Por Mauricio Salgado, Psicólogo
Clínica Tarapacá
Las fiestas de fin de año son también época de preocupaciones para muchas personas, tanto en lo físico -por la invitación a comer y beber en exceso-, como en lo económico, con un presupuesto que se resiente con los compromisos.
Por ejemplo, la presión social y los estándares estéticos pueden gatillar sensaciones negativas para el bienestar emocional a la hora de comer, como la ansiedad o la culpa. Es necesario que cambiemos la narrativa y fomentemos un enfoque más amable, sobre todo en esta época que debería ser de las más lindas del año. La salud mental es un aspecto vital de nuestro bienestar, y las fiestas deberían ser una oportunidad para disfrutar sin tantos limitantes. Debemos recordar que la indulgencia ocasional no afecta negativamente nuestra salud; de hecho, puede ser una parte esencial de nuestro autocuidado, privilegiando cotidianamente una nutrición saludable por encima de la persecución de estándares creados artificialmente.
Además de la imagen, la presión de fin de año puede venir de la mano del consumo, no solo por las compras de regalos, sino también de los insumos para celebrar. Con un IPC acumulado de 4,8% a noviembre, y después de un año donde la inflación llegó a 12,8%, es un hecho de que todo está más costoso.
Los altos precios, las aglomeraciones en los centros comerciales, el calor y la presión por encontrar el obsequio perfecto pueden generar tensiones y estrés. No debería ser así. Debemos poner en valor el verdadero sentido de estas celebraciones, que está en disfrutar en familia, compartir y no en endeudarse ni correr por las compras.
Finalmente, en época de balances, es necesario encontrar también el equilibrio entre el cuidado y el disfrute. Por ello, cierro esta reflexión invitando a un comportamiento consciente, donde disfrutemos en familia y con responsabilidad, sin invadir el espacio de quienes nos rodean ni ponernos en riesgo.
Felices fiestas.