Muchas veces es sano y conveniente recordar quiénes fuimos y qué pensábamos… para no perdernos en el presente, por ello estas líneas no tienen otra pretensión que recordar para nunca olvidar
Por Arturo Alejandro Muñoz
Columnista Granvalparaiso.cl
Dinosaurios de la política como José Miguel Insulza, Juan Carlos Latorre, Alejandro Rojas, y otros ex dirigentes de la antigua y combativa FECH (Federación de Estudiantes de Chile), tarde o temprano leerán estas líneas…por lo tanto no nieguen lo que hacían, decían y pensaban en aquellos años, porque yo –que pensaba y hacía lo mismo- lo recuerdo como si hubiese ocurrido esta mañana.
“Avanzar sin transar”, “A los momios, pala, a los fachos, bala”, “las viejas pitucas se venden por diez lucas”, “la FECH firme junto al pueblo vietnamita”, “la FECH contra el imperialismo yanqui”, “Fidel, Fidel, ¿qué tiene Fidel que los imperialistas no pueden con él?”, “la revolución se caga en los reformistas”, etc., etc., etc.
Imposible no recordar esas frases que forman parte del anecdotario político chileno y que marcaron con fuego toda una época, una romántica época de sueños, de ideales y de lucha, en la que el estudiantado estrechó filas junto a los pobladores, campesinos y obreros. A comienzos de la década del ’70, una nueva era parecía abrir sus pétalos sociales a millones de chilenos y chilenas que miraban esperanzados un futuro más solidario y menos tormentoso, sabedores que ello lo lograrían si y sólo si el gobierno llegaba a manos de políticos decididos a realizar los profundos cambios que el país requería.
En esa ínclita y dura labor la FECH llevaba el pandero y encabezaba las columnas de marchantes. Hacía sólo meses que la Reforma Universitaria había concluido con éxito en su primera etapa, y las casas de estudios superiores se ponían a tono y nivel de sus mejores pares latinoamericanos. Hacía también pocos meses que la dirección de la FECH –por la vía de una elección democrática en el alumnado de la Universidad de Chile- estaba en manos de la izquierda, específicamente, del Partido Comunista a través de las JJCC (Juventudes Comunistas).
Quien presidía la Federación era Alejandro Rojas, estudiante de Odontología que la derecha y la DC llamaban festivamente. “la Pasionaria”, aunque también le motejaban con irónica burla como “el estudiante eterno”. Hoy, Alejandro Rojas vive en Canadá donde destaca como profesor en la Universidad de British Columbia (Vancouver), y desde ese espléndido país relató lo acaecido la noche del 4 de septiembre de 1970, cuando Chile entero se mordía las uñas esperando el resultado final de la elección que determinaría el nombre del nuevo Presidente de la República.
Inesperadamente, tomando por sorpresa no sólo a la prensa sino también a sus propios asesores, Allende decidió que esa noche del triunfo debía hablarle al país desde los balcones del viejo edificio de la FECH, en aquella época ubicada en plena Alameda Bernardo O’Higgins, a un costado del también desaparecido Cine Santa Lucía Cinerama.
Recuerda Alejandro Rojas: “El triunfo de Salvador Allende en las elecciones presidenciales de Septiembre de 1970 fue por supuesto una explosión de júbilo para los estudiantes de izquierda, así como para tos los partidarios de la UP. Habíamos seguido los escrutinios en la casa de la FECH. Había mucha gente y una excitación y un nerviosismo difícil de describir. A eso de las 10 de la noche sonó el teléfono. A gritos me llamaron: “Alejandro, el compañero Allende quiere hablar contigo”. Efectivamente, Salvador Allende –a quien tuve la suerte de conocer mucho—estaba en el teléfono y me dijo con voz emocionada y muy formal: “compañero Alejandro, te llamo para comunicarte que hemos ganado…Quiero hablar al pueblo de Chile desde los balcones de la FECH y quiero saber si ustedes tendrían algún inconveniente.
“”Acuérdate que de joven fui Vice-Presidente de la FECH”. Le respondí tiritando de emoción que por supuesto que nos encantaría que hablara desde los balcones de nuestra Federación, que era un honor para nosotros.
“”Salvador Allende, como Presidente electo habló e hizo referencia especial al movimiento estudiantil: “He querido hablar al pueblo desde los balcones de la FECH porque los estudiantes han sido vanguardia en esta lucha”…Nosotros ya reventábamos de alegría y con los cientos de miles de chilenos acogimos la invitación de Allende: “esta noche tomaremos la patria por la cintura para bailar una cueca larga hasta el amanecer”.
