¿Es aún la hora de la derecha o comienza a declinar?

Publicado por Equipo GV 11 Min de lectura

Derecha dura, centroderecha con sus acólitos y colgajos, periodistas obsecuentes, otros bobalicones… son muchos los que siguen trabajando en beneficio de la dependencia, el clasismo y la pésima distribución de la riqueza

Por Arturo Alejandro Muñoz
Columnista Granvalparaiso.cl

 

arton64880Poca duda cabe, analizado con un mínimo de objetividad, que una vez caídos los muros ideológicos el año 1988 y el de Berlín en 1989, el neoliberalismo se adueñó de la balanza y de la economía planetaria. Fue, a no dudar, el gran triunfo de una derecha que se ha mantenido enhiesta en gran parte del mundo hasta hoy, asentando sus pies en la globalización cuya característica esencial, más allá de la preponderancia de  Economía y Libremercado, ha sido la pérdida de identidad experimentada por una indiscutible mayoría de naciones.

No hay nada que satisfaga más a la derecha mundial que observar el cambio experimentado en muchos países merced a la globalización y al neoliberalismo, en palabras simples, observar cómo abandonan las tradiciones y se vuelcan de lleno a la política de un Mercado que se convierte en juez y garante de todo lo que ocurre en ellas,  e incluso denuestan su propio idioma incorporando a él –privilegiándolas no sólo en el uso diario sino también en las comunicaciones oficiales- miles de palabras pertenecientes a lenguas de las naciones dominantes.

Lo países en vías de desarrollo, como Chile, reconocen que el sistema neoliberal les ha sido beneficioso en lo macroeconómico, pero su talón de Aquiles (en realidad, un enorme talón que abarca casi todo el cuerpo) lo constituye la pésima distribución de la riqueza, la cual produce y alimenta una brecha económica de proporciones inaceptables. En efecto, el sistema de marras ha sido incapaz de solucionar esta injusta situación, pero a pesar que la derecha siempre trata de que ella no se comente, que se oculte e incluso que se niegue, se ha convertido en el principal foco de conflicto gobiernos-ciudadanía y, más aún, en el argumento imbatible de marchas, paros y movilizaciones masivas de estudiantes y trabajadores.

En esencia, los opositores al derechismo llevan más de un cuarto de siglo luchando contra la permanencia de los representantes del conservadurismo político y económico en los gobiernos de diferentes países, Chile entre ellos. Veinticinco o treinta años de una riña sin pausas en la que, a no dudar, esos opositores han ganado espacios y algo de poder, aunque nunca lo suficiente  para trocar el sistema por otro más solidario y equitativo, donde la mayor parte de la torta a repartir sea para la sociedad en general,  y no para un pequeño grupo de mega empresarios asociados con transnacionales globalizadas.

No se trata ya de una oposición meramente “de izquierda” en términos ortodoxos, pues en esas filas encontramos también a cristianos variopintos, liberales y a muchos socialdemócratas que se consideran dueños del centro político. Algo –que no es despreciable- han avanzado, mas, no bien lo hacen y se acercan a obtener las riendas del gobierno comienzan a sufrir ataques severos y carentes de racionalidad, provenientes de las líneas conservadoras  que no aceptan ningún tipo de reforma ni cambio, por mínimos e incluso ineficaces que ellos puedan ser.

Lo anterior se extiende hacia la participación de los jóvenes en política, misma que todas las tiendas partidistas del país, y la prensa en general, venían impetrándole a la muchachada, pero no bien esta decidió insertarse en la acción pública y creó sus propios referentes, tanto la derecha dura (Chile Vamos) como la otra la derecha (una parte de la Nueva Mayoría) saltaron cual si hubiesen sido aguijoneadas cruelmente, ninguneando a los jóvenes por hacer lo que todos les pedían que hicieran, pero no haberlo hecho  –tal vez- integrándose en calidad de noveles miembros a los partidos que manejan y administran ambas derechas.

La derecha no da puntada sin hilo y lo hace de maravillas, especialmente cuando se aprovecha de ciertos eventos que transforma en su beneficio, lo que redunda por cierto en sostener el sistema que le interesa y ama. Un ejemplo de lo dicho es la reciente elección presidencial en Francia, la cual está siendo presentada (por derechistas y sus acólitos centroderechistas) como un triunfo de la socialdemocracia, adversaria de los conservadores, aunque también, a veces, resulta ser su mejor socia. Vea usted lo siguiente.

