¿La caída del imperio?

Publicado por Equipo GV 7 Min de lectura

Por Wilson Tapia Villalobos

 

Donald-TrumpSólo los finales accidentales no se pueden predecir. Los otros, siempre se van anunciando o son la culminación natural de un proceso, como ocurre en la naturaleza. Y si éstos sorprenden se debe, básicamente, al ego desmedido de los protagonistas o a la miopía del observador.

Ya se escuchan voces que anuncian el colapso de la economía bajo los parámetros de Occidente. Lo que, en otras palabras, significaría un colapso a nivel global. Son varios los agoreros. El más destacado, aunque no el más confiable, es el presidente de los Estados Unidlos, Donald Trump.  En entrevista con Fox News, el mandatario anunció el colapso de la economía de su país. Se refirió a los “inmensos” niveles de la deuda que, dijo, pronto alcanzará los US$16 billones. Agregó que la alta tasa de desempleo, la inevitable reducción de la calificación crediticia, son anuncios de la ruina financiera de USA.

Por otra parte, diversos analistas extienden más allá una mirada cargada de pesimismo. Entre ellos se encuentra Harry Dent (68), economista, egresado de la Escuela de Negocios de Harvard y  de la Universidad de Carolina del Sur. Él sostiene que la manipulación de los bancos y los esfuerzos por aplazar artificialmente la crisis financiera distorsionaron el ciclo natural económico. Y asegura que la burbuja de la economía norteamericana se ha extendido tanto que está a pun to de estallar. Según él, esto se evidencia en la insostenible diferencia entre la clase media y la élite norteamericana que acumula ganancias desmesuradas. Esto hace que la clase media se sienta ahogada, sin futuro y haya perdido el lugar que hasta hace poco ocupara en la sociedad. Ante tal panorama, Dent concluye que no está lejana la “rebelión de las masas”, asegurando que tal situación se reproduce en la casi totalidad de los países desarrollados de Occidente. Afirma que el levantamiento popular es inevitable y que producirá efectos muy graves y profundos. Pero, posiblemente, restaurará a la clase media en el lugar de equilibrio social que le corresponde.

De acuerdo a lo que puede constatarse, la visión de Dent no resulta exagerada. La tensión social en Francia, en Inglaterra, en España y en algunas naciones del Norte de Europa, ya habría iniciado la cuenta regresiva para la rebelión de que habla el analista. Y si se mira esas realidades desde la perspectiva de la política internacional, resulta insoslayable relacionarlas con el actual panorama global.

Los ataques occidentales contra Siria también podrían tener alguna relación con este panorama.  Tal vez, una manera de bajar las tensiones internas. En Francia, como consecuencia de las reformas laborales impulsadas por el Presidente Macron.  En Inglaterra, por las decepciones que ha traído consigo el aterrizaje del Brexit y la necesidad del Reino Unido de mostrarse ante sus pares de Europa como una potencia que puede prescindir de la mayor parte de ellos. Siempre se ha dicho que enemigos externos son indispensables para el desarrollo de las políticas imperiales internas.

En todo caso, los analistas coinciden en que es poco probable que las tensiones actuales desencadenen una conflagración mundial. La guerra comercial entre China y USA es algo manejable y si bien los daños pueden ser enormes, no se asemejan a los que podría producir un enfrentamiento militar global. Por lo tanto, ahora deberemos acostumbrarnos a declaraciones altisonantes y a ataques militares limitados. En medio de una escenificación que pretende levantar a nuevos demonios mundiales. Para la órbita occidental seguramente será Rusia y, más específicamente, Vladimir Putin, acompañado por una corte de leviatanes menores.

De todo eso, como siempre, las naciones en desarrollo -o simplemente los países pobres- serán espectadores de segundo orden. Un papel al que los imperios tienen acostumbrados a sus vasallos. Incluso en las épocas en que la estructura imperial se caía a pedazos. Tal vez por eso, América Latina acaba de ser testigo de cuál es la consideración que ocupa en la visión imperial. La VIII Conferencia de las América no contó con la presencia del presidente de los Estados Unidos. Sin duda, el más poderoso de los socios del club. Trump no pudo dejar Washington. La excusa de último minutos fue que debía estar al frente de las operaciones sobre Siria.  Una excusa ridícula, pero lo bastante cinematográfica o televisiva o comunicacional, para que Donald no la aprovechara.

Y la VIII Conferencia se quedó sin su estrella. Mike Pence era casi un mal chiste. Los emperadores ni tienen vice.  Y eso, en el caso de Donald, es más evidente. Ahora América Latina deberá acostumbrarse a que es un conglomerado de “países de mierda”, como los califica Donald. Mientras tanto, el imperio se desgrana como choclo fuera de estación. O como ha ocurrido generalmente con los imperios.  Claro que en este caso estamos en momentos diferentes y empezando a hollar caminos desconocidos. Pero eso poco importa a los emperadores. El poder los envanece y los hace creer que siempre tendrán todo bajo control.

Si no fuera un tema que involucra a tantos seres humanos, podría ser tópico de humor. No sólo el emperador y sus desplantes. También los vasallos. Sólo a ellos se les puede ocurrir llevar a cabo una Conferencia sobre “la gobernabilidad democrática frente a la corrupción”, cuando entre los asistentes hay representantes de algunas de las naciones más corruptas del mundo. Y, como el azar a veces parece tener un sentido que va más allá del entendimiento humano, se realiza, justamente, en un país cuyo presidente, democráticamente electo, acaba de ser defenestrado por corrupto. Juegos del destino.

 

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