Por Samuel Erices
Trabajador Social y Académico UCEN
Las cifras oficiales entregadas por el Minsal sobre la situación de contagios en Chile, indican que estamos cercanos al 1.080.000 de casos totales, con un aumento que bordea los 8.200 casos diarios. Tenemos 45.800 casos aproximados activos y más de 24.000 fallecidos en el país. Esto impacta en el nivel de atenciones y en el capital humano sanitario, que se encuentra sobrepasado y agotado y, de sobremanera, a los que ven empeoradas su situación de salud. En este sentido, las cifras oficiales indican que más de 2.700 personas se encuentran conectados a ventilación mecánica, con lo que la desesperanza de sus familias y los equipos de salud está direccionada hacia la incertidumbre y la escasa certeza respecto a la recuperación.
El número de contagios en inminente alza, la ocupación de camas UCI y el número de fallecidos conforman la prueba irrefutable de que la situación es extrema y mortal. Por meses se ha informado sobre comprender y activar las barreras sanitarias efectivas comunicadas a nivel mundial: uso de mascarilla; lavado de manos recurrente, uso de alcohol gel, los aforos reducidos. El Covid es una enfermedad que en su avance no ha distinguido al ser humano que invade. Hasta hace algunos meses se creía que por el hecho de ser joven, las posibilidades de contagio serían mínimas. Hoy la única certeza es la existencia de nuevas sepas y la propagación del contagio que desencadena la muerte de niños, niñas y jóvenes.
La muerte por Covid se ha tristemente normalizado. Las creencias e ideologías se han potenciado y, en muchos casos, el no quedarse en casa ha sido más fuerte que el cuidar/nos. Tenemos personas que no respetan cuarentenas o aforos, con tendencia a realizar lo prohibido -la participación en fiestas clandestinas son un ejemplo-. Por otro lado, las críticas al manejo político y sanitario, fueron acompañadas de la falsa calma que generó el proceso de vacunación en todos nosotros.
Respuestas, estudios y cuestionamientos son variados en este análisis sobre el comportamiento humano. Como sociedad exigimos a la estructura económica y política que se aseguren y respeten nuestros derechos. Exigimos justicia social, paz y fin de las vulneraciones; discursos recurrentes en el día a día, potenciando y demandando cambios a través de acuerdos políticos para nuestras generaciones futuras.
Reflexionar en el hoy, y desde lo íntimo de nuestras relaciones sociales, que al parecer vivimos un individualismo disfrazado en algunos casos de solidaridad. En relación con los Derechos Humanos exigimos respeto y deseamos que esto se vea plasmado en el futuro. Hoy nuestro deber de cuidar y cuidarnos, llama a valorar el derecho humano esencial: el de vivir. Aquel derecho que con nuestras conductas de escasa valoración a los otros vulneramos día a día.