Por Wilson Tapia Villalobos
Es preferible hablar de ilusiones que de ignorancia o de asofía, de desubicación, de incultura. O, mejor aún, mirar la Historia y ver que los ciclos se repiten. Que tal como en el ordenamiento climático, después del invierno viene la primavera, luego el verano, más tarde el otoño y de nuevo el invierno. Si el clima afecta a todo en el planeta ¿por qué los seres humanos deberíamos estar ajenos a ese peregrinaje? ¿Por qué creer que si evolucionamos y nos sofisticamos dejamos de estar atados a procesos que nos son propios?
Nuevamente estamos viviendo una transición. ¿Es del verano al otoño? ¿Del otoño al invierno? Eso está por verse. Sin embargo, pareciera que vamos entrando en la ruta más dura de un cambio. Lo vemos especialmente en la política, que es la señal que normalmente debiera servirnos para saber dónde estamos como sociedad. El descrédito no augura momentos de tranquilidad. Y ese nocivo fenómeno se está viviendo a nivel universal.
Los signos de tal realidad son inequívocos. Los idearios que nos acompañaban van desapareciendo. Lo hacen a una velocidad mucho mayor que la aparición de nuevas propuestas sensatas. Por lo general, lo que viene como nuevo es algo ya conocido. Propuestas que, en el pasado, llevaron, incluso, a enfrentamientos a nivel global. Las primeras manifestaciones se conocen de Europa, como ha sido habitual. El resquebrajamiento de la Europa Unida es sólo un detalle más. Lo acompañan otros signos: atisbos de xenofobia, racismo, populismo y una mirada ultra conservadora que en el pasado sirvió de base para el fascismo. Y éste fue el colchón del amortiguamiento para el nazismo. Como se ve, nada nuevo.
La última manifestación la tuvimos en Italia. Los Partidos tradicionales prácticamente han desaparecido. Fuerzas populistas y/o de ultra derecha -a menudo el límite no está claro- se impusieron en la elección del domingo pasado. En la cuna de la Democracia Cristiana, ésta ya no existe. Y allí no se puede culpar al Partido Comunista de su desaparición. Este último tampoco tiene ningún peso. La socialdemocracia también se ha esfumado.
El nuevo mapa político italiano muestra a la coalición de la derecha y la ultra derecha con un 37% de los votos. El movimiento populista 5 Estrellas se alza con un 31%. El Partido Democrático (PD), en el gobierno, es el gran derrotado. Sólo logró el 19% de la votación. Su líder Matteo Renzi (43) anunció la dimisión como Secretario General del PD. Esta es una nueva demostración de lo mal que les está yendo a los socialdemócratas en Europa. Su caso se suma a los ya conocidos de España, Alemania, Francia, Holanda. La debacle parece haber comenzado en Grecia en 2010. En Portugal, el Partido Socialista se mantiene en el poder gracias a una alianza con el Bloque de Izquierda y el Partido Comunista. En Inglaterra, los socialdemócratas -laboristas- también han comenzado a girar hacia la izquierda. Tratan de recuperar terreno perdido a manos de movimientos anti europeístas.
Pero en Italia el panorama tiene una connotación especial. Generalmente la baja de la socialdemocracia hace crecer a la izquierda. En este caso, eso no ocurrió. La escisión, Libres e Iguales, alcanzó el 3% de los sufragios. Claramente la votación de izquierda, al igual que un porcentaje de derecha, experimentó un trasvasije hacia el populismo de Cinco Estrellas.
Que el fenómeno es mundial, tiene una comprobación entre nosotros. La aparición del Frente Amplio es una corroboración de ello. Como también lo es la baja sostenida de la Democracia Cristiana. Una cuestión que parece natural si se mira el mapamundi político. Por lo demás, la disminución de la representatividad de los partidos de centro es algo que se viene manifestando desde hace algún tiempo en Chile. El caso del Partido Radical (PR) ya forma parte de la historia. Hoy parece estar correspondiéndole al Partido por la Democracia (PPD). El Partido Socialista, que no nació como socialdemócrata, parece estar recobrando posturas más hacia la izquierda. Y si bien el resultado de la última elección presidencial puede ser considerado un golpe para sus máximas autoridades, la votación alcanzada en las parlamentarias lo reafirma como baluarte de lo que era la izquierda tradicional.
En todo caso, el panorama político chileno aún se muestra confuso. La búsqueda continúa, aunque hasta ahora el ideario político nacional está lejos de mostrar novedades. Los derrotados tratan de ubicar lejos de sí mismos la verdadera causa del fracaso. En la DC, por voz de líderes como Patricio Walker, intentan explicar la poca significación de su Partido en el escenario nacional, culpando a la alianza con el Partido Comunista. Una explicación que pretende desconocer la realidad que vive la política a nivel mundial. El PC también está a la baja entre nosotros. Ni la izquierda ni la derecha tradicionales parecen ser atractivas para los electores. Y si hoy ha ganado la alianza derechista que apoya a Sebastián Piñera, es una cuestión momentánea. Una decisión que más que mostrar inclinación hacia los postulados de esa tendencia, responde a la tardía renovación de electores. Sólo el 46,82% de electorado emitió su voto. Y en los segmentos etarios, el que tuvo mayor concurrencia fue el que va entre los 65 y 69 años, con un 69,6%. En cambio, de los muchachos cuya edad fluctúa entre los 18 y 19 años, sólo concurrió el 29,43%.
Sin duda en esta realidad influyen muchos factores. Pero uno que sin duda ha marcado históricamente la diferencia, es la educación. La siembra de ilusiones, a la que recurren asiduamente los políticos y otros grupos de poder, sigue dando sus frutos. El chileno medio recibe más mensaje de la farándula que de sus reconocibles dirigentes políticos. Y esto no parece una cuestión casual. Tal vez obedece a una bien diseñada estrategia de quienes desean seguir dirigiendo los destinos del país. El periodista Álvaro Bisama (La Tercera, sábado 3 de marzo 2018) escribió un excelente artículo titulado “El país de los matinales”. Allí muestra a un Chile que cada mañana se refocila en la tontería disfrazada de empatía. En que tratan de imponer hitos de una cultura que, en vez de enorgullecer como país, avergüenza.
Chile no es el único país de los matinales. La lista se nutre en todos los rincones del mundo. Tal vez es otro momento otoñal o invernal de la especie humana. No lo sabemos. Pero a no dudarlo, seremos testigos de cómo la política y las instituciones democráticas se transforman en la peor bazofia. Y le daremos la razón a Winston Churchill, cuando decía que la democracia es el peor sistema de gobierno, exceptuando a todos los demás.