Pero eran tiempos de cóleras, furias y sectarismos…no bien asumió Allende el gobierno de la república los bandos partidistas se distanciaron insanablemente para comenzar una lucha sin cuartel. La FECH no estuvo ajena a ello, y en su propio seno la vida política combatiente tomó cuerpo y exhaló odios, tal como comenzaba a suceder en el territorio nacional a todo nivel.
Con la premura que siempre chicotean los medios de prensa cuando están comprometidos con una u otra línea política partidista, comenzaron a surgir y publicitarse diversos nombres de diversos dirigentes de diversas tiendas, y todos ellos, sin excepción, aseguraban luchar por la auténtica democracia, aunque algunos agregaban a sus discursos calificativos como “libre”, “independiente”, “patriotismo”, etcétera.
La FECH era entonces una institución de valía, respetada e importante en el quehacer nacional, pues era sabido que muchos de sus dirigentes y líderes ocuparían más temprano que tarde los sillones del Congreso Nacional o las oficinas gerenciales de las más relevantes empresas del estado. Por ello, lo que esos muchachos dijeran, callaran, agregaran u omitieran, era destacado con letras de imprenta por muchos diarios y revistas, con mayor razón y profusión en aquellos años de confrontación y odios.
Durante el gobierno de la Unidad Popular la FECH se fracturó en dos bandos irreconciliables dispuestos a dirimir diferencias incluso a golpes, mentiras y actos ilícitos (e incluso inmorales, en algunas ocasiones). Ninguno de quienes estaban en la Federación en ese entonces podría asegurar encontrarse libre de culpa. Ninguno. Cual más cual menos, todos aportaron un granito de insidia y un kilito de ira para nutrir el motor de un país que se deslizaba por el tobogán de la división y la violencia.
Algunos de esos nombres surgen como ramalazos en mi memoria, y sus figuras juveniles toman cuerpo en mi mente cada vez que les observo –ahora viejos y cazurros- en páginas de diarios o en pantallas de televisión. ¿Cómo olvidar, por ejemplo, al entonces ‘capo’ del MAPU, José Miguel Insulza, con tupida cabellera y gesto altivo, discutiendo con Juan Carlos Latorre? Este último, el eterno candidato de la Democracia Cristiana, junto a Jaime Ravinet, para ocupar el cargo de Presidente de la FECH. Sin embargo, había muchos contendores, y muy buenos, por lo que a los DC les resultaba en extremo difícil acceder a ese puesto.
Uno de esos contendores –además del ya mencionado Alejandro Rojas- fue alguna vez el curicano Antonio ‘Tuco’ Cavalla –fallecido el año 2012- ocupando también un alto cargo en la JDC primero y luego (siendo uno de sus fundadores) en la Izquierda Cristiana (IC), estudiante de medicina y más tarde prestigiado doctor y cientista político. Al “Tuco” Cavalla le acompañaban Luis Maira y Luis Badilla.
Sin lugar a dudas, la Democracia Cristiana fue la tienda política que en esos años sufrió mayores fracturas y desprendimientos, ya que de sus filas surgió el MAPU, comandado en un principio por el joven sociólogo Rodrigo Ambrosio, integrándose –como tienda partidista- al conjunto de la Unidad Popular. Este movimiento experimentó una dolorosa pérdida, ya que el 19 de Mayo de 1972, a la 1:30 de la madrugada, Rodrigo Ambrosio, siendo Secretario General del MAPU, falleció luego de que el Fiat 600 en que viajaba impactara contra un camión cargado con cemento, a la altura de Llay-Llay, cuando regresaba de Valparaíso tras participar en actividades partidarias relacionadas con la campaña del MAPU a la dirigencia de la CUT y de asistir a un acto de solidaridad con Vietnam.
Más allá de las fronteras de la izquierda tradicional (PC, PS) alzaba sus voces el MIR, y en la ‘U’ los muchachos que dirigían Luciano Cruz, Miguel Enríquez y Bautista Van Schouwen, tenían representantes del mejor nivel político juvenil que yo recuerde. Allí estaban, entre otros, “Curicó” Ubilla y el “Chico” Pérez, habitués de las confrontaciones verbales con comunistas como Freddy Taverna, Jaime Insunza, Gladys Marín y Oriel Viciani en cuanta asamblea estudiantil se producía en el Pedagógico, en la Escuela de Ingeniería o en la de Derecho. En Concepción, con luces propias brillaba Nelson Gutiérrez, orador de fuste y dueño de ideas revolucionarias, ardorosas y audaces.
