Por Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)
Con gran facilidad podemos observar a muchas personas de nuestro entorno que se vuelven muy dependientes de la “aprobación” –o “validación externa”– por parte de terceras personas con la finalidad de sentirse bien consigo mismas, por cuanto, estos individuos están constantemente buscando el elogio, la admiración de los demás, el reconocimiento por parte de sus jefes, amigos y/o familiares, y cuando eso no sucede, comienzan a experimentar ansiedad, su autoestima se ve afectada y pueden, incluso, llegar a experimentar síntomas de depresión.
El psicólogo y terapeuta Gestalt de origen español, Ignacio Parra Viudes, invita a sus pacientes a hacerse las siguientes dos preguntas: “¿Buscas aprobación por parte de los demás? ¿Estás a menudo centrado en aquello que los demás están pensando sobre ti?” Si la respuesta a estas dos preguntas es… ¡Sí!, entonces hay una alta probabilidad de caer en el grupo de aquellas personas que necesitan de la aprobación externa para sentirse contentas y satisfechas.
Ahora bien, el contacto positivo con nuestro yo interior es fundamental en el vínculo que luego establecemos con los demás, ya que “cuando estamos en contacto con nosotros mismos, tenemos la oportunidad de querernos y aceptarnos”, sin embargo, la educación que recibimos desde pequeños se centra más en conseguir que las personas se adecúen a un “modelo correcto de actuar”, más que en respetar nuestra validación y propia experiencia interna como seres humanos.
El riesgo que se corre con este tipo de pedagogía –o educación– es que el sujeto acabe sintiéndose “más valioso por lo que hace o sabe, que por lo que es”. En ciertos casos, este modelo educativo es tan intenso, que determina que el niño(a) traslade esta búsqueda de validación externa a su vida adulta, en función de lo cual, su sentido de bienestar como individuo va a estar condicionado por el reconocimiento y la validación externa.
Aun cuando la aprobación externa puede representar para nosotros una fuente de motivación o retroalimentación positiva, es preciso evitar que se convierta en la única fórmula de valoración, ya que si dejamos el peso de nuestra autoestima en lo que los demás dicen y/o piensan de nosotros, en ese caso, estamos permitiendo que terceras personas definan nuestro valor y nuestra identidad como seres humanos, lo cual, en rigor, puede tener repercusiones negativas para nuestra salud emocional y mental, ya que corremos el riesgo de: (a) sentirnos insatisfechos, inseguros y vacíos por dentro, (b) de aceptar relaciones y/o situaciones que, en realidad, nos provocan daño, (c) perder nuestra propia voz y nuestra propia identidad.
Durante el proceso psicoterapéutico, es posible advertir en aquellas personas que buscan la validación externa, una gran dosis de culpa y vergüenza asociada a este tipo de comportamiento y, al analizar con dichas personas esta vivencia en la consulta, es como si algo en su interior no los dejara nunca sentirse en paz, ya que hay una sensación de carencia y temor a no ser “personas queribles”. A partir de esta conducta de auto maltrato y baja autoestima, el sujeto inicia una búsqueda de reparación en un intento por ser mejor y, finalmente, sentirse digno de amor y estima, a raíz de lo cual, el reconocimiento, la validación y la búsqueda de afecto se transforman en el objetivo a alcanzar a través de lo que parece ser “correcto” en el mundo externo.
Cuando se produce esta aprobación externa, el individuo se siente –por lo menos momentáneamente– un sujeto valioso: un elogio, una palmada en el hombro, un gesto de afecto y cariño logran que la vergüenza se esfume por un instante. Si bien a todos nosotros nos gustan los cumplidos y los halagos, estas personas experimentan una verdadera “ola de autoestima, confianza y tranquilidad”. El grave problema es que esta vivencia no suele mantenerse en el tiempo, ya que con la siguiente crítica, con el error o un gesto de desaprobación, el sujeto vuelve a no sentirse validado y, como consecuencia, reaparece la vergüenza y la culpa, condición que pone, nuevamente, “en funcionamiento la pulsión de búsqueda afectiva desde el exterior”.
Para efectos de comprender de mejor manera qué significa esta búsqueda de validación externa, resulta importante revisar algunos ejemplos de cómo actúan estas personas: (a) se muestran siempre muy complacientes y simpáticos con los demás, (b) se comparan continuamente con otras personas, (c) están constantemente ayudando a los demás, a fin de ser validados y reconocidos por ellos, (d) hacen uso de la seducción, el flirteo y la coquetería de una forma indiscriminada, (e) tienen dificultad para tomar decisiones, preguntando a distintas personas a fin de poder reafirmarse a sí mismos(as).
La solución a esta problemática no apunta a dejar de buscar la aprobación de los demás de manera total, sino que aprender a equilibrarla con la propia autovalidación, ya que en este caso, la autovalidación representa el reconocimiento y la aceptación de nuestros propios sentimientos y acciones sin experimentar la necesidad imperiosa de que una persona externa los apruebe y los valide, ya que es una sana forma de querernos, respetarnos y de cuidarnos a nosotros mismos.
Con la finalidad de poder fortalecer la autovalidación, podemos comenzar a realizar las siguientes acciones: (a) ser agradecidos con lo que somos y lo que tenemos, sin focalizar la atención exclusivamente en aquello que nos falta, (b) dar un espacio a nuestros propios gustos e intereses, sin que nos dejemos influenciar por los demás y sin sucumbir a las presiones sociales, (c) respetar nuestros límites y tiempos, sin entrar a forzar situaciones y/o exigirnos más de lo que podemos dar, (d) aprender a hablarnos y tratarnos con amabilidad, sin insultarnos ni auto-descalificarnos.
El trabajo de sanación de estos patrones de conducta buscando el afecto y aprobación externa tiene que ver con revertir el tipo de conexión que se establece en las relaciones interpersonales, a raíz de lo cual, es preciso dar tres pasos:
- Identificar la búsqueda de aprobación: ¿soy capaz de darme cuenta de cuándo estoy actuando desde el reconocimiento externo? ¿Puedo advertir cuál es mi forma favorita de buscar la validación del otro?
- Análisis de los beneficios subyacentes: ¿Qué es lo que pretendo ganar con el reconocimiento externo? ¿Qué necesidades busco satisfacer: éxito, afecto, cariño, prestigio?
- Toma de conciencia y abrazo interior: ¿Qué es lo que sentimos que no podemos darnos a nosotros mismos? ¿Qué es lo que creemos que nos falta? ¿Por qué razón o en qué circunstancias pensamos que somos insuficientes, incapaces o torpes?
La autovalidación es un paso que requiere de cuatro procesos: capacidad de reflexión, autoconocimiento, autocuidado y auto aceptación, por cuanto, sólo cuando hayamos sido capaces de “descubrir esa herida de valor personal podremos comenzar a sentirnos valiosos”. El mismo hecho de reconocer esta carencia, es una forma sana de restablecer el contacto con nosotros mismos, ya que no se trata de ser personas narcisistas o egoístas, sino que ser personas conscientes y responsables de nuestros propios sentimientos y valor.