Por Juan Pablo Salinas
Académico de Psicología, Universidad Andrés Bello
En 1780, aproximadamente, Francisco de Goya presenta al mundo “la letra con sangre entra”. Obra que es una crítica al sistema educativo de su tiempo. A esa misma reflexión quiero invitar desde las casas de estudios y docentes universitarios a propósito de diversos casos a nivel nacional.
Los datos de salud mental en jóvenes chilenos tienen cifras alarmantes. Más del 50% de los jóvenes en chile presentan síntomas depresivos, ansiedad y/o estrés. Y el 20% presenta pensamientos suicidas (Martínez, J. & Cabrera, Y. 2023). Las cifras de consumo problemático de sustancias en jóvenes universitarios es otra alarma que está presente. Según datos del SENDA 2022 en estudiantes universitarios, el 80% de los encuestados tiene baja percepción de riesgo al uso riesgoso de alcohol o drogas.
Desde lo académico, aún hay quienes creen en que “la letra con sangre entra” aduciendo cuestiones de exigencia y rigurosidad universitaria. Sin duda, que ambos temas son relevantes y un valor central de la formación universitaria, pero nada tienen que ver con el maltrato, la humillación, la poca empatía, la violencia docente-estudiante para formar profesionales rigurosos e íntegros.
Las exigencias de la sociedad actual son un gatillante importante para los problemas de salud mental, el impacto en jóvenes estudiantes y profesionales están a la vista. Por otra parte, las brechas de género, considerando las exigencias de la maternidad, el estudio, el trabajo y el hogar, ponen aún más desafíos al bienestar y la salud mental en el proceso de formación.
Los y las docentes universitarios y por supuesto las mismas casas de estudios tenemos una responsabilidad en que la formación profesional vaya de la mano con bienestar y salud mental para enfrentar los desafíos de la sociedad actual y no reproducir condiciones de malestar y trastornos de salud mental. Es seguir alimentando una máquina de la que renegamos constantemente
Actualmente, muchas universidades y docentes, hacemos esfuerzos importantes en compatibilizar la formación universitaria con empatía, buen trato y acompañamiento para que el proceso formativo sea una experiencia de aprendizaje que promueva el compromiso social. Acciones contrarias a esa idea solo refuerzan posturas en contra del valor de ese compromiso.
¿De qué manera estamos abordando la salud mental y el bienestar estudiantil al interior de los centros educativos y las aulas? ¿Estamos generando espacios de atención y rehabilitación o generamos instancias que promuevan el bienestar y prevengan las conductas de riesgo y problemas de salud mental? No confundamos rigurosidad y exigencia académica con maltrato. Los y las estudiantes son personas, que sueñan con ser un aporte a sociedad, movilizar sus condiciones sociales de base y desarrollarse libre y sanamente como seres humanos. ¿no es ese el fin de la educación?