¿Y la derecha, dónde estaba, qué hacía? El cuartel general de la oposición conservadora juvenil se encontraba en la Universidad Católica; allí había también relevantes figuras -como Jaime Guzmán y Miguel Kast- que debatían a tambor batiente sus ideas ultramontanas, pero fuera de los claustros de la pontificia universidad el fascismo golpista movía sus brazos orquestando la debacle. Para concretarla sólo requeríase del concurso de un partido de centro, y la DC –o parte de ella- se prestó para el asedio final al sistema democrático. En ese contubernio estuvieron algunos de aquellos dirigentes juveniles democristianos que ocupaban trincheras en la FECH, como Juan Carlos Latorre, Jorge Navarrete y Jaime Ravinet.
El primer síntoma de la decisión confrontacional y bélica que había decidido tomar el PDC se dio el año 1971 en una elección FECH, en la cual, una vez más, triunfó finalmente la izquierda que dirigía el militante comunista Alejandro Rojas. Pero la noche del recuento final de votos fue digna de una película de Sergio Leone, el director de filmes como “El bueno, el malo y el feo”. En el segundo piso del viejo edificio que servía de casa central a la asociación estudiantil se abarrotó con gente venida de todas las facultades y escuelas. El griterío era ensordecedor, pero entre las exclamaciones, órdenes y quejas se escuchó claramente: “¡¡Los de la DC se robaron una urna!!”
Y el lío se armó. Volaron mesas, urnas, sillas, puntapiés, coscachos, insultos, empujones…salieron a relucir algunos linchacos y en menos de dos minutos la trifulca se había convertido en batalla. Juan Carlos Latorre derribó a un socialista de la escuela de Periodismo con un golpe en el pecho…pero fue echado al suelo por un mirista de Ingeniería que le sacó ‘chocolate’ de las narices con un mamporro.La Jenny, rubia famosa perteneciente a la DC, golpeó a destajo a cuanto izquierdista se le cruzó, protegida en una débil suposición: ser mujer. Le duró poco, pues el ‘Negro’ Aspillaga, luego de haber recibido un bofetón por parte de la dama, le embocó un zurdazo en plena cara y la rubiecita salió volando hasta chocar con la muralla…allí quedó tendida, groggy, con la nariz fracturada.
Nunca más la Jenny regresó a la FECH, pues entendió que ‘la valentía de mujer’ no cuenta con miramientos especiales en los asuntos políticos (ello sería ratificado sanguinaria y brutalmente por la dictadura militar, que torturó y asesinó a decenas de mujeres, especialmente jóvenes universitarias como Cecilia Labrín y Jacqueline Drouilly, entre muchas otras).
El martes 11 de septiembre de 1973 la exacerbación de los ánimos se transformó en golpe de estado, el golpe adquirió fisonomía de masacre y estase acercó al genocidio. Diecisiete años más tarde, los antiguos contrincantes PS-MAPU-DC-PR unieron intereses y formaron la Concertación, bloque que aún gobierna Chile. Lamentablemente, quienes en el pasado constituían la izquierda verdadera, hoy han olvidado ‘convenientemente’ su propia historia, así como también han renegado de Allende, del pueblo y de las luchas sociales.
Sin embargo, como bien gritó el ‘morocho’ Manuel Rodríguez, “aún tenemos patria, ciudadanos”, y la esperanza sigue enhiesta, firme, pero hoy se encuentra casi exclusivamente en las huestes juveniles ya que los adultos, sin importar condición ni clase, están subsumidos en el consumismo, en el engendro neoliberal que les carcome conciencia y alma. Es así que el recuerdo de Allende y el trazado de las viejas-nuevas-eternas luchas por la democracia, la justicia y la solidaridad, hacen nido en las almas jóvenes, tal como lo demostró Nicolás Grau, en su calidad de Presidente de la FECH, en el ex Congreso Nacional, al celebrarse el natalicio de Salvador Allende el año 2009, y que en parte de su alocución, dijo:
“No en vano fue el presidente de los jóvenes, porque dar su discurso de triunfo desde el balcón de la FECH fue sólo la expresión de la confianza que los jóvenes tenían en Allende y también de la confianza que Allende tenía en los jóvenes.
“Y si ninguno de los últimos presidentes electos ha hablado desde el balcón de la FECH, no es sólo porque la FECH importe menos que en los 70, sino porque además aquellos presidentes no tienen ni tenían nada que decir a los jóvenes. Allende tenía algo que proponer, un mundo por el cual valía la pena luchar, su discurso era una apuesta de días mejores, con ideales y expresión concreta de la posibilidad de Chile distinto.
“Salvador Allende era y es una apuesta de futuro, por eso fue y será el Presidente de la juventud”.
Eso fue en el 2009, hoy, Grau (que ya es adulto) pertenece a la directiva del Frente Amplio… ¿seguirá pensando lo mismo? Ojalá que sí.