de los capítulos del manual de la politiquería, en este caso, desatar una campaña (cada vez más abierta) contra la candidata del FA arguyendo como pretexto –cuestión que raya en la estulticia- la posible reedición del conglomerado Unidad Popular si el referente juvenil accede al gobierno.
“Nosotros o el caos”, parecen gritar los viejos tercios a los cuatro vientos, callando vergonzosamente una verdad conocida por todos ellos, la cual señala que la ex Unidad Popular –en importante medida- estuvo presente, siempre, desde 1990 a la fecha, en la ex Concertación, hoy Nueva Mayoría, pues allí se congregan los principales partidos que conformaron el bloque político que apoyó a Salvador Allende en su gobierno, en este caso: el PS, el PC, el PRSD y el MAPU… ninguno de ellos forma parte del Frente Amplio, al menos no orgánicamente.
El temor se funda en una probabilidad que comienza a preocupar seriamente a los socios del duopolio; ella señala que podrían arribar a una segunda vuelta electoral en el mes de diciembre los candidatos Sebastián Piñera y Beatriz Sánchez, lo cual obligaría moral y políticamente a la Nueva Mayoría (o a lo que quede de ella) a entregar apoyos y votos a la candidata del FA.
Esa “catástrofe” sería el puntapié inicial del regreso de los tres tercios y una derrota homérica del partido demócrata cristiano (PDC), obligando además al partido comunista (PC) a decidir lo que ya debería tener dilucidado: permanecer en un bloque que administra el sistema neoliberal, o insertarse en un referente que está más a la izquierda que la actual coalición gobernante… ¿o la muchachada que dirige GuillermoTeillier replicaría lo hecho por el PDC y también optaría por un “camino propio”?
Cual colofón de esa ensalada de problemas, un lío más ha venido a sumarse a los problemas de la Nueva Mayoría. Es la discrepancia –en materias de descentralización- de Guillier con los partidos que le apoyan. Debido a ello, el candidato criticó ácidamente la propuesta diseñada por el PS, PPD, PC y PR, respecto a postergar la primera elección de intendentes, que pasarían a llamarse gobernadores regionales, para 2020, uno de los proyectos ejes de la descentralización que él propone en su programa. Algunos parlamentarios de esas tiendas partidistas han salido en apoyo de Guillier, marcando una arista más en el quiebre de la Nueva Mayoría.
A su vez, en la otra vereda del duopolio –en Chile Vamos- se respira un aire contaminado por los disensos internos expresados en la franca lucha que está protagonizando Manuel José Ossandón, una especie de “llanero solitario” que sin embargo parece contar con mucho más apoyo que el expresado por las encuestas de opinión, lo que permite sospechar que en caso de haber primarias en ese sector bien podríamos ser testigos de un “ossandonazo”, cuestión que haría temblar los cimientos del andamiaje megaempresarial y obligaría a la vieja derecha a caminar la ruta de una renovación muy superior al simple maquillaje. .
Lo anterior no es la única piedra que encuentra en su camino el candidato Piñera Echeñique, pues tanto sus adversarios externos (NM y FA), como sus adversarios internos (Ossandón y Kast), le están exigiendo no solamente presentarse a las primarias sino, además, asistir a los debates televisados que comenzarán en la penúltima semana del mes de mayo, en los que deberían participar todos los candidatos a la presidencia de la república.
No obstante, los asesores de Piñera y muchos dirigentes de RN y la UDI se oponen a esa participación. ¿A qué le temen? ¿No tienen ideas ni programas? Realmente, la respuesta es otra. En debate con personas que poseen un alto nivel de información (y valentía para usarlo), Sebastián Piñera podría quedar atrapado por las evidencias en asuntos como Bancard-Exalmar, PENTA, SQM, paraísos fiscales, etc. Es demasiado alto el riesgo.
Como es posible sospechar, esos debates televisados –si los hay- serán de alta significación y relevancia para ir deshojando la margarita política que los viejos tercios tienen escondida en una enorme caja de caudales.