Enojados con el mundo y… contra el mundo

Publicado por Equipo GV 8 Min de lectura

Por Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)

 

pngwing.com (1)En los últimos años, nuestro planeta se ha ido convirtiendo en un lugar de muy mal carácter, donde las respuestas agresivas y violentas ante el menor problema, disgusto o molestia están a la orden del día: los conductores en las calles y carreteras ya no discuten ni se insultan, sino que, simplemente, se agreden y se atacan mutuamente con sus respectivos vehículos –motos, autos, buses, camiones– sin medir las consecuencias; los clientes se enojan con el dueño del negocio o con los vendedores de la tienda; los maridos se sulfuran con sus esposas; los empleados se indignan y se molestan con el jefe; los pacientes atacan y golpean al personal médico en hospitales y clínicas, los estudiantes agreden a sus profesores, etc.

En relación con los automovilistas, los expertos en seguridad vial de todo el mundo están muy preocupados por el creciente nivel de violencia en las calles, por cuanto, a medida que las rutas y calles están más congestionadas, desaparece en los conductores todo atisbo de cortesía y afloran los instintos más salvajes y primitivos.

El ritmo acelerado de la vida moderna, el estrés acumulado debido a problemas laborales, económicos y de pareja, los efectos agobiantes de una pandemia que no cesa de angustiar y atemorizar a la población con la aparición de nuevas mutaciones, los diversos problemas que afectan a la salud y la calidad de vida de las personas, etc., tienen mucha relación con las actitudes agresivas y las explosiones de ira que vive nuestra sociedad.

Ya no existe duda alguna que estamos alterándonos más –y con mayor frecuencia– de lo que lo hacían nuestros padres, hace tan sólo un par de décadas atrás.

Es más. Los investigadores John Hagan de la Universidad Northwestern y Holly Foster de la Universidad Carnegie-Mellon plantean la hipótesis que las consecuencias de las experiencias y de la exposición diaria a la violencia, especialmente en las relaciones más íntimas de los adolescentes –con sus familias de origen o con sus parejas– incluyen más que sólo los riesgos de salud que se vive actualmente en la sociedad y que conducen  a serios problemas conductuales y de salud mental en los jóvenes, tales como severos trastornos del ánimo, rebeldía, conductas anti sociales.

Un análisis minucioso de los datos entregados por un Estudio Longitudinal de Salud de los Adolescentes realizado en Estados Unidos reveló que la violencia en la intimidad de los adolescentes condujo a los jóvenes a experimentar diversos síntomas de carácter depresivos, peligroso consumo de alcohol y drogas, a tener constantes peleas, riñas y reyertas con armas de todo tipo cuando el enojo hace presa del sujeto, a huir de sus hogares, a experimentar pensamientos suicidas, a desertar del colegio y correr el riesgo de un embarazo precoz en el caso de las niñas. Otro aspecto peligroso de vivir en medio de la violencia, es el “contagio emocional” y el aprendizaje de conductas violentas por parte de niños y jóvenes como la única forma de “enfrentar y resolver los problemas”.

Por otra parte, diversos estudios acerca del carácter y el comportamiento humano relacionados con el mal genio y la agresividad, han permitido establecer que el “marido común y corriente” se altera un promedio de cuatro a seis veces por semana, el doble que su esposa. El sólo hecho de no encontrar una llave en el lugar habitual, encontrarse con un neumático desinflado en el auto, una línea telefónica ocupada a la que se intenta llamar, encontrarse con un taco en las calles, etc., se convierten en motivos suficientes para que un hombre sufra un estallido de ira.

Las esposas, por su parte, suelen perder la calma y la paciencia por algunas cosas –aparentemente sin importancia–  que sus maridos dicen o hacen, como criticar su comida, un aspecto de su figura o por mostrar su desacuerdo en relación con la educación de los hijos.

Otros estudios destacan que la ira que experimentan las personas –especialmente los varones– está relacionada con la profesión de cada cual. Es así por ejemplo, que las investigaciones señalan que  –en términos generales– los abogados, médicos y gerentes de banco se enojan con moderación, mientras que aquellos empleados que deben trabajar con números, cifras y cuentas estallan con rapidez, en tanto que los trabajadores de fábricas también muestran serios problemas de mal carácter y estallidos de rabia.

En un artículo publicado en el año 2017 acerca de las emociones básicas –tales como la ira, la cólera, la rabia, etc.– el Dr. Riccardo Williams destaca que el comportamiento acompañado de ira y rabia tiene muchos propósitos diferentes y los matices de las conductas agresivas, a menudo, están “definidos por el marco cultural del sujeto y el contexto social” en el cual se producen.

Y otro dato no menor: un estudio realizado en Inglaterra por el Dr. John Archer y la Dra. Jane Louise Ireland de la Universidad Central de Lancashire en relación con el matonaje (o bullying), reveló que el “71% de las personas que practican el matonaje habían sido ellas también víctimas de violencia y de abuso, en tanto que el 57% de las víctimas, molestaban, a su vez, a otros”. En este último caso, al comparar este grupo de sujetos con quienes no habían sido nunca víctimas de matonaje, las víctimas mostraron síntomas mayores de hostilidad y agresividad contenida, la que era expresada por medio de acciones tales como patear puertas, romper cosas, actitud negativa hacia la autoridad, fantasías de venganza e impulsividad, parecidas a las de los “matones puros”.

En definitiva, la intolerancia y la falta de moderación y autocontrol de impulsos pueden traer severas consecuencias para las personas. Si a lo anterior, se suma el consumo de alcohol y drogas, entonces la mezcla puede ser, simplemente, explosiva y mortal, tal como lo vemos a diario en las calles atochadas de vehículos, así como también en pubs y discotecas.

El uso de la violencia en la sociedad se ha traducido, hoy por hoy, en la causa de lesiones graves de gente inocente, en el acto de cometer suicidios, homicidios y provocar la muerte de muchas personas ajenas al problema que suscitó el estallido de ira, así como también en la pérdida total de oportunidades educativas, laborales y sociales.

 

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