Por César Rosende B.
Académico de Ciencia Política, UCEN
Ad portas de una Convención Constitucional que tendrá como tarea redactar una nueva Constitución para Chile, nos encontramos con un rechazo generalizado a las organizaciones que, por definición, tienen como función aglutinar y transmitir las demandas ciudadanas a las esferas de poder: los partidos políticos.
Una de las causas de este rechazo es el desconocimiento de la ciudadanía respecto de la razón de su existencia, sus funciones, sus contenidos programáticos, y la percepción de que son organizaciones corruptas cuyo fin es aprovecharse de los recursos públicos para su propia conveniencia.
Pero ¿de dónde viene este desconocimiento? Parte de la respuesta está en nuestra Constitución, la que si bien en su artículo n° 15 dice que “garantiza el pluralismo político”, en su artículo n° 11 lo limita al impedir la educación en las tendencias político-partidistas actuales señalando que “la enseñanza reconocida oficialmente, no podrá orientarse a propagar tendencia político partidista alguna”. Si bien el artículo se refiere a “propagar”, en la práctica, ha llevado a que durante 40 años hayamos crecido sin recibir la formación necesaria para entender la actividad política y a los partidos políticos; sus funciones, ideas y doctrinas nos resultan desconocidas. Nos hemos distanciado de la política, mientras se nos ha entregado la responsabilidad de participar en elecciones para votar por personas que nos gobiernen y que mayoritariamente forman parte de los partidos y viven de la política.
Este distanciamiento, nos ha conducido a una cada vez mayor desafección política, a una baja participación electoral, a un sentimiento de deslegitimación de los gobiernos (por ser elegidos por un pequeño porcentaje de la población), a una escasa preocupación de la ciudadanía en los asuntos públicos y a un precario o nulo control sobre nuestras autoridades y organizaciones, lo que a su vez es caldo de cultivo para la corrupción. Todo lo anterior nos está llevando a una inestabilidad de todo el sistema político institucional, un problema que esperamos enfrentar con una nueva Constitución.
Finalmente, para evitar que este ciclo continúe, es necesario que la nueva Constitución permita a la juventud comprender la realidad que vive desde distintas perspectivas políticas, de manera que pueda contar con información necesaria para actuar responsablemente en su rol ciudadano.