Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)
El término “fake news” –o noticias falsas, inventadas, fraudulentas– se utiliza con la finalidad de conceptualizar el acto de divulgar sucesos y eventos que son falsos, engañosos y que buscan provocar una condición o círculo muy peligroso de desinformación general.
¿Por qué razón se habla de “círculo”? Porque Internet y las redes sociales existentes –Facebook, Instagram, Twitter, WhatsApp, etc.–, facilitan que los usuarios de estos medios se conviertan, al mismo tiempo, en consumidores y reproductores de contenidos engañosos y/o falsos –y que, además, han sido fabricados con mala intención–, facilitando su difusión a una velocidad nunca antes vista en la historia de la humanidad, con el consiguiente peligro de desinformar a la comunidad, un peligro que conduce a una gran confusión entre las personas, así como también a la pérdida de credibilidad y confianza en los diversos medios de comunicación.
Soroush Vosoughi, Deb Roy y Sinan Aral, investigadores del Massachusetts Institut of Technology (MIT), después de analizar 126.000 historias que fueron difundidas a través de Twitter entre los años 2006 y 2017, con más de 4,5 millones de tuits emitidos por tres millones de personas, pudieron confirmar científicamente que las noticias falsas se multiplican a una velocidad mucho más rápida que las noticias verdaderas o reales. (https://science.sciencemag.org/content/359/6380/1146)
Los autores del estudio, quienes prefieren hablar de noticias verdaderas y falsas, en lugar de utilizar el concepto inglés “fake”, señalan en su artículo “The spread of true and false news online” publicado en la revista Science, que la “falsedad se difunde significativamente más lejos, más rápido, más profunda y ampliamente que la verdad en todas las categorías de la información, y los efectos fueron más notorios para noticias políticas falsas que para noticias falsas sobre terrorismo, desastres naturales, ciencias, leyendas urbanas o información financiera”.
En este sentido, se le atribuye a Jonathan Swift, escritor satírico irlandés, haber dicho, ya en el año 1710, que “la falsedad vuela y la verdad viene recién cojeando detrás de ella”.
Por su parte, la activista, periodista y conferencista de origen ukraniano, Olga Yurkoba, cofundadora de StopFake.org, organización que busca detener y poner en evidencia las noticias falsas, afirmó en una de sus charlas TED (Tecnología, Entretenimiento y Diseño), que “las informaciones fraudulentas son una gran amenaza en contra de la democracia y la sociedad”, agregando que las personas “ya no saben qué es real y lo que es falso”, lo que ha llevado a mucha gente a dejar de creer en todo lo que lee, lo cual, de acuerdo con la periodista Yurkova, convierte a este tema en algo aún mucho más serio y peligroso.
Se sabe de muchos gobiernos –Estados Unidos, Rusia, Israel, Venezuela, China, Corea del Norte, India, Pakistán, Arabia Saudita, diversos países africanos, etc.– que utilizan de manera abierta y desembozada Internet y las redes sociales para difundir noticias falsas y/o engañosas, buscando perjudicar a sus opositores y detractores políticos, sean éstos, nacionales o foráneos, con la finalidad de mantener un férreo control y el poder, sin que importen mucho los costos sociales, económicos y políticos que ello pueda generar a la gente y al resto de la sociedad.
Estados Unidos, por ejemplo, acusó a Rusia de intervenir en las últimas elecciones presidenciales utilizando diversos medios de comunicación –Facebook, Instagram, Twitter, YouTube, Tumblr, PayPal, Google, etc., para viralizar propaganda política que favoreciera y beneficiara al candidato Donald Trump, y que éste fuera electo.
Lo mismo acontece con el uso reiterado de la propaganda política, la que busca mejorar la imagen deteriorada de los gobiernos y de sus autoridades de turno, a través de la divulgación de noticias distorsionadas, engañosas o derechamente falsas.
