Por Cristián Fuentes Vera
Académico Escuela de Gobierno, U. Central
¿Por qué me interesa la ciudad?, porque soy un ciudadano, ni más ni menos, porque me interesa el lugar en que habito, sus calles, plazas, casas y edificios, la comodidad y la belleza. Hacer ciudad es un problema de la Polis, o sea, de la comunidad de hombres y mujeres libres, organizada mediante el poder, que permite satisfacer todos los fines humanos y así convertirse en el ámbito de la felicidad, como decía Aristóteles. Algo mucho más cercano que el Estado, lejano de la vida cotidiana, del trabajo, de la cultura y del ocio.
Somos testigos, aunque aún no protagonistas, del esfuerzo todavía débil por descentralizar a nuestro país. Y el desarrollo de nuestras urbes topa con un núcleo central que ni siquiera se preocupa por su propia capital, o por otras metrópolis como Valparaíso, dividido entre el plan y los cerros, entre el patrimonio histórico y un presente pobre que no logra superar. Aquella grieta se rellena con planificación democrática, un adecuado reparto de competencias entre los ámbitos nacional, regional y local, y con los recursos financieros privados y públicos necesarios, tal como se ha hecho en el resto del mundo.
Otro ejemplo es lo que está sucediendo con el centro de Santiago; deteriorado, inseguro y parcialmente abandonado, pero que lentamente y sin un rumbo cierto va renaciendo de sus cenizas. Ante el despoblamiento de oficinas comienza la reconversión a departamentos, iniciando una gentrificación hasta ahora abandonada al mercado, sin un proyecto participativo que induzca a un cambio con brújula. Se requieren servicios para los nuevos vecinos, un conjunto de pequeñas unidades de venta de alimentos (almacenes, supermercados y emporios), espacios modernos de oficinas con coworking, cafés, restaurantes, variados formatos de hoteles, mercados, cines, salas de teatro y conciertos, junto a una considerable seguridad verdaderamente ciudadana. Para ello se requiere el apoyo del Estado, el estímulo a la creatividad y a las inversiones privadas, y la protección y manejo del patrimonio, en complemento con grandes proyectos como el de la Nueva Alameda y del río Mapocho, además de una red de transporte multimodal (bicicletas, buses eléctricos, metro y tranvía). ¿Mercado o Estado?: las dos cosas.
Basta de anomia, esa condición caracterizada por la falta de vínculos sociales y políticos en que vive una parte de nuestra población. La ciudad es de todos y debemos cuidarla y amarla porque es nuestra. Es urgente restañar heridas urbanas, faltas de respeto como hacer una autopista al nivel de la ventana del vecino, o abrir un abismo de cemento entre calles, o construir guetos verticales. Debemos construir puentes capaces de unir lo que está separado y terminar con la segregación que perturba nuestra convivencia. Es imperativo que nos cuidemos entre todos, cuidar lo que es nuestro y borrar la perspectiva de que todo, o casi todo, es ajeno.