La verdadera ‘explosión social’ aún no ha comenzado… lo de estos días ha sido sólo un ‘estallido’
Por Arturo Alejandro Muñoz
Columnista Granvalparaiso.cl
“Pides demasiado”, “es un exceso”, “ni lo sueñes”… fueron algunas de las respuestas que varios amigos entregaron a las ideas que sugerí como posibles de aplicar luego de las masivas movilizaciones populares y del maquillaje ministerial efectuado por el presidente de la república.
A esos amigos les gusta avanzar como lo hace el loro sobre un alambre… pico y pata…muy lentamente para ni siquiera trastabillar. La seguridad ante todo, es su lema. Aseguran ser izquierdistas y otros dicen pertenecer a las filas del progresismo. “Sumando y sumando, somos mayoría en Chile”, concluyen muy orondos. Tal vez quieren decirme que las mayorías ciudadanas piensan como ellos. Espero que no, pues de ser así todo lo luchado en estos treinta años se iría al bote de la basura.
Fue una tertulia luego de la colación. El grupito de amigos socialdemócratas defendió con dientes y muelas la necesidad de hacer cambios, pero siempre a la sombra del lema que aglutina a liberales que muestran una pizca de conciencia social: “por el pueblo, para el pueblo…pero, sin el pueblo”. Temen abiertamente a los cabildos, a la participación masiva de los ciudadanos y del pueblo en general, aduciendo que en esos eventos la gente es fácilmente conquistada por individuos audaces e irresponsables que tienen buen discurso y planteos extremistas.
En suma, gente como ellos es la que se opone a cabildos, asamblea constituyente, nueva Constitución, elecciones con poder revocatorio, etcétera. Gente como ellos es la que autorizó, silencio mediante, el actuar sibilino y corrupto de las cofradías partidistas que conformaron una sociedad de intereses llamada duopolio. Gente como ellos es la que pretende hoy día que los chilenos sigan esperando otros treinta años para poner de pie lo que está de cabeza. “Pero, con algunos pocos cambios que sirvan para descomprimir el ambiente y no pongan en peligro la estabilidad del país”, argumentan. ¿La estabilidad del país, o del sistema? Esa pregunta pocas veces tiene respuesta clara.
Un estimado columnista me asegura que las aguas tibias no tienen recibo, y nadie, absolutamente nadie, hará lo que el pueblo debe hacer. Para los cambios que las multitudes impetran, el tiempo es hoy, y ahora es cuándo. No mañana, ni esperar al próximo gobierno que, bien sabemos, puede ser igual de predador que el actual. Siempre es difícil navegar en aguas tibias donde pueden sobresalir algunas cabezas calientes. Lo cierto es que este tipo de movilizaciones no se ven todos los días, y discernir desde la madurez de la ciudadanía para lograr un cambio radical resulta ser todo un arte.
Las demandas populares, que según encuestas cuentan con un 83% de aprobación en la ciudadanía, están conformadas por requerimientos claros, concisos y consensuados, abarcando sensibles temas como la salud, la educación, previsión social, agua, luz, las carreteras, el transporte público, los recursos minerales, las etnias originarias, entre otros.
Para lograr ello es imprescindible cambiar drásticamente el actual escenario legislativo. Los parlamentarios que hoy ocupan asientos en el Congreso, sin excluir a ninguno de ellos, ofrecerán una defensa cerrada en beneficio de sus propios intereses, sean estos (elija usted, querido lector, el que quiera) la dieta parlamentaria, la eternización en los cargos públicos, legislar preferentemente en beneficio de quienes les otorgan el aromático ’aceite fenicio’, privilegiar a las mega empresas por sobre el interés nacional de las mayorías, en fin, defender a brazo partido lo mismo que sabemos que han defendido durante tres décadas.
A su vez, Sebastián Piñera creyó que con el artificio bufonesco de mover tres piezas en el gabinete bastaría para calmar al ‘respetable’. Con dolor en el alma (¿tendrá?) separó del gabinete ministerial a su primo hermano. Sin embargo, dejó incólumes a tres asesores que son precisamente responsables directos de la explosión social que hemos conocido: transporte, salud y educación…Hutt, Mañalich y Cubillos… ahí están, siguen a cargo de la desastrosa acción gubernativa en esas materias (la cual se arrastra desde hace décadas). Tatán decidió provocar un gran revoloteo en el gallinero, pero terminado el escándalo podemos observar que algunas aves cambiaron de palo solamente, y las más ruidosas continúan donde siempre.
Para la gente es imposible esperar algo bueno de una pandilla de politicastros que, en la suma y resta de sus acciones, entregaron sus almas a los dueños del capital. Chile ha sido remecido por las demandas y marchas masivas de sus hijos, pero esos políticos –usted los ve y les oye- continúan actuando, parloteando y mareando con los discursos de siempre, con explicaciones que nada explican y con apoyos “a lo que los chilenos quieren” que, en estricto apego a la verdad, son un poema de palabras inconexas y de mentiras en fila india. Ellos gustan de ofrecer al público una acción verbal que es extensa como océano, pero de un milímetro de profundidad.
Es así que, confiado siempre en la mala memoria del chileno promedio, el jefe de gobierno apostó a la técnica gatopardista de cambiar todo para dejar todo igual (el ’revoloteo en el gallinero’, ya lo dijimos). Cual simple ejemplo de lo mencionado, llevó a su gabinete a un ex ‘pingüino’ –hoy abogado- Julio Isamit, que es un declarado homofóbico, misógino y anti aborto, confirmando con ello su verdadera postura en esas materias. Aunque de la boca hacia fuera menciona algo distinto. Como ocurre también con el nuevo ministro Felipe Ward, enemigo declarado de todo lo que huela a ‘justicia para los familiares de detenidos desaparecidos’.
Convengamos que los ministros, Gonzalo Blumel (Interior) e Ignacio Briones (Hacienda), son algo así como “las grandes esperanzas blancas” de este gobierno. El tiempo dirá si respondieron a tales anhelos, o se pasmaron, como los anteriores.
La cuestión es que la verdadera ‘explosión social’ aún no ha comenzado… lo de estos días ha sido sólo un ‘estallido’; por eso (y es de suponer que habrá alguien ‘avispado’ en La Moneda para percatarse de ello), si prontamente las cofradías políticas y el gobierno se niegan a poner en acción sus esfuerzos y trabajo para satisfacer las impetraciones de las mayorías, más temprano que tarde comenzará verdaderamente el temido ‘estallido’.
Ese estallido presentó sus credenciales estas últimas semanas. El gobierno, con la tozudez que le caracteriza en su calidad de adorador del neoliberalismo salvaje, poco y nada ha ayudado para sofocarlo. Cuando comience de verdad la ‘explosión social’ (si es que comienza alguna vez), en palacio se enterarán que la exigencia intransable e inclaudicable será <<gobierno provisional y asamblea constituyente>>.
La tertulia post colación, habido entendimiento de estas consideraciones, terminó en sagrado silencio con el retiro pausado de los comensales socialdemócratas que prometieron regresar mañana con nuevas ideas y argumentaciones. Pero, tal vez mañana sea para ellos y para todos demasiado tarde, porque –reitero- el tiempo de los cambios es hoy mismo, ahora es cuando. ¿O habremos de esperar una nueva coyuntura dentro de treinta años?