Emmanuel Macron es elegido presidente de Francia y derrotó a la ultraderechista Marine Le Pen, una mujer cercana incluso al fascismo en serio. Pese a los intentos desplegados en Chile por gran parte de la prensa ‘oficial’ (Copesa, Emol, Tv abierta) para presentar a Macron como una especie de socialdemócrata, un ‘llanero solitario’ (Andrés Velasco sería su símil en nuestro país), la verdad es que para muchos franceses lo ocurrido en esta elección fue simplemente “el triunfo de la derecha sobre la ultraderecha’. Macron, además, es un defensor a ultranza de la Unión Europea, y combate con fiereza separaciones como el Brexit británico.

A este respecto, en su cuenta de Facebook, el periodista Mario Gómez (ex director del diario ’La Firme’) publica lo siguiente: <<Lo relevante en Francia es que fue derrotada la ultra derecha y la política tradicional, pero a tener en consideración que  el ex ministro de Economía es lo que en Francia se conoce como un “enarca”, un egresado de la Escuela Nacional de Administración, la prestigiosa institución educativa por la que pasa buena parte de los altos funcionarios del país y de sus líderes políticos.

<<Según opina el afamado politólogo francés, Thomas Guénolé, “La cuestión es que (Macron) intenta crear una marca Emmanuel Macron que es nueva, moderna, joven, fresca e innovadora. Sin embargo, viene de los círculos más altos de la élite clásica francesa. Y lo que defiende son las políticas económicas que hemos estado aplicando en los últimos 20 años”>>

¿Por qué la derecha chilena insiste en disfrazar lo que todos saben es parte de su propio capote?  El objetivo no puede ser otro que evitar el crecimiento de una izquierda extraparlamentaria que ponga en jaque el salvajismo del sistema neoliberal imperante en el país.

Y como bien asegura la praxiología, si la consecución de un objetivo no debe entrabar la consecución de otros objetivos, para la derecha viene a ser miel sobre hojuelas conseguir, junto a lo anterior, aislar al país del contexto sudamericano donde, según varios dirigentes de la UDI, RN, PDC, Evópoli, PPD y otros, “hay ejemplos negativos”, como Venezuela, Ecuador y Bolivia, ya que esa misma derecha tiene claro que la izquierda, la verdadera, la “no oficial” que está inserta en la Nueva Mayoría, es proclive a la unidad y solidaridad latinoamericana, lo que en este momento contradice las recomendaciones de una OEA cooptada por las mega empresas y los intereses del imperio estadounidense en la región.

Durante 25 años –mediante el engaño y la traición a sus propios principios- la izquierda ‘oficial’ mantuvo sojuzgado a ese pueblo (que siempre votó por ella)  mediante el garlito de presentarse como “anti imperialista y demócrata hasta la médula”, siendo en realidad una activa socia en la empresa de administración del sistema neoliberal. Esos ‘izquierdistas’, una vez renovados y convertidos a la fe neoliberal- demostraron cuán poco les importaron los miles de muertos y millones de decepcionados hechos puré por la dictadura … total, piensan ellos, pertenecían al pueblo, a ese pueblo sumiso y abúlico que sobrevivió a otras masacres anteriores pero que se manifiesta dispuesto a apoyar con su voto y su esfuerzo a los mismos hombres que actuaron de verdugos morales.

En cambio, los consecuentes, los asertivos, los sinceros….no sirven en el escenario del duopolio. Se les considera “locos”, peligrosos, “rara avis”, tóxicos (nos referimos a la mejor de las toxinas, la de actuar de frente y con la honesta verdad a flor de piel). Personas como esas sirven a la política solamente cuando esta se ve amenazada por regímenes totalitarios, pero una vez retornada la normalidad institucional al país, esas personas son alejadas, rechazadas y hasta vilipendiadas por los perennes grupos familiares que se tomaron el asiento del conductor.

En Chile la actividad política pareciera estar reservada para unos pocos, para los privilegiados por nacimiento, para aquellos que forman parte de ciertos grupos familiares –ora como miembros, ora como lacayos- que han hecho creer al país que sin su concurso la patria se estanca y fallece.

Incluso, los partidos políticos que conforman los dos bloques principales, manejados con especial ahínco por esos grupos, obstaculizan sin pausa el acceso de nuevas mentalidades, nuevos aportes, nuevas ideas. Allí, la única vía válida para ascender en la pirámide partidaria es aquella que exige actitudes obsecuentes, donde la lealtad se confunde con la incondicionalidad.

Mientras una izquierda seria, anti imperialista y anti capitalista no logre unidad, cohesión y liderazgo, esta hora actual seguirá siendo de la derecha… o de algunos ’llaneros solitarios’ que consciente o inconscientemente le hacen la pega.

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