Los dueños del país, impúdicamente, demuestran que es falso aquello de “la justicia es igual para todos”… y la política tampoco lo es.
Por Arturo Alejandro Muñoz
Columnista Granvalparaiso.cl
En nuestro país –largo y delgado hilo que cuelga cual espada de la cintura de América- la expoliación, el clasismo y la corrupción oficializadas por las autoridades son tan fuertes como la misoginia y el machismo desatado, pero al interior de nuestra nación provocan, mediáticamente, menos escándalo y vergüenza que los atentados contra el género femenino.
Para entender a cabalidad cuán grave es lo que ocurre en Chile en materia política, resulta recomendable mirar a nuestro país desde algún lugar en el extranjero, informarse a través de la prensa escrita, hablada y televisada en ese mismo territorio foráneo, empaparse de las opiniones y comentarios desglosados de las conversaciones emitidas por personas naturales de esos terruños, y sólo entonces será posible aquilatar el daño que muchos de nuestros supuestos ‘líderes’ hacen a esta querida franja de tierra, a esta “espada que cuelga de la cintura de América” y que, en el caso que nos ocupa, pareciera pertenecer a un pirata y no a un héroe libertador.
Es posible que alguna prensa extranjera, específicamente aquella que sirve a intereses transnacionales, guste destacar que en nuestro país el crecimiento económico ha ido a la baja y que, cómo no, ello se debe a ciertas medidas que esa misma prensa (haciéndose eco de las opiniones de políticos ultra neoliberales) cataloga de ‘populistas’, presentándolas como típicas políticas “izquierdizantes”, maquiavélico jueguito de palabras que provoca una conveniente confusión en buena parte del público lector (y elector).
Sin embargo, superior a esa crítica interesada es la vergüenza que debe experimentar la sociedad chilena debido al quehacer rutinario de una casta política desenfrenadamente corrupta, la cual ya ni siquiera muestra algún tinte de pudor público por sus acciones que lindan en lo delictual, y que contradicen abiertamente la manida frase aquella de “la justicia es igual para todos”. ¡No me diga!
Es que situaciones de descrédito ocurren también en niveles más bajos de la pirámide política, como es el caso de lo que conocemos ahora en algunos municipios –ejemplo, Providencia- donde la flamante nueva autoridad designa en cargos directivos a personajes que se encuentran involucrados en asuntos de indudable gravedad que son, por lo demás, de conocimiento público, como los de SQM, Corpesca, y el de negociación incompatible en el caso del nuevo secretario de la Corporación de Desarrollo Social de ese municipio, pese a que respecto de este asunto (vale decir, respecto de la designación del señor Axel Müller) el Consejo de Defensa del Estado interpuso querella en el 8º Juzgado de Garantía de Santiago.
Eso ocurre en niveles inferiores de la pirámide; más arriba, allá en la cúspide, la situación es tal vez peor. Lea usted. En cualquier nación civilizada y democrática, un político como Sebastián Piñera –que hizo negocios durante su mandato presidencial y que, peor aún, concretó uno de ellos poniendo en evidente riesgo la soberanía y dignidad del país- ya habría renunciado a sus ansias de mayor poder, así como hace rato ya, en esa mima nación civilizada que ponemos como ejemplo, las tiendas partidistas que mostraban apoyo a este personaje también se lo habrían retirado.
Valga ello para otros ‘eméritos’, cual es el caso de don Ricardo Lagos Escobar, cuyo andar presidencial destacó por concesionar (léase ‘privatizar’) casi todo lo que el Estado poseía, y de esa laya privilegiar la engorda de las faltriqueras de empresas transnacionales, hoy dueñas de los principales recursos naturales e incluso del falso bienestar de gran parte de la población chilena, como sucede con los estudiantes que sufrieron lo indecible con el CAE, y lo que siguen sufriendo millones de cotizantes en las AFP’s.
¿No le resultan a usted suficientes esos ejemplos y solicita más? Bueno, recuerde lo sucedido en cuestiones graves, lesivas para el país y su gente, como la colusión de las farmacias, la colusión avícola, La Polar, SQM, PENTA, CAVAL, las carreteras concesionadas y el TAG, las Hidroeléctricas, el Transantiago, las forestales y la contaminación de ríos y lagos, las salmoneras y el basural en que convirtieron el mar del sur de Chile, las mineras y la depredación del medio ambiente y el robo ‘legal’ de nuestros recursos naturales, etc., etc. Todas estas cuestiones fueron pensadas, realizadas y aprovechadas por esos personajillos que forman parte de la cúpula de la casta política que hoy solicita, casi con sonrisa de inocentes mártires, su bendición y sufragio.
Individuos como los descritos creen estar ciertos de que esta nación les pertenece en calidad de propiedad privada, con gente y todo, con instituciones que funcionan y con las que no funcionan (que son las más). Para los miembros de esa casta, Chile es una muñeca inflable… un país inflable que pueden manipular, violar, golpear y utilizar a destajo cada vez que deseen saciar sus pasiones económicas, o simplemente por un enfermizo divertimento que les permite hacer ostentación de su poder.
Las muñecas inflables no reclaman, no exigen nada, no piensan ni opinan, son silentes y siempre están dispuestas para ser usadas. Un país inflable también. Chile actual es un buen ejemplo de ello. Lo que vimos en la reunión de ASEXMA, donde su presidente (Roberto Fantuzzi), junto al candidato Alejandro Guillier y al ministro de Economía, Luis Felipe Céspedes (hombre perteneciente al staff político de Andrés Velasco) ratificaron lo dicho, a la vez que con su actuar refrendaron lo comentado en líneas anteriores.
Si algún grado de inquietud muestran ahora esos personajes, ello obedece a que está comenzando a transitar –por fin- por camino difícil. Se les terminó el pavimento y los rieles. Ellos mangonearon la política, la legislación y la economía a su amaño. Ellos se burlaron del país ninguneando a la crítica pública y reiterando las corruptelas como si nada ni nadie pudiese enmendarles la plana. Llegaron a un punto final, a un paradero que está en el borde último del mapa político y recién barruntan que cansaron a la gente, que no cuentan con apoyo mayoritario del electorado y que, finalmente, el ‘respetable público’ los considera corruptos y mentirosos.
Entonces, la muñeca inflable, el país inflable, podría tener voz y opinión en cualquier momento. Eso les tiene aterrados, desesperados. De ahí se desprende el cúmulo de promesas y de falaces juramentos que han venido propalando, habiendo llegado incluso a dejar entrever –dos de esos personajes (Lagos y Piñera), que necesitan una segunda oportunidad en La Moneda para arreglar precisamente las turbias negociaciones realizadas anteriormente por los gobiernos de… Lagos y Piñera.
Ellos esperan que Chile siga siendo tan inflable como lo ha sido desde hace décadas, cuando se conformó la sociedad duopólica una vez finalizado el plebiscito del NO el año 1988.