Se le atribuye a William Casey –ex director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) entre 1981 y 1987–, haber dicho que “sabremos que nuestro programa de desinformación ha sido completado con éxito cuando todo lo que crea el estadounidense, sea falso”. Esta cita –que no puede menos que causar gran estupor y desconcierto–, fue recogida por Barbara Honegger, asistente del principal asesor del ex presidente Ronald Reagan, cuando éste le preguntó a Casey cuál era el objetivo que él se había propuesto lograr como director de la CIA.
Lo cierto, es que una de las principales labores que tienen las agencias de espionaje, inteligencia y contrainteligencia, es esparcir noticias falsas, rumores y desinformación entre la ciudadanía y entre las agencias noticiosas, objetivo que les permite cumplir con sus propósitos de sabotaje en contra de un determinado “gobierno o país enemigo”, e incluso, en contra de los intereses de su propio pueblo.
Se sabe que un mensaje de whatsApp o un tuit puede causar grandes estragos y tragedias de todo tipo. Basta con prestar algo de atención a los tuits que envía el presidente Donald Trump, acerca de diversos temas contingentes, para advertir las alertas, reacciones y repercusiones que éstos provocan en su propio país, así como también a nivel internacional, ya sea que se trate de tuits de tipo político, social o económico.
Trump mismo se ha convertido en un furibundo especialista en calificar de “fake news” informaciones legítimas y verdaderas que han publicado diversos y respetados medios de comunicación, pero que a él no lo favorecen o con las que él no está de acuerdo, al mismo tiempo que hace lo opuesto, es decir, avalar información falsa, errónea o engañosa, pero que están en línea con lo que Trump quiere o piensa, en una clara actuación de lo que se denomina el “sesgo de confirmación”.
Peor aún. El reconocido y prestigioso diario Washington Post –diario que llevó a la caída de Richard Nixon, primer presidente norteamericano que debió renunciar a la presidencia de Estados Unidos por truhán y mentiroso–, puso al descubierto una investigación en la que acusa que el presidente Trump dice entre 10 y 15 falsedades cada día, y que desde el día que asumió la presidencia hasta el 7 de junio de 2019, en los 869 días de su mandato, ha hecho 10.796 aseveraciones que son erradas, falsas o engañosas.
Los peligros de las noticias falsas son enormes y han provocado más de una tragedia –guerras incluidas– tal como lo fue la invasión de Irak por parte de Estados Unidos, luego de que las agencias secretas norteamericanas difundieran la noticia –falsa por supuesto– de que Irak mantenía en secreto un arsenal químico y armas de destrucción masiva.
O el caso de dos hombres mexicanos –tío y sobrino– que en una localidad de Puebla fueron linchados, torturados y quemados vivos en agosto de 2018, luego de que un grupo de vecinos fueran alertados por un whatsApp de una profesora del barrio –que se reprodujo y se compartió cientos de veces entre los vecinos– de que estos dos hombres eran, supuestamente, los responsables del secuestro de dos niños. Una noticia que resultó ser absolutamente falsa y que significó una muerte horrible para dos personas que eran inocentes. De ahí el peligro que encierra, el hecho de no saber –o no poder– distinguir entre una noticia falsa y otra verdadera, y la absoluta necesidad de verificar el origen y la credibilidad de las fuentes de la información.
Ejemplos como los anteriores, los hay, hoy en día, por miles y, al parecer, las noticias falsas no buscan, solamente, desinformar a la gente, sino que destruir la capacidad de las personas de pensar y de actuar de manera crítica y, finalmente, de destruir y aniquilar la verdad.
Las noticias falsas y fraudulentas están provocando en todo el mundo grandes y graves problemas, y si pronto no se genera en Chile la creación de alguna organización -tal como ha pasado en otros países- que se dedique a identificar y poner en evidencia a las noticias falsas, ello puede llevar a una gran debacle en términos de la credibilidad y certeza de aquello que es verdad y de lo que es falso y engañoso, especialmente, a nivel político.